Compartir

Vuelvo de Bolivia, de esa ciudad que es Paz encumbrada en las alturas, del Malecón de La Habana.Vuelvo después de desenredarme de las trenzas firmes de las cholas, las mamacitas con faldones coloridos y guaguas colgando de mantas multicolores. Me desprendo a tientas y con dificultad del calor de La Habana, de sus cielos cambiantes, del mar salpicando la avenida abierta, vociferando, mientras los dientes albos de peatones mulatos ríen a destajo. Volver al terruño no es fácil, se los digo, a pesar de que acá están mis amores. Los hijos, la nieta, el nieto, la amistad que se borda entre vinito, conversas, sueños desperdigados, trabajos que apasionan, compromiso siempre renovado con todo lo que nombro Chile.

 

Sin embargo no es fácil.

 

Hay algo que de pronto se me ha ido haciendo ajeno, no me reconozco en tus lagos paisito de mi infancia. Siempre me miré en tu ojo de agua y me vi, señora de los desiertos con su historia de minería, matanzas, piedras preciosas, de las ciudades intentando ser cobijo, movimientos de humanos luchando por su destino, un destino luminoso mejor, gozoso, de campos bordados de tomates con olor a tomate y campesino unido a la tierra y damascos imperiales… No, no es que lo que fue sea mejor y que yo, precaria y buscadora, haya sido asaltada por una bocanada de nostalgia inútil y absurda y esté siendo incapaz de asombrarme y deleitarme con todas las novedades y maravillas de esta modernidad. No, no es eso. No es que todo tiempo pasado fue mejor. ¡No! Sé, cómo no saberlo, que hay pozos negros allá atrás, no hay duda. Y lo que fue, ya fue, partió… Es que después de salir del terruño constato lo que mi corazón sabe hace rato. ¡¡¡Hay tantas maneras de hacer país!!!!

 

Maneras más humanas.

 

Es tan notable caminar por comunidades donde no todo está basado en las cosas, en tener o no tener, en ganar más o menos, en no tener y sufrir, en trabajar como única meta de la vida para alcanzar el nuevo plasma, el nuevo bow window con cerámica, la zapatilla de marca, trabajar para tener algo, tener mucho, ojala mucho, tener televisores en cada pieza para comer en bandejas y no vernos nunca más porque estamos agotados y necesitamos anestesiarnos un rato para soportar la vida fome, endeudada y vacía que llevamos.

Es tan notable escuchar conversaciones que versan de destinos y familias, del abuelo, de la niña que recitó a Martí en el colegio, de cómo hacer para ir a la playa todos en choclón, de lo rica que está la primavera o que el otoño, este año, viene bravo.

Ver televisiones plagadas de gente que conversa de política, de la sociedad con genuino interés por lo que ocurre. CONVERSA, HABLA, DESARROLLA LENGUAJE, IDEAS. La gente ve esos programas, los escucha, se interesa, opina, conversa en sus casas, en las micros precarias, defectuosas y de colores chillones y distintos, atiborradas de personas. Horas de gente hablando, compartiendo miradas. Horas de cine, teatro, artistas plásticos, escritores reflexionando.

Países en que se construye cultura e identidad desde el cómo se produce el estaño, la papaya y el mango, la chalas que usaremos después.

Países en que el progreso no tiene que ver con estadísticas, que no tiene que ver con la economía. Países en que el éxito pasa por otros rincones y que ser rico no es tener cosas, hartas cosas, millones de cosas que terminan ahogándonos.

Países en que los artefactos, autos, utensilios diversos se echan a peder y se arreglan, no se tiran acumulando kilos y metros y kilos y metros de basura. Existe la cultura del tornillo, del alambrito salvador que vuelve a poner en funcionamiento la máquina.

Si, sé, son países llenos de problemas… lo sé, lo sé, podría nombrarlos por montones. Son países subdesarrollados, países pobres, países que NO ESTÁN, CLARAMENTE, EN VÍAS DE DESLUMBRANTE DESARROLLO pero hay un airecito de mundo al alcance del humano, un airecito sutil y calmo de algo abrazable todavía,  un alguito que te cobija amablemente. Finalmente, son países que pertenecen a sus habitantes y que ellos son parte de la leyenda desde muy atrás, para bien o para mal. Países que aún no se han ido de las manos de la gente y que la gente aún puede mirarse en las aguas profundas de esas tierras y ver su rostro, feo y bello, y decir: Este es mi rostro.

Compartir

3 Comentarios sobre “De regreso desde América Latina

Responder a Paul Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *