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Recuerdo que estando en séptimo año básico le pregunté a uno de mis profesores sobre cómo se aprendía a pensar. No he olvidado la cara de sorpresa que me puso y su rápida respuesta respecto a que, con esa pregunta, ya estaba pensando. Confieso hidalgamente que su respuesta me dejó peor que antes. Pero puse rostro de obviedad y le dije que ya me parecía que así era.

El aprender a pensar generalmente aparece como un objetivo muy relevante en los planes curriculares de todos los países; es decir, como una habilidad que todos deberíamos adquirir estudiando todas las áreas del conocimiento. Sabemos también que el mayor logro y finalidad del aprender a pensar estaría de manifiesto en el aprender a aprender. Cuando se logra esto último, todos deberíamos estar en condiciones de concebir los fenómenos de manera distinta a como lo habíamos hecho antes. Con esto surgiría la autonomía y el rigor de los razonamientos que realizáramos. Lo que ha sucedido con esto es que habremos adquirido las habilidades intelectuales que nos permitirían habituarnos al llamado pensamiento abstracto, a la resolución de problemas complejos y a la elaboración de teorías.

Tradicionalmente se ha pensado que ciertas materias como la matemática y el estudio del castellano y del Lenguaje y eran las únicas propicias para lograr el saber pensar, dada sus características instrumentales, procedimentales y las posibilidades que nos proporcionan para obtener las capacidades de pensamiento y el razonamiento abstracto y formal.

Hoy se piensa que todas las disciplinas pueden desarrollar habilidades como el saber analizar, generalizar, reflexionar, criticar, imaginar y razonar. Pero para que se dé esto, además, se requiere haber aprendido a pensar y, para saber mejor las cosas, es importante conocer los procesos meta cognitivos personales. En otras palabras, hoy se pide no sólo saber qué se aprende sino que también que cada uno esté consciente de su particular forma y manera de aprender.

Parece obvio que accedemos primero a entender el saber concreto. Sin embargo, ese aprendizaje con “peras y manzanas”, aunque simple, ya necesita cierto avance de logro en la capacidad de pensar. El aprender a pensar en abstracto es una etapa posterior, que requiere de lo anterior, ya sea que la preceda o que se esté dando en paralelo. El aprender a pensar es como una escalera con muchos peldaños. No se pueden saltar o desconocer las etapas anteriores. El avance de los aprendizajes siempre será acumulativo.

Se deduce entonces que el saber pensar es una habilidad compleja o, más bien, un conjunto de difíciles habilidades interrelacionadas. A su vez, se cree que el conocimiento y el pensamiento son interdependientes entre sí, pero se estima por los expertos que son distintos y yo lo comparto. Se ha dicho que “El pensamiento hábil es la capacidad de aplicar el conocimiento de un modo eficaz”. Es decir, a mayor cantidad cuantitativa y cualitativa de conocimientos, es más factible que el pensamiento sea más rico y la ejecución intelectual más eficaz. Y esto se enreda aun más si, como sabemos, personas con el mismo conocimiento pueden diferenciarse mucho en su habilidad de pensar o de aplicar lo que saben.

Se ha avanzado mucho en el estudio de la inteligencia humana. Y uno de los supuestos ha sido que las habilidades del pensamiento son susceptibles de ser enseñadas. Y por eso a algunas personas es necesario enseñárselas de modo explícito y formal. Junto a lo anterior, se cree que ciertas capacidades personales, mediante la ejercitación y el entrenamiento, pueden ser desarrolladas con mayor amplitud. Un ejemplo de ello lo encontramos en los preuniversitarios chilenos que se especializaban en PAA, pruebas de habilidades aplicadas sobre conocimientos elementales.

En la mayoría de los colegios se han enseñado habilidades y estrategias de pensamiento, pero casi siempre vinculadas a tareas específicas y limitadas. El buen aprendizaje nos exige que estas habilidades y estrategias puedan ser transferidas y adaptadas a nuevos problemas o situaciones previamente no experimentadas. Aprender a pensar contribuirá a mejorar el desempeño intelectual en materias abstractas, y a elevar el rendimiento escolar y las competencias diversas en situaciones sociales. Y todos podemos entender lo que digo si nos acordamos de ciertas clases en que no enseñaban sólo fórmulas para resolver problemas, y esto se veía agravado con el hecho de encontrar en los exámenes preguntas similares a las vistas en clases.

Aprendíamos o no a pensar y a  resolver problemas nuevos en las aulas chilenas?. Este es el problema de calidad más grave de la educación chilena. Esta es la deuda que el sistema entero tiene con la nación chilena. Es hora que superemos el saber concreto y apuntemos al saber abstracto, para a su vez, poder llegar al estado normal de aprender a aprender, hábitat normal de los países más avanzados.

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