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Soñé con una cuidad maternal que tenía alma y  nos abrazaba a todos por igual, donde el respeto por el otro era la norma, todos legítimos ante sus ojos. Una ciudad que encariñara a los que van en sus sillas de ruedas, a los que no ven, a los que no escuchan, a los jóvenes y niños, a los viejos. Esta era una ciudad que  fomentaba el encuentro entre los human@s de nuestra nación desde el corazón generando espacios bellos públicos sin importar el ingreso per capita de sus habitantes, fomentaba el respeto al tiempo de ocio como tiempo fecundo y generador de sueños y creaciones. Esta era una ciudad repleta de árboles antiguos, de paisajes, deslices, ángulos, formas, orientaciones que inspiraban y colaboraban con mi alegría de estar viva. Fomentaba la relación tranquila entre  niños y adultos, fomentaba ese encuentro sagrado. Fomentaba la fiesta, la celebración y la sensualidad, fomentaba el contacto con el propio cuerpo como herramienta de conocimiento profundo de quienes somos, cooperaba a todos los esfuerzos en relación al desarrollo humano, incorporaba y fomentaba relaciones basadas en el principio de vinculación y cooperación antes que el de jerarquización y competencia. Que el placer, la fiesta y la magia tenían un lugar primordial ya que cumplen una función social que apunta a la armonía e integración comunitaria.

Era Mi ciudad nido, cobijo.

Mi ciudad abrazo, regazo.

Mi ciudad espejo, me miro, recuerdo, reconozco.

Mi ciudad espacio me encuentro conmigo, contigo.

Mi ciudad asombro caja de Pandora, deslumbra.

 

Y desperté en Santiago…

A Santiago y a sus flamantes autoridades les hace falta preguntarse, hacia donde, para qué tanta obra monumental, tanta  búsqueda de crear fuentes de trabajo a costa de la depredación del medio ambiente. Para qué tanto negocio rentable. Para qué tanta buena calificación como país emergente y bien portado, tanto building, brainstorm, now how y otras yerbas  Este país que es top ten en las cifras de las revistas económicas, batemos record, capitaneamos el ranking, sin embargo… a mi me asombran otros índices: El pueblo mas triste, el que compra mas antidepresivos en el mundo, el más trabajólico, tenemos el mayor  índice de cánceres mamarios en el mundo. Suben las cifras de niños y mujeres golpeadas. Me pregunto, ¿Dónde está la energía paridora de otros éxitos, la energía nutridora, las ciudades que no dejan morir sus crías, sus cachorros y les inculcan un fuerte sentido de pertenencia, donde está la energía de las viejas sabias convertidas en barrios, plazas, construcciones que nos permitan recordar quienes somos?

¿Para qué estamos aquí?, me pregunto. Pero en mi ciudad poco nos preguntamos esto.  ¿Para qué, hacia donde y quien soy? Aquí reina el Dios mercado, el lucro, dirigiendo el destino de mis ciudades, levantando el dedo y echando abajo, extendiendo cada vez más el recorrido, arrasando con las buenas tierras, levantando edificios que no consideran la belleza, el sentido de asombro, de conjunto.

Tenemos, porque sino no tiene mucho sentido, tenemos que entrar a reinar con el corazón caliente, sintiendo, sintiendo profundamente, intuyendo, olfateando, haciendo carne lo que hemos aprendido.: Se ama a todos los hijos sin importar su condición y hay un plato para cada uno en la mesa y no hay ninguno que sobre y todos tienen su gracia y la familia no sería lo mismo si falta uno y que hay que cuidar a los más frágiles sin invalidarlos. Que las familias son importantes y que hay muchas maneras de inventarlas y construirlas.

Que hay que cuidar a los niños, tanto, tanto, pero tanto porque ahí se construye o destruye al humano.

(Aquí… digámoslo de una vez, recordando con la sensibilidad despierta, es mucho el descuido, demasiado.)

Que hay un pulso que rige el Universo que hay que respetar: se inhala y se exhala, es adentro y es afuera, sino todo enferma, países, personas,la Tierra.

Que es fundamental ser feliz, amarse, estar en paz.

La comunión como estrategia de desarrollo. PAIS SUSTENTABLE.

Tenemos que feminizar nuestro sistema, darle un espacio a todo lo femenino que hay en nosotros.

 

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