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Solo cenizas quedan de la hoguera en que fue quemada una joven mujer chilena  que con toda naturalidad  e ingenuidad sintetizó su representación de la comunidad nacional en la frase “¿Te imaginái acá en el condominio todas las nanas caminando pa’ fuera, todos los obreros caminando por la calle… y tus hijos ahí en bicicleta?”.

Cuando le contó al periodista nunca imaginó la traición. Nunca pensó que por decir algo tan coherente con lo que escucha cotidianamente de sus ídolos de la pantalla chica, sería condenada por los medios y expuesta a la furia de las redes sociales. Cómo podía sospechar que alguien de “la televisión” le iba a quitar el piso y la iba a dejar expuesta al escarnio público.

Si es ahí, en la televisión, donde los chilenos han visto reproducirse el clasismo, el miedo a lo diferente y el desprecio a los más humildes como algo natural. Ahí, desde hace décadas, un Don Francisco menos “refinado” se burlaba de los pobres; ahí estuvo otro programa repugnante donde un verdugo destrozaba los electrodomésticos para resaltar la miseria del concursante; ahí, están por las noches Kike Morandé, y por las mañanas, Raquel Argandoña, guaripolas del clasismo y el arribismo.  Ahí, están las decenas de horas de teleseries donde las nanas y los trabajadores son secundarios, y no solo en tanto personajes dramáticos.

Ahí, están los abrumadores silencios y ocultamientos.

El sistema reproduce y proyecta un Chile segregado y excluyente: educación, salud, jubilación, justicia, calles, comunas, balnearios, estadios, trabajos, cargos políticos, escritura, habla, de todo para ciudadanos de primera y de segunda. Habitualmente, la televisión solo muestra a los de primera; en la pantalla chica, los ciudadanos de segunda son casi invisibles, cuando aparecen, se les expone como delincuentes, víctimas, o anécdota.

El exabrupto lingüístico de 10 segundos televisivos de la señora de Chicureo es un síntoma de la reproducción cotidiana de la burbuja de la segregación. Chile está enfermo, en el sentido más elemental de la convivencia sana de una comunidad humana. Para empezar a mejorarse primero tiene que ver la enfermedad. Ojalá que el fuego de la hoguera, de esta y de otras,  no nos encandile y termine por contribuir a la ceguera.

Actualización el 17 de enero a las 14:30

Ante sospechas de que la cuña había sido sacada de contexto, Chilevisión  publicó el siguiente tweet:   @chilevision Esta es la entrevista completa a #InésPérez bit.ly/zB0ZjX Una vez más la televisión haciendo de las suyas. No es sorpresa.

El reconocimiento tácito del “error” del Canal, genera un espontáneo mea culpa en las redes sociales. Me imagino a las multitudes de la Plaza de la Bastilla dándose cuenta de que se guillotinó por error a una persona “¡Devuélvanle la cabeza!”. Algunos de todas maneras insisten en que –por distintas razones- igual se lo merecía.

El problema de fondo, la enfermedad de convivencia de Chile, que genera segregación y linchamientos, no se resuelva con explosiones en las redes sociales. El problema de fondo requiere aprender a conversar, a preguntar, a escuchar, a respetar hasta reconstruir la comunidad dañada. Son conductas que no surgen espontáneamente en este sistema comunicativo, es un esfuerzo de consciencia, una atención y un aprendizaje cotidianos.

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8 Comentarios sobre “La hoguera y la ceguera

  1. Encuentro que se exageró en FB y entiendo que en otras redes, para insultar a una persona que no dijo nada tan reprochable, o que fuera políticamente incorrecto.
    El problema es el contexto en que lo dijo, cuando la TV tal vez por primera vez, puso en pantalla la discriminación que sufren los trabajadores de los condominios particulares, verdaderos apartheid con sus normas y prohibiciones excluyentes.
    Se la puede acusar de desubicada, o tal vez de insensible; pero no fue más allá de lo que en su medio consideran la normal y justo.

  2. Valiente tu comentario sobre las nefastas consecuencias de una televisión pública, que no cumple con el mandato de educar a la comunidad . La señora de Chicureo ha sido el pato de la boda en un contexto donde la población ya no admite tanto ninguneo y mentiras de parte de quienes ostentan el poder (cualquiera este sea). Lo malo es que, como dice Colomba se ataca al individuo; pero, yendo a lo medular, la molestia es por un estado de cosas.

  3. Solo queda recordar las últimas palabra de Madame Roland, antes de subir a la guillotina. “¡Oh,Libertad, cuántos crímenes – o injusticias- se cometen en tu nombre!

  4. Hoy comenté que en realidad esta mujer sólo es el fruto de lo que ha construído Chile como sociedad en los últimos 30 años. Perseguirla virtualmente con horquetas y antorchas, cual turba enfurecida, tampoco fue correcto. Lo malo de la gente básica, clasista y de pocas luces, es que consigue sacar lo peor de nosotros. Atacamos al individuo, no al problema. Lo mismo que se hace con los “flaites” o delincuentes. Y mientras sigamos condenando al individuo y no lo que lo provoca, no produciremos ningún cambio como sociedad. Al contrario.

    1. Creo que es sumamente humano ponerle una cara a problemas sociales ya que de dicha forma los hacemos mas tangibles y asideros; la miseria en Africa es un concepto hasta que vemos un huerfano raquitico y el maltrato familiar nos crea una reaccion viceral cuando nos enfrentamos una foto de una mujer con la cara deforme. Estoy de acuerdo que, en el mayor de los casos, el ponerle la cara a un problema no ayuda a resolverlos ya que una reaccion emotiva no sirve si no es acompanada por una refleccion profunda que produsca los cimientos de un cambio profundo en nuestra forma de actuar.
      Como ejemplo, uno de los sintomas que emana de esta discusion de nanas, obreros, Don Franciscos y senoras de Chicureo es esa dicotomia del “nosotros y ellos”, siendo el “nosotros” siempre mejor, en un sentido u otro, que el “ellos”. Sin embargo cuanto del “ellos” veo en mi.

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