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Hace un par de semanas vi en facebook un video, cuya cancioncilla se me pegó. El video se llama.  “De perro flauta a político”. La autora del postéo, explicaba: “En España, los llamados “perroflauta” son una tribu urbana, nutrida de punks, hippies, okupas o anarcos libres. Se ganan el sustento tocando mal algún instrumento, mientras dejan una lata al lado de su perro, para recibir  las monedas de las que viven”.
Durante algunos días tarareé el pegajoso estribillo, con cierta maligna satisfacción: “Yo…Quiero ser político mejor/ quiero cobrar sin hacer mucho/ pretender como que escucho/ y echar  la culpa a otro si hago mal…” Con la misma alegría desfilé contra  Hidroaysen coreando  aquello de: “El pueblo/Unido/avanza sin partidos” , en una marcha enorme y variopinta en que cabían familias con sus niños, parejas homosexuales besándose sin escandalizar a nadie, adultos solos, grupos de trabajadores, ancianos y ancianas, yo, mis amigos y nuestras bicicletas, una señora con su perro que ladraba entusiasta, todo, todo cabía bajo esa noche gélida y transparente menos…banderas partidarias.

Mientras escribía esta nota, seguí por TV e Internet la manifestación en que los estudiantes chilenos exigen mejorar la calidad de la educación. Leo en distintos medios cifras que oscilan entre 50.000 y 100.000 manifestantes en Santiago y multitudes  equivalentes para las principales ciudades del país. Nadie discute que este jueves 16 de junio del 2011 ocurrió un hecho histórico: la mayor manifestación política  de los últimos 20 años en Chile. Y de nuevo allí están todos: jóvenes, adultos, ancianos,  escolares, universitarios, obreros en huelga. Todos, menos… la clase política representada como tal,  o la bandera de cualquiera de sus partidos.

Algo similar ocurrió ayer en Grecia y hace unos días en Italia. Y hoy (17/06) las mujeres de Arabia Saudi  se aprestan a salir a las calles conduciendo automóviles, convocadas vía facebook por Manal Al Sharif,  solitaria infractora a las prohibiciones religiosas que impiden a las mujeres manejar automóviles en su país,

El mundo se volcó a las calles y protesta, exige, critica y cuestiona con un tema en común: gritar a los cuatro vientos su desprecio por la clase política  en cualquier lugar del planeta. Sin discriminar ideologías, los ciudadanos del siglo XXI responsabilizan transversalmente  a “los políticos” de ser cómplices en la instauración de un sistema que, definitivamente, hace infeliz a la mayoría de la humanidad.

DE POLITICA A PERROFLAUTAViví una adolescencia y juventud militante, en un país hiperpolitizado. Como muchos de mi generación, leí y debatí autores que suponíamos imprescindible  conocer, para dar con  la ruta más exacta a la revolución. En años de clandestinidad, dediqué horas a multicopiar y distribuir documentos en ciudades vigiladas del país usurpado por los militares,  cuando aquello podía costar desde una pateadura a la vida, si te descubrían. Asistí a cientos de reuniones, pinté afiches, creé algunas organizaciones y fui parte de otras, elegí y fui elegida en el movimiento estudiantil que impusimos a la dictadura, agité banderas, dije un par de discursos, hasta que… con la llegada de la democracia, todos estos quehaceres  desaparecieron de las prioridades de aquellos partidos que hicieron posible recuperarla.

Como muchas y muchos me sentí excluida; salvo afectos súbitos de viejos camaradas, que aparecían siempre en vísperas de alguna elección y desaparecían terminado el recuento de votos respectivo.

Esa  lamentable filosofía de hacer las cosas ”en la medida de lo posible”; la soberbia de algunos tras instalarse en el poder; las prácticas turbias cada vez más descaradas; la dictadura de los militantes, imponiendo reglas de mediocridad y compadrazgo a lo largo y ancho del Estado y, finalmente, la ira de callar por malentendida lealtad al hermoso proyecto que alguna vez fue la Concertación, me hicieron enojarme por igual con “los políticos” y “la” política. Y expresar mi frustración y desencanto, con la vocación triste de quienes predican en el desierto. Como muchos, me hice “perroflauta” para todos los efectos políticos hace ya dos décadas.

Así fue hasta hoy, cuando me descubrí mirando con sorna cómo, por estos días, van a tientas los del gobierno (que no gobierna) y los de la oposición (que no se opone), tratando de redefinir su lugar en un escenario que cambia vertiginosamente, como para dejarlos sucesivamente fuera de juego, ante demandas que no paran de surgir y un movimiento social que, mientras más se fortalece, más incomprensible e inmanejable les resulta.

CUESTION DE LIMITES

Siguiendo una corriente que cruza los mares, los chilenos intentamos resolver problemas originados en la hegemonía de una visión ideológica, que terminó por derrotar todas y cada una de las experiencias a través de las cuales se intentó construir la utopía socialista en el siglo XX.

Tan clara es esta derrota, que el verdadero fracaso de la Concertación tuvo menos que ver con las torpezas, pequeñeces y rapacerías de algunos de sus funcionarios, que con su incapacidad ideológica de distinguir aquellos límites del modelo económico, político y social heredado de la dictadura que no podía cruzar sin transgredir su propia identidad. El temor de exponer la estabilidad democrática , hizo de los sucesivos gobiernos concertacionistas,  administradores cada vez más afines a una estructura de distribución de la riqueza, el conocimiento, el bienestar y el poder, concebida por una visión libremercadista,  impuesta a la sociedad chilena bajo la brutalidad de una dictadura que, durante 17 años, minó las bases que en el siglo  precedente, perfilaron un Estado en el cual temas como –por ejemplo- el derecho a la educación, no eran discutibles. Y, para garantizar su acceso igualitario, estaba el Estado.

Nadie niega que desde inicios del siglo XX la educación fue en Chile un poderoso instrumento de movilidad social. Un simple hecho lo refleja: nuestros dos premios Nobel de literatura fueron personas de origen humilde, que se educaron en escuelas públicas y liceos fiscales. En el caso de Pablo Neruda,  se formó profesionalmente en la Universidad de Chile,  a la cual accedió por méritos académicos y su carrera fue subvencionada por  el Estado, atendiendo a iguales méritos.

“PIENSO, LUEGO ESTORBO”

Mirando así las cosas, entiendo la progresiva distancia entre los partidos y la ciudadanía como el tributo imprescindible a la decisión Concertacionista de  cambiarlo todo, sin alterar nada sustantivo del modelo que en Chile es condición del consenso político con la derecha.

Con sus muchos vicios y errores, los partidos fueron –en el siglo pasado- un espacio de reflexión y cuestionamiento, donde la legitimidad se ganaba en el debate de ideas, del cual surgían temas para proponer a la sociedad y causas en torno a las cuales convocar y organizar a la comunidad. Es decir,  eran –o intentaban ser- espacios de pensamiento colectivo, formación de liderazgos y ejercicio del debate. Los líderes debían responder a sus bases y éstas comprender e identificarse con las metas del partido.

Todo eso tiene sentido en sociedades democráticas, donde el poder está permanentemente en juego, entre las múltiples pulsiones de los actores sociales. Un juego más complejo que el básico ping-pong en que se convierten los sistemas binominales. Y…sucede que esto del binominalismo no es particularidad  de la política chilena.

Es, hoy por hoy, un modo eficaz de gestión del poder político vigente de distintos modos en el mundo. Su ventaja: articula eficientemente el diálogo entre quienes administran un modelo de sociedad  que hace del  libre mercado el  eje que define todas las relaciones humanas.

Como dijo Ena von Baer al término de un poco afortunado almuerzo: “Para bailar el tango se necesitan dos”. Por eso todos los demás salimos sobrando y por eso los partidos en Chile, España, Portugal, Grecia, Estados Unidos o Perú, no necesitan mayor arraigo social que una nómina con la cantidad de firmas suficientes para inscribirse en los registros electorales. Luego, si no concitan mayorías sustantivas, deberán buscar  un buen árbol –llamémoslo coalición- al cual arrimarse, y esperar allí turno para entrar alguna vez a la pista de baile, como uno de los dos bailarines que admite esta monocorde danza que gustamos,hace un par de décadas, llamar democracia.

En uno de los carteles de los “Indignados” de Sol, se lee: “Pienso, luego estorbo”. Y eso es real para la mayoría de los ciudadanos de a pie, que no estamos llamados a pensar –salvo en el material que para esos efectos nos proporcionan los medios- ni a opinar más allá de las encuestas, ni a decidir –salvo entre “éste” y “aquel” o viceversa, que no es lo mismo, pero es igual- ni a hacernos escuchar en otro lugar que los late show,  como el de la doctora Polo.

Solo que…un día en Egipto, otro en Italia, el 15 de Mayo en la Puerta del Sol y de ahí por toda  Europa, de allí a México  y ahora en Chile, empezó a ocurrir lo impredecible. Como dejaron escrito  en un pequeño monolito quienes acamparon en la Puerta del Sol: “Dormíamos, despertamos. Firmado: Plaza tomada”.

Y entre estos despertares tan diversos, el mío me persuade que no es sensato pensar en política, entusiasmarse y sentirse parte de un conflicto político y –al mismo tiempo- declararse “contra la política”. Ni es razonable hacer política –eso hago escribiendo este largo artículo o acudiendo a manifestaciones, o posteando en serio y en broma en facebook- y declararme, al mismo tiempo, contra “los políticos”.

Del mismo modo, no tiene sentido cuestionar hasta el fastidio esa visión del mundo que llamamos capitalismo y luego decir que “estamos contra las ideologías”. Si cuestionamos un modo de organizar la vida social, estamos a favor de otro. Y aquello a favor de lo que estamos,  se llama…ideología. Sin importar si eres “perroflauta” (y te pones a la orilla de la sociedad, para observarla con desprecio) o  te haces miembro de un grupo religioso (y te ubicas así por sobre la contingencia social).

Tampoco me entusiasma mirar el futuro para atrás, apostando a que esta es la hora en que los postulados del viejo Marx –agiornados al uso del Siglo XXI- finalmente mostrarán toda su validez.

Apasionantes y difíciles están estos tiempos,  porque hay que reinventarnos para estar a su altura. Hay que hacer política y hacernos políticos y políticas otra vez. Hay que reconcebir cómo es la sociedad en que queremos vivir y aquello que creemos necesario hacer para lograrlo, lo cual –en muy simple- es construir una visión común o  ideología, que de sentido a nuestro aporte y proyecte en el tiempo  la épica de estos días.

¿La alternativa? “a río revuelto ganancia de pescadores” dice un dicho. Y el río está muy revuelto, así  que los viejos y mañosos pescadores  de siempre ya  están sacando sus  cuentas.

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9 Comentarios sobre “Ser político es mejor

  1. Suscribo ese malestar hacia las elites políticas que nos inunda desde ya hace muchos años y particularmente a una generación que luchó intensamente por la democracia en el país y que incorporó (a al menos creía incorporar) nuevas formas de hacer políticas, en las cuales la igualdad, la inclusión, participación y democracias eran parte de una nueva sociedad más justa y mejor Hoy no sentimos engañados y traicionados.

    Comparto esta ilustrativa ironía que refleja la situación en la cual vivimos. “Chile vendría siendo un país ambidiestro. Tanto la derecha como la izquierda son de derecha.” (Twister @albertomontt) que de algún modo emula lo que dijo el maestro Parra…, la izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas…. Más claramente lo expresa el hijo de un amigo, en un comentario sobre “Matrimonio Igualitario”, cuando dice que “La derecha en el poder quizás sea la única forma de que la Concertación se acuerde que supuestamente era una coalición de izquierda… o de centro izquierda… o de derecha, pero no tan de derecha como la derecha” (@Diego Ardouian )

    Suscribo y reivindico la necesidad de ser ciudadanos movilizados políticamente, pensantes políticamente y actuantes políticamente. Tenemos que reinventarnos, tenemos mucho que aprender, tenemos aún muchos sueños pendientes de la vida y la sociedad que queremos

  2. Muy de acuerdo. Ahora la discusión es “qué política”, y allí algunos ya tenemos propuesta. Adaptación equitativa a los límites de la Tierra como lo central, dejando atrás la depredadora ideología del “Desarrollo”. ¿La vía? Irrestrictamente No Violenta. Saludos

    1. Luis Mariano: gracia por tu opiniñon y sería super bienvenida en estas conversaciones el desarrollo de aquello de “propuesta. Adaptación equitativa a los límites de la Tierra como lo central, dejando atrás la depredadora ideología del “Desarrollo”
      ¿Cómo se hace eso? ¿Que tipo de sociedad se construye desde ahí? ¿Qué se espera de quienes adhieren a esta propuesta cuiando el tiempo de las marchas termine y venga la hora de hacerse cargo del poder? Los años me enseñaron que,visto en perspectiva, el mejor tiempo de un partido político o un movimiento social es cuando va cuesta arriba, luchancdo por llegar al poder. Una vez en la cima, el mareo de altura más la complejidad de manejar las agobiantes minucias que hacen funcionar el Estado terminan con la inspiración y la alegría y hasta con la amistad y las lealtades que parecen más profundas (siempre pienso en el desgarro que debió sentir el Ché cuando partió a Bolivia sabiéndose traicionado por su amigo Fidel) bue…ese es otro tema. Sería genial que conviertas las dos líneas en que enuncias tu propuesta en una conversación que nos motive y nos incluya -auqnue sea para discrepar- en el proyecto que lideras.

  3. Concuerdo con Patricia Parga-Vega! Creo que esa indignada curiosidad por seguir buscando esos nuevos textos asi como buscabamos en nuestra juventud, hace que el horizonte siga siendo abierto, amplio y aun con promesas. Aunque tengo un desafio para ti: Como buscar los cambios para las cosas que aun no se han hecho?

  4. Que buen sistema para organizar las dudas, reflexiones y emociones de los tiempos que corren, y los desafíos y preguntas sobre los tiempos que fundan.
    Me resuena particularmente el último segmento. ¿Cómo avanzamos para transformar las estructuras de organización de la ciudad/polis?
    Es necesario un grado importante de ruptura en los sistemas y de renovación de los actores, pero esa ruptura implica que otros se hagan cargo.
    Pensar cuáles son las estructuras y prácticas que hacen posible una mejor política y mejores políticos.

  5. Lúcido análisis Rebeca. Además tiene el mérito de lo escrito desde la vivencia intima… en este caso, la de aquellos que cuando éramos tan jóvenes elegimos el ejercicio de la milicia, de la militancia, sin pedir nada a cambio (dixit Bolaño), y luego, poco a poco, nos desencantamos… pero sin dejar nunca de soñar, siempre deseando cambiar el mundo, igual que el viejo Barbas Blancas (Marx), y de querer cambiar la vida, igual que el adolescente y vate eterno (Rimbaud).

  6. Rebe, cada vez que te lee me digo: no es posible que con mujeres tan brillantes, nuestro país esté tan de cabeza !!
    Tu reflexión, aparte de ser certera como una daga al corazón de los narcisos que componen el mundo de la política oficial, es un análisis tanto más universal y fresco como necesario.
    Tras más de 10 años mirando el mundo desde el corazón de Europa, pero siempre “estorbando”; o sea, siempre pensando como aportar a la construcción de un mundo más justo, vivo -como tu- indignada pero apasionadamente este, nuestro tiempo, tanto o más nuestro que el de la larga noche que nos golpeo.
    Gracias por tu asertividad y por tu pluma.

    1. Paty, cada vez que me lees me digo ¡¡¡tengo que contratarla para promover mi imagen y mejorar mi autoestima!!! 🙂
      Nos caemos bien. Debe ser porque estorbamos juntas aunque a kilómetros de distancia.

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