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De los chadwipentidos es el reino de los suelos

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La derecha chilena ha pasado por varias fases con el tema de la violación atroz y sistemática de los Derechos Humanos durante la dictadura de Pinochet.

La primera fue: Eso es mentira, en Chile no se violan DD.HH, Este argumento bordeaba la mitomanía institucional y muchas veces rayaba en la burla y la crueldad. Recuerdo una carta que escribió una mujer, pidiendo a la Lucía Hiriart que la ayudara a encontrar a su marido desaparecido y la respuesta de la señora ésta fue “pregúntese usted, en su consciencia de mujer, porque se habrá ido su marido”. Y todos recordamos aún al nefasto Sergio Diez y su discurso en la ONU afirmando categóricamente que en Chile eso no sucedía.

La segunda: Era una guerra. Este argumento no tiene ninguna justificación ni asidero. Ni siquiera me tomaré la molestia de comentarlo. La estupidez supina de esta mentira me supera. Aún en el caso que hubiera sido una guerra, las torturas y asesinatos de niños no se pueden justificar.

La tercera: Yo no sabía. Esta se empezó a poner de moda con la llegada de la democracia (o la pseudo, para el caso es lo mismo) y se comenzaron a revelar los horrores cometidos. Al hacerse públicos los testimonios de los torturados, fue imposible seguir haciéndose el de las chacras y negando el tema. Por lo tanto, la postura de muchos fue el “yo no sabía”. La mayoría de ellos eran colaboradores de la dictadura, con cargos importantes… y según ellos, no sabían que el régimen para el que trabajaban y bajo el que se enriquecían mataba, torturaba, degollaba y hacía desaparecer seres humanos. Tuve un intercambio con Alberto Cardemil en tuiter hace unos meses. En la discusión dijo mostrarse “impactado” al saber que mi madre había sido torturada. También se ofreció a ayudarme para buscar justicia. Prefiero pensar que es alguien de pocas luces a pensar que su crueldad es tal, que se estaba riendo de mí.

La cuarta: Se lo merecían. Ojalá los hubieran matado a todos. Este es usado por el facherío recalcitrante. Ese que dice “Mi General”, “La Sra. Lucía” y habla del Plan Z (su familia SIEMPRE está en la lista)  y también tienen una historia que contar acerca de cómo la UP casi asesinó al tío de la abuela de la madrina del vecino de la nana que defendía sus tierras en algún lugar ignoto del país. Estos son los que cuando ganó Piñera salieron con una imagen de Daniel López (o Augusto Pinochet, como prefiera) a celebrar y son los que cantan la cancioncita infame del “comunistas maricones, les matamos los parientes por weones”. Nice. Después de cantar eso seguramente se van todos a misa y se golpean el pecho. Ya sabemos lo católicos y creyentes que suelen ser los de derecha. Tan pro vida. Tan guardianes y propietarios de los conceptos de moral y de decencia.

Finalmente, y a raíz del homenaje a Ramón Ugarte (o Augusto Pinochet, como prefiera) ha salido una quinta especie: La de los arrepentidos. Es así como presenciamos a un compungido Chadwick, perita tiritona y todo, decir que se arrepentía de no haber hecho algo más. Que podría haber salvado vidas (así como tenemos al Michael Jackson chileno, el Brad Pitt Chileno y la Cameron Diaz chilena… ahora tenemos el Schindler chileno). A este arrepentimiento sincero (ja!) se sumó Lavín y Moreira. Es decir, si sabían, pero callaron y ahora se arrepienten.

Bueno, sé que mis palabras les valen mushroom (así como a mí las de ellos) pero déjenme decirles, señores arrepentidos y contritos, que nadie les cree absolutamente nada. Su arrepentimiento recuerda al chiste ese de: le pedí a dios una bicicleta; pero como sé que no funciona así,  me la robé y después le pedí perdón.

Quieren que les creamos su arrepentimiento? Partan por decir dónde están los cuerpos de los compañeros que aún están desaparecidos. Luego hagan un pedido de disculpas público, a Chile entero y en especial a los familiares y sobrevivientes… y luego se retiran de la vida política. Porque arrepentirse para la cámara, para las encuestas, para lavar la imagen no nos sirve de nada. Ni siquiera como consuelo.

 

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