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“Al saber que nuestras acciones pueden hacer peligrar el bienestar de las generaciones futuras, la humanidad enfrenta un desafío sin precedentes: anticiparse a las crisis por venir, considerar las alternativas futuras y adoptar las opciones adecuadas. El problema del futuro, que antes era materia para soñadores y filósofos, se ha movido al centro de las agendas científicas y de desarrollo.” (Raskin et. al., La Gran Transición, 2005).*

De esa conciencia acerca del potencial riesgo de sobrevivencia para las generaciones futuras, ha emergido el imperativo de la sustentabilidad en el actual cambio de época histórica. La expansiva centralidad en el vivir individual y social que, desde los años sesenta del siglo pasado, ha ido adquiriendo el concepto de sustentabilidad, es a la vez una expresión y un activador del cambio de época histórica.

La sustentabilidad, como desafío emergente y catalizador cultural, es hoy acuciante en el vivir económico. Una pregunta inédita durante la modernidad, aunque ahora cada vez más reiterada, gira en torno a ¿si es viable continuar con la lógica del crecimiento económico ilimitado o bien es urgente transitar a un Decrecimiento – Retirada Sostenible o hacia una liberación – expansión de neo fuerzas productivas eco-tecno eficaces? Pero no solo en el dominio económico, también la sustentabilidad se expresa como desafío interrelacionado en la arquitectura, en la ingeniería y en diversos aspectos de la vida cotidiana.

Para aproximarnos al concepto, veamos qué dice la Real Academia de la Lengua (RAE) sobre lo sustentable y lo sostenible. Sustentable es lo que se puede sustentar; y sustentar es el acto de conservar algo en su ser o estado. Mientras la palabra sostenible alude a un proceso que puede mantenerse a si mismo. De estas definiciones, muy básicas, quedémonos con dos ideas que están en la base de ambos conceptos: lo que denota la palabra conservar, por un lado, y el proceso autorreproducible, por otro. Es que es muy interesante la potencia conceptual que conlleva la articulación del sentido de ambas palabras (sostenible-sustentable), pues desde la ciencia sistémica hoy sabemos que para que un proceso-sistema se auto-reproduzca, este debe conservar algo.

Y en esto radica la clave del por qué históricamente en la actual transición de época ha emergido el concepto sustentabilidad o sostenibilidad: pues, es hoy cuando vivimos conscientemente el desafío histórico de la autoreproducción del sistema social, cuya condición es conservar el acoplamiento estructural congruente entre cultura humana y biosfera. (1)

A inicios de los 80, Lester Brown, Premio de Naciones Unidas por su aporte ambiental y fundador del World Watch Institute, fue pionero en acuñar políticamente el concepto desarrollo sostenible o sustentable. Él definió a una sociedad sostenible como aquella capaz de satisfacer sus necesidades sin disminuir las oportunidades de las generaciones futuras. A poco andar, en 1987, la formalización definitiva del concepto vino de la mano del Informe Brundtland, en la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas: ssatisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades.

Más allá de la deriva posterior del concepto creado por Brown (apropiado por el establishment eeconómico, hasta casi vaciarlo de sentido), lo que importa es que el concepto sustentabilidad como una interpelación para crearnos un nuevo modo de vida y actitud, primero, y el desarrollo sustentable, en su forma de discurso económico y político, después, fueron las primeras respuestas a lo que veníamos haciendo como sociedad moderna, cuando enceguecidos por el crecimiento económico y demográfico ilimitado, más el “progreso” material y tecnológico, arribamos a un punto en que potencialmente podríamos clausurar las oportunidades de las generaciones venideras, además, de autodañarnos en el presente. Apenas unas década antes –en los sesenta- habíamos empezado a tomar conciencia colectiva de la pérdida de biodiversidad, la destrucción de la capa de ozono y las primeras proyecciones del cambio climático.

¿Por qué habíamos arribado a ese punto? Precisamente la respuesta se relaciona con el sentido más profundo de las palabras sustentable y sostenible: por no conservar lo que debíamos conservar para que el sistema se autoreprodujera. Ese, por tanto, es el desafío de la sustentabilidad: hacer coherentes-congruentes nuestras actividades economicas con la naturaleza, cosa de sustentar-conservar  las mismas, y así permitir la autoreproducción del sistema social y la continuidad intergeneracional. Esto es, no pertubar de manera destructiva el acoplamiento estructural cultura-naturaleza, con la eventualidad incluso que se destruya la organización-sistema cultura. Por ello, de ahí en más, como veremos, expansivamente todos los esfuerzos humanos han apuntado a hacernos cargo de tamaño desafío.

Y por ello, incluso, organismos internacionales y una diversidad de autores desde hace un tiempo han venido reflexionando sobre distintos y potenciales escenarios históricos; corolario de la crisis de continuidad –de sustentabilidad- a la que como humanidad nos ha arrastrado el modo de vida  moderno.

En el estudio colectivo y global, La Gran Transición, citado en el epígrafe, se consideran tres posibles escenarios históricos: el de los Mundos Convencionales, el de la Barbarización y el de las Grandes Transiciones.

El primero supone que el sistema global en el decurso del siglo XXI evolucionará sin mayores sorpresas, ni habrán fuertes discontinuidades ni transformaciones fundamentales de las bases de la civilización humana. Las mismas fuerzas y valores dominantes –de la modernidad- que conducen actualmente la globalización serán las que conformarán el futuro. En este escenario, algunos ajustes graduales de mercado y de políticas, junto a innovaciones tecnológicas, permitirían resolver los problemas sociales, económicos y ambientales. Según la mirada de los mundos convencionales, tan solo hoy vivimos una época de cambios.

Al contrario, el escenario de la Barbarización considera la posibilidad que la lógica moderna convencional sea incapaz de resolver los actuales problemas y que, por el contrario, estos lleven sucesivamente a crisis auto-amplificadas que vayan superando cada vez más la capacidad de las instituciones convencionales para resolverlos, con la consecuentes crisis y dolor social, anarquía o tiranía.

Y en el escenario de las Grandes Transiciones se esperan profundas transformaciones históricas. Emergen y se consolidan nuevas conductas, valores y miradas que ponen el acento en la búsqueda del bienser y de un bienestar basado en la calidad integral de vida, la simplicidad voluntaria y la suficiencia material, la solidaridad y la equidad planetaria, la sostenibilidad con el medio ambiente.

Estos dos últimos escenarios, históricamente posmodernos, son consistentes con el supuesto que hoy vivimos un cambio de época histórica.

En nuestra opinión, estos tres potenciales escenarios históricos en los hechos hoy ya están coexistiendo y son la expresión del desgarro propio de una transición epocal. Y somos los hombres y mujeres que vivimos en el presente como Historia, con nuestras deseos, ideas y acciones, quienes conciente o inconcientemente orientamos la balanza en un sentido u otro.

El escenario de mundo convencional, por ejemplo, aún hegemónico y  administrado por la sensibilidad tecnócrata, quiere continuar con el modelo de desarrollo y visión de mundo propio de la modernidad occidental; mirada que luego de una inequívoca creatividad en la deriva humana, en el último tiempo se ha mostrado agotada e incapaz de lidiar con los nuevos desafíos de un mundo interrelacionado y de superar su sino también destructivo.

El escenario de la barbarización se expresa en las destrucciones parciales, tanto ambientales, como tecnológicas, sociales o causadas por enfermedades, que estamos viviendo y que, si se tienden a extremar, podrían terminar causando una regresión en la cultura material de la especie (el sociólogo e historiador de la cultura norteamericano Morris Berman, en su obra el Crepúsculo Americano ha escrito páginas notables proyectando una suerte de nueva Edad Media).

Y el escenario de la Gran Transición también lo vivimos a través de la expansiva y diversa construcción, con ideas y prácticas, de la emergente nueva mirada o paradigma social ecológico y sistémico. La promesa de este escenario, aunque con tensiones, es abrir un nuevo cauce a la deriva humana.

Aunque la actual crisis de época es planetaria (pues son globales sus dimensiones demográficas, económicas, tecnológicas y ambientales, entre otras), es igual de complejo y abierto la manera cómo las distintas áreas socio-geográfico-culturales participan y participaran de estos escenarios.

En el mundo occidental, la vieja y moderna Europa, en tanto orgánicamente auto-construyó la modernidad, hoy, dicho en forma coloquial, vendría históricamente de vuelta de la misma, por lo que estaría mejor preparada para la Gran Transición (es la tesis de Jeremy Rifkin en su obra El Sueño Europeo). En cambio, el gobierno de Estados Unidos, Estado nación moderno más joven, soberbio e impetuoso, ha actuado reactivamente como adalid del Mundo Convencional en las conferencias mundiales a la hora de asumir políticas ambientales coherentes con la transición necesaria. Sin embargo, sus intelectuales, en especial de la costa oeste americana, son los portadores de la reflexión más avanzada sobre estos procesos histórico transicionales (Ken Wilber, Fritjof Capra, Thomas Berry, Morris Berman, Brian Swimme, Al Gore, Ray Griffin, y un largo etcétera), así como sus movimientos contraculturales internos son una avanzada planetaria en estos desafíos.

Asia, con su especifica modernización, hasta hace poco solo quería crecer económicamente, sin importar los costos ambientales u otros. En los últimos años, sin embargo, afortunadamente China estaría empezando a ser sensible ante la magnitud y urgencia que nos impone la crisis ambiental. En marzo de este año, por ejemplo, en la reunión política más relevante del sistema político chino, que convoca a la Asamblea Popular Nacional y a la Conferencia Consultiva del Pueblo, los principales líderes acordaron abordar seriamente las necesarias innovaciones en lo ambiental y productivo.

América Latina, con su modernización ¿frustrada o realmente existente?, es un crisol abierto. Desde ánimos enfocados en el crecimiento económico a cualquier precio, que no ven la crisis, hasta tesituras indigenistas que en los encuentros planetarios asumen posturas radicales en pro de una Gran Transición cultural pos-occidental y posmoderna. Ese fue, por ejemplo, el rol de Evo Morales y Bolivia en la última cumbre ambiental en Cancún 2010. Y finalmente África, pero poco se puede decir del continente donde viven los condenados de la Tierra, parafraseando la ya añosa expresión del desaparecido líder anticolonialista y panafricano, Franz Fanon.

El historiador británico Arnold Toynbee, en su conocida teoría cíclica sobre el nacimiento, desarrollo y ocaso de las civilizaciones, trazó la sugerente tesis que estas nacen y se expanden cuando sus respuestas son exitosas antes los desafíos que al ser humano en su devenir le toca vivir; así como en estas adviene el ocaso y la decadencia cuando son históricamente impotentes para enfrentar nuevos desafíos. En el escenario del ocaso, la radicalidad del mismo, dependerá de la emergencia de la cultura naciente que –como opuesto- conlleva toda decadencia.

Y como en el devenir histórico no hay nada definido a priori, la verdad en la Historia es sólo lo que ocurrirá tras el despliegue de nuestros deseos, que ojala en la actual encrucijada se orienten o tomen partido por la sustentabilidad; atractor o idea fuerza convocante para materializar y convertir en hegemónico el escenario de la Gran Transición.

Así como los siglos constituyentes de la modernidad fueron animados por el movimiento intelectual y creativo de la Ilustración, que ayer actuó como un nuevo paradigma social moderno y subversivo ante lo que era la agotada cosmovisión del mundo feudal y medieval, las décadas postsesenta del siglo XX y las próximas décadas del siglo XXI están siendo y estarán animadas por el movimiento de nuevas ideas y prácticas del paradigma social posmoderno (llámese paradigma ecológico, holístico, sistémico o como sea) que hoy esta cuestionando desde sus raíces el antiguo y agotado modo de vida y cosmovisión moderna. En ambos casos, ayer y hoy, se trata de procesos en los que todo lo humano, ya sea consciente o insconcientemente, se ve interpelado a tomar partido.

Es entonces ese contexto histórico, signado por el desafío de la sustentabilidad, el que explica las preguntas que distintos autores nos hemos venido haciendo desde hace años. Sólo algunos botones de muestra. La comunidad humana y el mundo natural llegarán al futuro como una sola comunidad sagrada o ambos perecerán en el desierto. (Thomas Berry – Thomas Clarke, 1991) Quizá la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos “salvar” la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización. (Jeremy Rifkin, 2004 – 2010); La única pregunta que en este viaje hoy tiene sentido es si la humanidad moderna ¿podrá sobrevivir a sus propios poderes? He ahí el desafío a nuestra creatividad. (Hernán Dinamarca, 1998)

Otros autores, lo dicen de manera aún más intensa: “nuestro mundo tiene los días contados, se avecina un colosal cambio que hará saltar en mil pedazos la periclitada modernidad… Dentro de muy poco, cuando volvamos a mirar fotografías en las que aparezcan nuestros rostros y que hayan sido tomadas a finales del siglo XX, nos asaltará la nostalgia de haber vivido, no ya en otro siglo, sino en otra era histórica. La página que comenzó con la Revolución Francesa se acabará de voltear definitivamente en el siglo XXI” (Sánchez Inarejos, Juan José, 2001).

Es que el proceso histórico que vivimos es crucial. “La ignorancia humana respaldada por la tecnología primordial o tribal era capaz de infligir un daño limitado a la biosfera, pero esa misma ignorancia apoyada por la industria moderna es capaz de destruir la totalidad del planeta. Tenemos, pues, que separar estos dos puntos, la ignorancia y los medios de que disponemos para ejercerla, porque actualmente y con la ciencia tenemos, por vez primera en la historia, una forma de superar nuestra ignorancia, en el mismo instante preciso en que hemos creado los medios para que esa ignorancia resulte globalmente genocida. Ése es precisamente el quid de la modernidad. Finalmente sabemos más pero si no actuamos en concordancia con lo que sabemos terminaremos todos muertos, lo cual aporta un nuevo significado a la frase de Confucio: «Que puedas vivir en un tiempo interesante»”. (Ken Wilber, 1997).

Sin duda, vivimos una encrucijada interesante. El cambio de época histórico  se acelera, las crisis se profundizan, las contradicciones se agudizan, las dinámicas sociales se complejizan.

El desafío urgente es que seamos capaces de crear un nuevo modo de vida, única manera de otorgarnos sustentabilidad y continuidad. Y para hacerlo es imprescindible –en nuestras conductas individuales y sociales- una radical ruptura de sentidos y prácticas con el antiguo y agotado paradigma social o cosmovisión de la humanidad moderna.

O escrito con los matices debidos: se trata de abandonar la mirada moderna que reduce, que fragmenta, que separa,  que unilateralmente promueve, valora e impone el lucro, el productivismo y el consumismo por sobre todas las cosas; y, a contrario sensu, se trata de profundizar en las emergentes ideas y valores de la nueva mirada sistémica y ecológica, que es posmoderna, así como también de emular el espíritu crítico, la autonomía, la creatividad y los primeros pasos de la empatía que nos enseñaron algunos de los padres fundadores de la modernidad.

A la fecha, la Carta de la Tierra (2000), elaborada en el entorno de las Naciones Unidas, por una pléyade de líderes a nivel planetario, es el documento más amplio e inclusivo y que mejor recoge los aportes de la nueva mirada sistemica y ecológica para dar una respuesta acorde al desafío de la sustentabilidad (ver en www.cartadelatierra.org).

 

www.hernandinamarca.cl

 

* El ensayo La Gran Transición: la promesa y la atracción del futuro (2005, versión en inglés – 2006, versión en español, CEPAL, ONU) es la culminación del trabajo del Grupo de Escenarios Globales, convocado en 1995 por el Stockholm Environment Institute como una estructura diversa e internacional para examinar los requisitos necesarios para lograr una transición hacia la sostenibilidad. Con el paso de los años, el Grupo ha aportado importantes evaluaciones de escenarios para organizaciones internacionales.

 

1). El concepto acoplamiento estructural en los últimos años ha venido siendo usado primero en la biología sistémica (Maturana – Varela) y luego en las ciencias sociales sistémicas. Es un concepto extraordinariamente útil para distinguir y comprender la relación interactiva, co-deriva de influencia y perturbaciones mutuas, entre sistemas. El acoplamiento estructural aplica para sistemas vivos (autopoíeticos) y sistemas sociales (sociopoiéticos). Esto es para sistemas que se autocrean como red cerrada cuyos componentes se autoreproducen conservando su organización y conservando su acoplamiento estructural congruente entre si y/o con su entorno.

El acoplamiento estructural ocurre a través de las perturbaciones-irritaciones que surgen de los flujos de intercambio entre los sistemas. Todo en una dinámica adaptativa mutua que hoy en la Historia resulta crucial. En ése marco comprensivo, mientras nos movamos en conductas coherentes con las perturbaciones toleradas por la memoria común-historia de acoplamiento, los sistemas cambian conservándose al mismo tiempo, en si y en su acoplamiento. Si las conductas de ambos o uno de los sistemas acoplados escapan de esa memoria común y se tornan en perturbaciones mutuamente destructivas –no congruentes-, ya sea ambos o uno de los sistemas pueden desaparecer. Y en casos extremos, como cuando hablamos de las interacciones de acoplamiento entre sistemas mayores (que es el caso de la memoria hoy común de la especie humana (la cultura e Historia como sistema) acoplada con la biosfera), debido a nuestras actuales conductas extraordinariamente irritantes para el sistema biosfera, incluso podría colapsar la deriva de parte importante de la especie.

 

 

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