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Existen días que sabemos que se acercan y que nunca se nos presentan iguales. Son los llamados días especiales, y uno de ellos es la navidad. Los no cristianos lo asumen como un feriado más y en su mayoría participan del evento regalando cosas y se dedican a descansar con los suyos. Los cristianos que saben que éste día no es uno más sino que es central en sus creencias,invitan a estar con sus familias, a recordar al niño Jesús, a ser caritativos, a disfrutar una buena cena, a reírse… Es decir, a muchas conductas y acciones buenas.

Hoy entré a un supermercado y poco vi de esa prometida tranquilidad de espíritu navideña. Todos corrían y muchos con rostros serios y tensionados. Miraban precios y arrugaban el ceño con una rabia inusitada. Observé transpiración, aquel sudor que se explicaba por la temperatura ambiente y la del bolsillo. Los hombres compraban rápido, quemándose las manos con los objetos que tomaban; algunas mujeres reflexionaban y se colocaban en estado religioso ante los distintos productos que tenían a la mano. Algunas parejas matrimoniales discutían a baja voz y con ansias de gritar ¡ Basta!…Los niños felices, alucinados ante tanta variedad de juguetes. Las cajeras estaban en un limbo satánico: las filas eran interminables, ojo cansados y sus dedos agotados…Las promotoras ofreciendo lo imposible, lo que maquinalmente se les enseñó a decir por los expertos en marketing…Los jóvenes que empaquetaban miraban a cada cliente tratando de adivinar si tenían cara de dejar una buena propina… Un pandemónium de conductas humanas diversas…Pero poco observé de sosiego y paz interior…
En cambio, en otros lados y espacios humanos se está respirando la soledad y el dolor. Ésta y otras fechas son fatídicas para muchos. Odian estos días porque les cuesta mucho más trabajo ocultar la pena interna que llevan.Conozco a muchos que sé que sufren por la ausencia de alguien, o porque la sociedad o la familia han decretado para ellos la soledad más cruel.
En navidad siempre me acuerdo del sentido del dolor, de esa pena humana que para los cristianos tiene sentido y que se lo explican a partir de el nacimiento de ese niño en Belén. Qué duda cabe que todos sufrimos ayer, hoy o mañana; pero nadie que quede claro, nadie se salva de experimentar esa sensación de dolor inmaterial. Hemos sido, somos y seremos solidarios en la pena que nos somete cada cierto tiempo y por las razones más diversas. Es una de las leyes de la vida. De esta vida que tiene mucho de insensata y mucho de maravillosa.
Sin embargo y pese a todo, en estos días no cometamos el error de transmitirles pena a los niños. Dejemos que sean felices. Que aprovechen intensamente estos días de inmensa alegría para ellos. Ya les llegará el turno de estar como nosotros: corriendo como desaforados; comprando como locos; peleando con los que están cerca; pidiendo créditos y sufriendo al pagar las deudas; comiendo como enajenados; bebiendo para sentirnos más locuaces; riéndonos de los chistes buenos y con la cara forzada ante uno malo o desatinado; diciendo a los vientos y a los dueños de casa que esta fiesta de navidad es inolvidable; asistiendo a las misas correspondientes y rogando que terminen pronto, ya que está más entretenido lo que está ocurriendo afuera de la nave principal….y ni hablar de las fiestas de año nuevo, que eso ya es tirar la casa por la ventana y no puedo escribir sobre ello, porque ya tengo suficiente con esta navidad como para torturarme con el futuro…

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Alguien comentó sobre “Un día especial para los cristianos del mundo

  1. No olvidar la pena de los otros y al mismo tiempo celebrar la vida. Lo único que querría agregar es que los seres humanos podemos construir las sociedades que queremos.

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