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Si la memoria para citar no me falla, fue Hegel, y luego Marx, quienes en plena modernidad europea, y en un salto cuántico en la conciencia humana, pensaron a la libertad como la comprensión de la necesidad.

¡Que belleza de pensamiento y cuánta vigencia! El vivir ocurre en nuestras conciencias más o menos así. Sentimos, amamos, sufrimos, luego conocemos (todo hacer es conocer y viceversa, dixit Maturana y Varela). Y el conocimiento es libertad. ¿Por qué? Porque cuando conocemos –que es explicar el operar de las cosas- somos más libres; porque al conocer comprendemos lo que es necesario, estamos en el reino de la comprensión de la necesidad.

Para explicarnos mejor conceptos tan abstractos, imaginemos un caso cualquiera en la deriva humana. Siento frío, sufro por el frío, sé y conozco el frío. Ese conocer el frío es conocer su operar, que incluye saber que si prendo fuego lo apaciguo, que si nos abrazamos lo apaciguo y que si me cubro con tejidos permanentemente aún más lo apaciguo. Entonces somos más libres: hemos comprendido la necesidad del cobertor –y del calor y del amor- para enfrentar el frío.

Y bien, a estas alturas se preguntará el lector: ¿qué tiene que ver esto con el presente, con la responsabilidad y la ecología?

Casi todos hoy conocemos el eventual ecocidio planetario que por primera vez como humanidad sufrimos en nuestra larga deriva histórica. Antes, otras crisis ambientales solo causaron el colapso de civilizaciones acotadas a un ecosistema determinado. Hoy, en una modernidad globalizada, es la Tierra quién sufre con nosotros.

Entonces, hoy sufrimos y conocemos la crisis ambiental planetaria. Luego, el ejercicio de la libertad humana –nuestro desafío existencial- radica en la comprensión de la necesidad de superar la crisis subvirtiendo el modo de vida moderno que nos ha traído hasta aquí. Hoy ejercer la libertad –comprender lo necesario para la continuidad de las generaciones futuras- es activar una nueva relación concordante y de respeto entre cultura y biosfera, lo que supone poner fin a la ceguera del crecimiento económico ilimitado. O promover la Retirada Sostenible, en palabras del científico James Lovelock. Sé que no es fácil, pero como somos libres, sabemos que es ineludible y necesario.

Nuestro gran Nicanor Parra hace rato –en los noventa- escribió dos artefactos notables. En uno, nos recordaba lo que ya veíamos algunos: “¡Ah, no veo para que tanta alharaca, si ya sabemos que el mundo se acabo!”. Artefacto poético que, en clave histórica, suelo leer como el fin de un modo de vida, el de la época moderna occidental, y la necesidad de una emergencia cultural de nuevo signo. Y en otro nos sugería:“Muchos los problemas: única solución: economía mapuche de subsistencia.” Que, en clave económica, suelo leer como reciclar y desmaterialización de la economía, austeridad o simplicidad voluntaria en el consumo, redistribución social, nuevas fuentes de energía, expandir las nuevas fuerzas productivas eco-tecno eficaces y promover las relaciones de producción basadas en la colaboración y en el respeto a la legitimidad del otro y la otra.

Bien-estar con lo suficiente y necesario y Bien-ser conociéndonos a nosotros mismos y respetando a los otros.

Es que hoy estamos atenazados en una paradoja compleja y aparentemente sin salida. La tragedia de la actual civilización global es que si seguimos creciendo económicamente, más temprano que tarde podríamos morir por insustentabilidad ambiental, y si no seguimos creciendo económicamente también podríamos morir por insustentabilidad social, pues en caso de parar muy bruscamente la locomotora del crecimiento económico –como lo sugiere la razón y la libertad- podrían sobrevenir crisis y explosiones sociales inmediatas. Basta pensar, por ejemplo, qué ocurriría en términos del modo de vida y socialmente si paramos en pocos años la maquina energética de combustibles fósiles y el consumismo material desbocado, que es lo que la urgencia ambiental aconseja. Las propuestas acerca del que-hacer existen desde  hace rato, lo que nos ha faltado es voluntad y hoy no tenemos mucho tiempo.

Semejante pregunta y paradoja, cuánto duele. Pero es ineludible hacerla, sentirla y sufrirla. Hoy actuar con responsabilidad con nosotros mismos, con el prójimo, con los otros seres vivos y con los que vendrán, nos plantea el desafío de  superar tal paradoja y responder a tal pregunta. Y para hacerlo necesitamos como nunca antes en la Historia tensar nuestra libertad. Necesitamos mirar de otra manera y construir lo nuevo. Necesitamos del talante y voluntad, de la imaginación creadora y del talento individual y colectivo, de la razón y del amor. Y también necesitamos una pequeña dosis de indignación para auto-criticarnos en nuestras propias prácticas antiguas y para cuestionar a los avaros y cínicos del mundo que quieren seguir viviendo como si aquí no ocurriera nada.

 

 

 

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