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Vista  Desde el satélite, Islandia (Iceland, país de hielo) es un puntito minúsculo, cerca del Círculo Polar Ártico,  a medio camino entre Groenlandia y Escocia. Es el país más occidental de Europa y   su capital, Reykjavík,  la ciudad capital  ubicada más al norte del planeta.

 Pero esos hitos geográficos son tema menor, al lado de las diferencias que este  país marcó a la hora de enfrentar la crisis financiera que tiene por las cuerdas a Europa y Estados Unidos.   Y al FMI como supremo juez, decidiendo a qué países les corresponde el  infierno de la bancarrota y cuáles sobrevivirán, a punta de préstamos que reemplazan  la quiebra por el largo calvario de una deuda, al servicio de la cual cada ciudadano se levanta más pobre de lo que era al irse a dormir…con excepción de los banqueros. Así era al menos hasta el 7 de junio de 2011, cuando  Islandia inició juicio  a su ex Primer  Ministro, el conservador Geeir Haarde, por su responsabilidad en la crisis que llevó a la bancarrota al país, en octubre del 2008.

Haarde  se convirtió  así en el primer líder político en el mundo imputado por  la crisis global que remece al capitalismo. La determinación de llevarlo a la justicia, surge  de un acuerdo alcanzado en septiembre del 2010 en el Parlamento  islandés, tras el informe de una comisión investigadora  cuyas conclusiones establecieron la necesidad de    juzgar también a  ejecutivos de la banca. El ex Premier hoy está  acusado por la fiscalía de:”actuar con extrema negligencia  durante la crisis (…) y ocultar información a los ciudadanos y a su Gobierno sobre la gravedad de los datos de que disponía”, mientras el ex presidente de uno de los tres bancos que quebraron el 2008  pasó, a inicios de  mayo, 12 días en prisión preventiva, acusado de ejecutar “prácticas criminales” durante su gestión, lo que acrecentó la estampida de banqueros fuera de la isla. Fuga por demás inútil,  pues el gobierno de  Jóhanna Sigurðardóttir, sucesora de Haarde y actual gobernante, encargó a Interpol su captura y nueve de ellos fueron detenidos en Londres el pasado marzo..

Así están las cosas en un país que, a fines de junio, debe  someter al parlamento  el borrador de la primera Constitución en el mundo redactada con la participación activa de la ciudadanía, a través de las redes sociales

Intuición periodística

No  dejo de preguntarme por qué este tema no da para titulares en la prensa local y pasó  sin acaparar portadas  aún en la prensa Europea.  Al fin y al cabo, antes que termine el 2011 podría llegar a  la cárcel, como uno de los  responsables políticos de la debacle financiera global más grave desde la crisis del ‘29, el ex Premier del país que, por  dos años seguidos (2005 y 2006), desbancó a Noruega del primer lugar  en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por  el PNUD considerando tres parámetros:  vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno; ranking en el cual Chile ocupó el lugar Nº 45  el 2010.

Llegué al tema por corrillos en facebook y otras redes. Descubrí que  es la democracia más antigua del mundo (se remonta al 930 DC) en un país cuyo idioma, el islandés, es el mismo que hablaron los vikingos, lo que lo hace una de las lenguas vivas más antiguas del planeta. Eso significa que hoy pueden leer escritos que se remontan a sus antepasados de primer milenio, en su lengua original. La  población habla además  inglés y  danés, lenguas que estudian desde los 11 años y  entre los jóvenes, sobre todo en Reykjavík, no son raros los hispanoparlantes. Me auto asigné la tarea de organizar la información que circula y reportear en la red, porque tal vez no sea tan equivocada mi intuición y  alguien se interese por  conocer y comprender este proceso, que algunos llaman  “revolución silenciosa” …¿o era “revolución silenciada”?.

País de veranos fugaces

Islandia es  una isla de origen volcánico, cuya principal industria es la pesca. El turismo es una actividad económica muy desarrollada pese al clima y, a propósito de él, aprendí un chiste islandés: “Me avisaron que había llegado el verano –dice un hombre- pero justo tuve que ir al baño, así que me lo perdí”.

En  esta época del año -temporada alta  que se prolongará hasta mediados de agosto- el día es interminable y un sitio turístico sugiere: “proponer matrimonio bajo las auroras boreales es una experiencia que no se olvida”. No parece mala idea. Les dejo un par de links, souvenir de mis jornadas virtuales por esos lares, provenientes de un colega ciclista cuyo blog recomiendo enfáticamente:

Senderismo en el sur de Islandia

Islandia otro planeta en la tierra

El viejo asunto de la burbuja

Un  creciente flujo de capital expandió las economías norteamericana y  europea en esta década. Para los 329.279 millones de islandeses que, según las N.U., residen en los 103.000.Km2 que ocupa la isla (algo más pequeña que la Región de  Aysen en Chile) aquello se tradujo en un incremento en su desarrollo. El 2008, cuando contaban con la mejor calidad de vida del mundo,  algunos  advertían  que el capital artificialmente inyectado en la economía en calidad de préstamos, constituía una burbuja financiera. Y que, tarde o temprano, toda burbuja… explota.

El documental “Inside Job”(trailer aqui ) Oscar 2011 en su categoría y premiado en los  festivales de Cannes, New York y Toronto en 2010, desarrolla al respecto una teoría que hasta hoy nadie desmiente: movidos por la usura, los banqueros norteamericanos especularon inescrupulosamente con los ahorros, depósitos, pensiones e hipotecas de sus clientes. Ello fue posible gracias a la  desregulación del sistema financiero que inició Reagan e incrementaron  los dos Bush y el demócrata Bill Clinton. El documental está disponible en  Youtube,  para quien se dé el tiempo de bajarlo, y de él se infiere una fórmula perfecta: desregulación más codicia multiplicado  por especulaciones inescrupulosas, es igual a: la tragedia de cientos de miles de personas perdiendo ahorros y empleo en ese país y en todo el mundo.

Pero Islandia no necesitó el documental para anticipar esa conclusión.  El sector financiero se desreguló y privatizó el año 2000. A partir de entonces, los bancos ofrecieron préstamos con intereses desmedidos y especularon  tomando, a su vez, préstamos con bajos intereses en el extranjero. Seducidos por los altos intereses ofertados, inversionistas externos, principalmente británicos, americanos y holandeses, depositaron su dinero en bancos de  la isla. El colapso era previsible, pues los fondos comprometidos excedían con mucho los activos de la banca privada.

Pese a los avisos emitidos -entre otros- por el Banco Central, el Primer Ministro Geeir Haarde  no adoptó  medidas para  prever el colapso o reducir sus efectos. En octubre de 2008, el Banco Central de Islandia informó que el dinero adeudado por la banca privada al extranjero en el segundo trimestre de ese año,  equivalía seis veces  el PIB del país. Se dejaba sentir la crisis financiera mundial. El parlamento aprobó una Ley que permitía al gobierno hacerse cargo de los bancos y .como los éstos no tenían capital para cubrir sus deudas, uno por uno fueron nacionalizados. Las cosas fueron de mal en peor,  la Bolsa suspendió su actividad cuando sus valores se hundieron más de un 70% y la moneda islandesa (corona) perdió más de la mitad de su valor. El país estaba en quiebra.

Y ahora… ¿quién podrá defendernos?

Casi de un día a otro, cada ciudadano islandés enfrentó las situaciones cotidianas en que derivan cifras como estas, tomadas  del Centro Nacional de Estadísticas islandés  :  el 2009 la  tasa de desempleo alcanzó el 7,2%  (13.100 personas sin trabajo) cuando las más altas cifras de cesantía en la historia reciente del país se remontan a mediados de los ’90, alcanzando -en su  peack- al 5,3% de la población económicamente activa.  El IPC subió un 11,9% de abril de 2008 a abril de 2009 y los precios se  incrementaron en un 20% desde abril de 2008 hasta enero de 2009.

No se requiere mucha imaginación para deducir el quiebre social, cultural y político que siguió a la catástrofe financiera. En la experiencia política de los islandeses, la última vez que las mayorías ciudadanas  confrontaron al poder fue en 1949, cuando se manifestaron contra la Otan. Enfrentados a una crisis que afectó transversalmente a la sociedad, constataron  que ningún partido o líder  advirtió la crisis inminente o se opuso a sus responsables y, ya en medio de ella, la clase política no lograba  articular respuestas coherentes.

Para salvar la situación, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prestó US$2.100 millones y los países nórdicos ayudaron con otros US$ 2.500 millones. La deuda externa se disparó hasta superar nueve veces el PIB de la isla y se inició un debate nacional: con cargo a esos préstamos ¿deberían el país asumir la deuda de la banca privada, devolviendo a los inversionistas  sus capitales,  porque los privados  hicieron ofertas sin respaldo en sus propios recursos?

 La hora de los nuevos líderes

A los 63 años, Hörður Torfason,  escritor, cantante, compositor, activista y una de las voces que advirtieron -en años precedentes- el riesgo a que se sometía el país bajo las prácticas de un liberalismo desenfrenado, optó por pasar de la denuncia a la acción.  Apareció un sábado ante el edificio del Parlamento, premunido de una cacerola que golpeaba con una cuchara  de palo y se puso a protestar. Tiempo después, contó a un periódico hispano  que fue tan nuevo aquello de ver protestas callejeras, que los transeúntes se acercaban a preguntarle qué estaba haciendo y “para qué tanto ruido”. La policía, por su parte, observaba desde el desconcierto. Terminaba el 2008.

La bandera del cerdo

El 22 de enero  de 2009, ya los islandeses habían comprendido la convocatoria de Torfason y 2.000 personas enfrentaron a la policía frente al parlamento, lanzando a los agentes del orden pintura, huevos, zapatos y lo que tuvieran a mano. Las manifestaciones se multiplicaron día a día durante 5 meses,  abarcando hasta los más apartados puntos del país. En una de ellas, un joven trepó al tejado del Parlamento y sustituyó la bandera patria por la de un supermercado, cuyo logo es un cerdo sonriente. El estandarte flameó más de un día sobre el edificio de gobierno, antes que las autoridades se dieran cuenta.

La clase política islandesa destacó la creciente violencia, enfatizó la necesidad de unirse ante la crisis y criminalizó los desmanes. Torfason promovió una nueva conducta: cada vez que la policía reprimía a los manifestantes, ellos compraban flores, las regalaban a los agentes e iniciaban un diálogo, respondiendo a los palos con preguntas sobre cómo afectaba a los  policías la crisis y convirtiendo las detenciones en las comisarías en foros abiertos o espacio para dirigir discursos a sus captores. Torfason enunció como principios del movimiento que lidera, la defensa de la libertad de expresión y el compromiso con la no violencia activa, así como la necesidad de devolver a los ciudadanos el protagonismo en  el debate de los asuntos del Estado y la necesidad de “evitar el fanatismo”. Su técnica es  pedir  opinión a la gente, crear un foro informal sobre los temas a resolver y  entrar en acción a partir de los acuerdos que movilizan a la mayoría.

Asamblea Constituyente

Las masivas concentraciones consiguieron la dimisión del Primer Ministro Geeir Haarde y del Parlamento, junto a  la convocatoria a elecciones anticipadas. En abril de 2009 fue elegido el gobierno de coalición, formado por la Alianza Social-Demócrata y el Movimiento de Izquierda Verde, que encabeza hoy Jóhanna Sigurðardóttir.

Pese a las magras cifras de la economía, el Parlamento propuso la devolución de la deuda  a Gran Bretaña y Holanda, compromiso que recaería –vía impuestos- sobre cada islandés mensualmente durante 15 años, al 5,5% de interés. Las protestas volvieron a las calles,  exigiendo que la  decisión fuera plebiscitada. En marzo de 2010 un aplastante 93% se negó a devolver la deuda, al menos en esas condiciones. Los acreedores rebajaron el interés al 3% y ampliaron el plazo a 37 años. El parlamento aprobó esa moción por tan estrecho margen, que se optó por un nuevo referéndum. Un 60% rechazó la decisión del parlamento esta vez y la no devolución de capitales se impuso. Ahora es trabajo de los políticos negociar con los acreedores y resistir sus presiones.

En este contexto se optó por redactar una nueva Constitución, que recogerá las lecciones aprendidas, sustituyendo el marco jurídico que posibilitó a quienes ejercen el poder político, coludidos con el poder financiero, pasar por sobre la voluntad e intereses de los electores a que representan

En lugar de entregar la tarea  a expertos y políticos, Islandia decidió recurrir a los ciudadanos. Más de 500 candidatos postularon a integrar la Asamblea Constituyente que redactará la Carta Magna. Fueron elegidos 25 de ellos, entre los que hay abogados, estudiantes, periodistas, granjeros y representantes sindicales. La Asamblea electa ha pedido ideas a los islandeses, especialmente a través de redes sociales como Facebook, Twitter, YouTube y Flicker. “Siempre me ha quedado claro que un examen exhaustivo de la Constitución sólo se llevaría a cabo con la participación directa del pueblo islandés”, declaró la Premier Johanna Sigurdardottir, impulsora de la revisión de la nueva Constitución desde que asumió el cargo.

Los interesados en presentar recomendaciones deben proporcionar sus nombres y direcciones. Las ideas se transmiten a la Asamblea, pero están abiertas a la discusión en línea. El borrador de la nueva Constitución deberá completarse a finales de junio, aunque la Asamblea puede solicitar una prórroga de un mes. Después de eso, el trabajo de los ciudadanos será enviado al parlamento, para su debate y aprobación final.

Otra vez me dan ganas de terminar mi crónica con un comentario del ilustrador Guillo Bastías, porque de algún modo siento que une experiencias y posibilidades  de acá y de allá. Otra intuición periodística.

 

 

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