Compartir

En los tiempos que hoy vivimos los medios de comunicación se ven obligados a reinventarse aceleradamente en virtud de satisfacer los requerimientos de sus audiencias, las cuales tienden a ser cada vez más segmentadas, y la aparición de nuevas tecnologías, que a su vez traen consigo nuevas formas comunicativas y de consumo. Este fenómeno de disrupción y adecuación, simultáneamente, nos entrega nuevos canales y chiches tecnológicos, lo cual ha significado la obsolescencia de otros. En este contexto, la radio ha logrado no solo mantener su vigencia, sino que más bien ha ampliado sus campos de influencia.

Como sabemos, la radiodifusión tuvo su primera gran época de oro en la primera mitad del siglo XX, donde su rol en lo que se denomina el fenómeno de la cultura de masas fue capital. Si ya el cine había abierto las posibilidades de acceso a multitudes excluidas de los medios escritos por no dominar la lectura, este medio, con su inmediatez y la posibilidad de mantener un contacto permanente con su audiencia, generó la base para lo que años después se conceptualizó como la “aldea global” para aludir a esa situación de interconexión de lo económico, lo cultural y lo social que caracteriza la sociedad contemporánea. Los noticieros a la hora o el reporteo en directo hicieron que lo que ocurría en diversos lugares pudiera ser conocido en muy breve tiempo, o por medio de una trasmisión en directo en ese mismo momento. Además, el lenguaje de la música encontró en este medio una formidable caja de resonancia, posibilitando entonces la difusión de diversos estilos y movimientos, muchos de ellos de órbita planetaria. Lógicamente, la llegada de la televisión, que pasó a absorber los formatos del cine y la radio, pareció incluso en algún momento que iba a significar la decadencia definitiva de esta; pero no ocurrió así, por cuanto el medio radial se ha sabido adaptar a los nuevos contextos, a tal punto que en nuestro país es el que goza de mayor credibilidad y confianza de parte de la opinión pública.

Desde el punto de vista de la accesibilidad, la de la radio es muy amplia, pues ha sumado, a lo que era el alcance de sus antenas transmisoras, el internet. Los tipos de receptores a su vez se han multiplicado, lo cual amplía la gama de posibilidades de oírla. La utilización de la música como referente para fidelizar la audiencia permite llegar a tipos de auditores según su estrato social y estilo de vida, lo cual ha traído consigo también, en lo relacionado a las emisoras de alcance nacional, una concentración en consorcios radiales o comunicacionales a los que se suman medios escritos y audiovisuales. Por esta razón, es que no está garantizado el pluralismo de las ideas, por una parte, y, por otra, los flujos de ingresos derivados de la publicidad van dificultando el accionar de las emisoras regionales y locales. A pesar de lo anterior, el rol trascendental que ocupan las emisoras de radio, en el cual casi no tienen disputa, es la localidad, pues este medio se ha adecuado muy bien a ser un nexo, a tal punto que siendo en su gran mayoría su vocación comercial, cumple un rol protagónico en lo comunitario. La radio local genera un espacio de interacción comunicativa en el cual el auditor no es el clásico receptor, sino que permanentemente acude a ella, pues las voces que se emiten desde los aparatos son tan suyas como los múltiples hitos del asombro de saber que estamos en el milagroso instante de la vida. Es su compañía entonces irrenunciable a la hora de hacernos parte de los colectivos que indefectiblemente nos habitan

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *