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Sólo conocemos del mundo lo que nuestro cerebro nos enseña, pero nuestro cerebro ve lo que quiere ver y no es capaz de captar la realidad. Giambattista Vico, filósofo napolitano del siglo XVIII decía que ni las percepciones, ni los sonidos, ni los gustos, ni los sabores están en la naturaleza, lo que confirma el neurocientífico Francisco J. Rubia, explicando que todo nos indica el engaño del cerebro al traducir los estímulos externos que recibe de los demás órganos de nuestro cuerpo.

En la naturaleza no hay colores: son longitudes de onda. Color, volumen y tono, son los efectos sobre las células nerviosas por construcciones cerebrales, resultando que lo considerado “realidad exterior” es en gran parte una proyección que realiza el cerebro. Los colores no existen en la Naturaleza, son atribuciones que la corteza visual hace a los impulsos eléctricos que le llegan del órgano de la visión. La diferencia entre lo que soñamos y lo que llamamos “realidad exterior”, es que esta última si existe independiente de nosotros, pero por ser realidad aparte de nuestras proyecciones es algo que probablemente nunca conoceremos en sí mismo.

El engaño que nos hace el cerebro, explica Rubia, según opinión cada vez más extendida en el mundo científico, es que el cerebro no es un órgano formado para la especulación filosófica o Verdad o Realidad. La principal función del cerebro es garantizar la supervivencia del organismo que lo alberga. Ello explica que en ocasiones suframos engaños porque cuando al cerebro le falta información, la suple con las confabulaciones e invenciones que él mismo genera.

Esta forma de pensar que cada vez adquiere más relevancia, corresponde a lo que se ha llamado “constructivismo”, concepto acuñado por el filósofo Vico, quien escribía en 1710: “Si los sentidos son capacidades activas, de ahí se deduce que nosotros creamos los colores al ver, los gustos al gustar y los tonos al oír, así como el frío y el calor al tocar”.

Rubia continúa diciendo que el verdadero núcleo de la postura constructivista es la opinión de que nuestro saber se genera por la construcción subjetiva e interna de las ideas y los conceptos. En otras palabras, la realidad no la descubrimos objetivamente, sino que la inventamos subjetivamente. El constructivismo no niega la existencia de un mundo “ahí afuera”, más bien subraya que ese mundo sólo nos es accesible por la observación, pero siempre es un mundo interpretado sobre el que podemos entendernos de forma comunicativa. No existe por lo tanto realidad objetiva accesible al entendimiento humano.

El constructivismo derriba, por así decirlo, nuestra confianza en el mundo que nos rodea, en la realidad tal y como la vemos y la percibimos. El problema que plantea el constructivismo es: si la realidad es construida por el cerebro, ¿tiene entonces una existencia real o no? La respuesta del constructivismo es que una realidad como conocimiento del ser humano, lo que se dice ontológica, no existe. Cada sujeto sólo accede a su propia realidad y más allá es imposible conocer nada. No podremos conocer siquiera la realidad de otra persona, mucho menos vamos a conocer la realidad en sí u objetividad, a la cual Heinz von Foerster, cofundador de la cibernética, llamaba la alucinación de que las observaciones pueden realizarse sin observador.

El psicólogo suizo Jean Piaget, quien creó y dirigió el Centro Internacional de Epistemología Genética y proporcionó algunas bases del constructivismo, reivindicó dos principios para el conocimiento: que no se adquiere pasivamente, ni por los órganos de los sentidos ni por la comunicación y que se construye activamente por el sujeto pensante. Así, la función del conocimiento es de naturaleza adaptativa, en sentido biológico, y tiene como meta el ajuste o la viabilidad. La cognición sirve para la organización del mundo vivencial del sujeto y no para el “conocimiento” de una realidad ontológica objetiva.

Para el chileno Humberto Maturana, quien además de biólogo es teórico del conocimiento, la realidad es una construcción consensuada por una comunidad, donde se produce una apariencia de objetividad. Los seres humanos tienen sistemas “autopoyéticos” que no poseen entradas y salidas. Las informaciones son creadas por el propio sistema y todas las interacciones con el entorno son exclusivamente de tipo energético. Incluso las percepciones más simples, como la visión o la audición son construcciones individuales. Estas percepciones no tienen lugar en los órganos de los sentidos, sino en las regiones corticales que están en contacto funcional con ellos.

Tanto Humberto Maturana como Francisco Varela, otro neurocientífico chileno, describen la relación entre el entorno y el individuo como el acoplamiento estructural de la unidad y el entorno en el que se producen procesos de adaptación, que son la premisa para la supervivencia del organismo. Las perturbaciones son circunstancias en el entorno del organismo que provocan cambios de estado en sus estructuras. Estos desencadenantes no determinan la forma de reaccionar de las estructuras internas, sino que siempre determinan la estructura interna del organismo como reacción a esas perturbaciones. Los seres vivos son, pues, autónomos y determinan sus propias leyes. En consecuencia, no existe una relación de causa-efecto entre los estímulos del entorno y las estructuras cognitivas individuales.

Ernst von Glaserfeld, considerado como el fundador del constructivismo radical, llegó al constructivismo porque muy joven estuvo en contacto con diversas lenguas. Nacido en Munich, estuvo durante mucho tiempo en Irlanda, Italia y Estados Unidos. De su poliglotismo sacó la conclusión de que el acceso al mundo es distinto en cada idioma, confirmando la hipótesis de que la estructura del mundo se troquela con el lenguaje materno. Las personas ven y describen el mundo de acuerdo con el idioma materno y cada idioma significa un concepto diverso del mundo.

Von Glaserfeld llega a la conclusión de que el significado de las palabras se construye sobre la base de la experiencia subjetiva. Esto lleva a comprender los problemas del entendimiento entre las personas. Si una persona le dice algo a otra, esta última no tiene la menor posibilidad de saber lo que pasa en la cabeza de la primera persona y no hay manera de constatar si la información que ha salido de la cabeza de la primera persona ha llegado fielmente a la cabeza de la segunda.

Glaserfeld dice que Humberto Maturana tiene razón en afirmar que el lenguaje no comunica, sino que orienta. El lenguaje no es un medio de transporte sino que mediante él se puede limitar la construcción conceptual del oyente y dirigirla en una dirección deseada. Por eso tuvo tanto éxito la novela radiofónica, porque el oyente podía dejar correr la fantasía y la creatividad a su gusto. Lo mismo ocurre al leer un libro, construimos la acción descrita con nuestras propias imágenes, de donde resulta la discrepancia que siempre existe entre la lectura del libro y la versión cinematográfica del mismo.

El Profesor Gerhard Roth, director del Instituto de Investigaciones Cerebrales de la Universidad de Bremen en Alemania dice: “El cerebro puede ser estimulado por el entorno a través de los órganos de los sentidos, tiene que generar significados por comparación y combinación de sucesos sensoriales elementales y estos significados tienen que ser examinados de acuerdo con criterios internos. Estos son los sillares de la realidad. La realidad en la que estoy inmerso es, por tanto, una construcción del cerebro”.

Heinz von Foerster dice que las células sensoriales, sean del gusto, del tacto, olfativas, térmicas o auditivas, son ciegas para la cualidad de los estímulos y que sólo responden a la cantidad. Por eso no es de extrañar que “ahí afuera” no exista ni la luz ni el color, sino sólo ondas electromagnéticas; tampoco sonidos ni música, sino oscilaciones periódicas de la presión del aire; que no exista calor ni frío, sino sólo moléculas que se mueven con mayor o menor energía cinética

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7 Comentarios sobre “La realidad según la ciencia y el constructivismo

  1. yo creo que es precisamente ese cuestionamiento retórico a la objetividad, que como demostré no se sostiene aplicando un mínimo de conocimiento en biología evolutiva y en física, el que abrió el paso a antivacunas o terraplanistas, tal vez seamos seres emocionales y la razón sea un resultado reciente del neocortex, pero abdicar de la razón es renunciar a la civilización en nombre de la “tolerancia”. En el caso de la psicología científica las explicaciones del denominado “conductismo radical” son mucho más parsimoniosas y verificables, que las propuestas constructivistas y socioconstruccionistas.

  2. “Sólo conocemos del mundo lo que nuestro cerebro nos enseña, pero nuestro cerebro ve lo que quiere ver y no es capaz de captar la realidad” creo que la evolución por selección natural y la supervivencia del más “apto” refuta esa afirmación por si sola. Nuestra conformación biológica y conductas son producto de la evolución y si permiten sobrevivir es porque si captamos una realidad que es objetiva.

  3. Es una discusión esteril la que plantea el constructivismo y Maturana, se plantea una posición de irrealismo frente aun realismo ingenuo. Ese es un debate que zanjó claramente Stephen Hawking en el libro el gran diseño, al hablar de realismo dependiente del modelo y que de paso evita incurrir en el relativismo de posiciones postmodernas como las del artículo.

  4. El articulo es muy interesante, según Maturana refiere que cada sujeto es capaz de construir distintas realidades si se lo propone.

  5. Muy notable texto para reflexionar, para indagar más al respecto y para hacer ajustes o remplazos en no pocas de nuestras opiniones sobre “el mundo real” que —dicen algunos en tono absolutista— no puede ser cambiado por un individuo.

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