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“No sólo mueren especies de animales, sino mueren especies enteras de sentimientos”. Eso leí, hace tiempo, en un libro llamado El Mago, y me pareció cierto y triste.

No hay un momento preciso  para decir cuando se perdió la confianza en Chile, pero sí cómo se ha perdido. En la última película de Patricio Guzmán- Nostalgia de la luz, una mujer que busca incansablemente en el desierto a su hermano desaparecido, dice, hablándole a los militares, “ustedes me enseñaron a no creer”.  Porque no sólo sus preguntas quedaron sin respuesta, sino que muchas veces fueron contestadas con mentiras evidentes. Y por eso, ella sigue buscando en la arena infinita.

En numerosos ejemplos judiciales que alcanzan notoriedad, nosotros los ciudadanos comunes quedamos atrapados al final en la duda de qué es cierto y qué es falso. Aún si existe una sentencia, queda rondando la idea de la inocencia del culpable o de la culpabilidad del inocente. Y luego ese sentimiento surge en las encuestas como falta de confianza en la justicia.

Hablar de confianza en un país supone reglas claras y actos transparentes en los poderes del Estado. Felizmente aún existen en el mundo ejemplos a seguir y en nuestra memoria.

Más acá aún, en las relaciones personales de intercambio económico que incluyen compras y arriendos de objetos y bienes, prestaciones de salud, viajes, administración de cuentas y fondos de pensiones y todo los demás, la masa de proveedores, clientes o usuarios se siente desprotegida y comienza a estar alerta al engaño o a las reglas escondidas. Coexisten Sernac y Dicom, como espejos de esas relaciones.  Por un lado el abuso o el descuido, por otro las estrategias malsanas de sobrevivencia.

La confianza es tan vital como el aire que respiro. ¿Cómo recuperamos la confianza?  Siempre podemos des-construir lo que hemos construido, particularmente si es negativo y nos hace daño. Tenemos todas las  facultades para traer aire fresco a nuestras vidas, como el que reparten a raudales los estudiantes en las calles, con sus ansias de dignidad. Sin embargo, eso requiere esencialmente que comencemos a reconocer la interdependencia entre nosotros, los seres humanos. ¿Alguien cree que si se le quitan los derechos a una persona, una misma los ha perdido? ¿Que si hay engaño, yo vivo en una sociedad inmoral? ¿Que si hay corrupción, ella me pervierte? Indudablemente hay personas que viven y perciben de esa manera.

Quienes perciben así las relaciones, son capaces de emprender, en pequeña escala, la recuperación de la confianza, estando atentas a que sus propias acciones y compromisos adquiridos  estén basados en la honestidad.  Si sumamos a otros a esa visión,  la confianza en extinción podrá volver a propagarse en nuestra tierra.

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