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Estos tiempos de expresión ciudadana me han  estimulado a profundizar en el conocimiento de lo que somos, en tanto miembros de una sociedad local, nacional y global.

Cuando uno lee acerca de lo que significa ser ciudadano, aparece la noción de ser una persona activamente informada. En el caso de debates entre distintos puntos de vista o en los periodos del calendario político en que somos llevados a elegir,  esa condición nos ayuda a que podamos tener juicios fundados o basados en evidencias. Si tenemos información suficiente, podremos discriminar, de acuerdo a nuestros propios intereses.

Si descubrimos nuestra  necesidad de información y eventualmente la buscamos, podríamos encontrar obstáculos. Giovanni Sartori, cuando  analiza la  relación entre la sociedad de la información y la democracia, señala que, crecientemente en la televisión y algo menos en los periódicos, podemos constatar dos fenómenos que no sirven a este propósito: la sub-información  o información insuficiente, y la desinformación o información distorsionada. “Lo que interesa al sistema político, al ciudadano en su verdadero sentido, es la información sobre asuntos públicos de interés público”.  Y no es esto lo que están ofreciendo los medios. Sartori lo explica en una frase: “si recibo información sobre algo que no comprendo, no me interesa”. Y, como dice más adelante, uno de sus efectos es generar desinterés en la política.

Es provocador también escuchar acerca de las consecuencias negativas de este desinterés: vota una minoría; la composición socio-económica es sesgada a favor de grupos de mayor capital económico, social y cultural; se erosiona la legitimidad del sistema político y se produce un déficit de representatividad y sesgos en los procesos de generación de las leyes (Lipjhart, 1997). Es por tanto una muestra de lucidez el que se haya iniciado entre los jóvenes una campaña a favor de la inscripción electoral.

Otra distinción que Sartori nos aporta es la diferencia entre información, o “acumulación de conceptos” y el conocimiento o “control cognitivo de las cosas”. Desde lo cognitivo, los ciudadanos  pueden adquirir una “demo-competencia” para  acceder al “demo-poder”. Esta reflexión proviene de reconocer la desigualdad entre los ciudadanos. ¿Cómo se produciría este salto al conocimiento?  Creo que la apuesta más segura es asumir individual y colectivamente este desafío. Lo que requiere determinación y esfuerzo.

Más allá de estos obstáculos y desafíos está el genuino interés por construir una sociedad humana. Es difícil concebir que podamos transformar las cosas sin antes detenernos a examinar nuestras propias conductas, emociones y pensamientos. Hoy se está expandiendo una cultura de auto-conocimiento y de confianza en el ser humano, que le da un sentido a nuestras vidas al favorecer la apertura hacia los demás. Esto resuena en nuestra cultura local que  tiene profundas raíces solidarias, aunque a veces parecen debilitadas. Sin embargo, somos testigos de su renacimiento muchas más veces. Eso indica que están siempre presentes, latentes como las flores del desierto. Desde este respeto por nosotros mismos y nuestra consideración por los demás, podemos iniciar nuestro camino para ser ciudadanos amables.

 

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