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Hito urbano imprescindible de Santiago, la Plaza Italia se ha convertido, paradójicamente, en el punto de encuentro y en el límite divisorio de la ciudad.

Estéticamente, la Plaza Italia no se destaca por su belleza, aunque hay que resaltar la hermosa simetría de las tres torres que conforman los Edificios Turri y la explanada  que los enfrenta y la conjunción de parques en torno al Río Mapocho, que la convierten en un espacio amplio, convocante y atrayente.

Fue en la década de los años 80 cuando la Plaza Italia se convirtió en el punto de reunión masivo frente a los grandes acontecimientos nacionales. Los opositores a la dictadura de Pinochet efectuaban frecuentes sit in (sentadas), en torno al Monumento al General Baquedano y así se fue configurando la tradición de reunirse allí para protestar y celebrar.

Antes de la dictadura, era la Plaza Bulnes el punto de reunión y de las grandes manifestaciones cívicas. Los artífices de la dictadura destruyeron esa Plaza  y en su lugar  construyeron ese adefesio que se llamó el Altar de la Patria, que  interrumpió  esa calle  en su encuentro con la Alameda.  Eliminar  la pirámide trunca del Altar, construir la Plaza de la Ciudadanía en su reemplazo  e instalar los monumentos de Carrera y O`Higgins juntos no ha derivado en recuperar ese espacio como punto de convocatoria ciudadana. Es habitual verlo cercado por vallas y custodiado por policías.

Fue por eso que la Plaza Italia adquirió el carácter de zona de encuentro para manifestarse. La gente no pide autorización para congregarse autónomamente allí. El año pasado fue en la Plaza Italia donde  se reunieron los que se opusieron a Hidroaysén e iniciaron el despertar ciudadano y las movilizaciones que han agitado al país. Ahí se reunieron miles de santiaguinos a celebrar  los triunfos de la selección. Es allí donde convergen los estudiantes en sus marchas y convocatorias.

La Plaza Italia tiene un carácter ciudadano y son las personas comunes quienes la consideran propias. Fue por esa condición de lugar de todos que levantó tanta oposición la idea de instalar allí el monumento al Senador Guzmán. Con razón  alegaban los vecinos y transeúntes, puesto que instalar allí el Monumento que recordaba al ideólogo de la dictadura, suponía una afrenta para un lugar que  tiene por vocación reunir a todos.

La Plaza Italia, que en realidad está reducida  ahora a un descuidado monumento  en el costado norponiente  de la enmarañada vialidad del sector, es el punto que divide en dos a Santiago. Ello es así desde la década de los años 60, cuando la burguesía capitalina terminó por abandonar el centro de Santiago y colonizó Las Condes como zona residencial. Es tan evidente la separación que todo lo que queda al oriente de la Avenida Vicuña Mackenna habitualmente luce sin rayados, contrastando con lo que queda al poniente de dicha arteria.

 

El sector debe ser uno de los más concurridos de la ciudad, favorecida por las numerosas instancias de transporte que existen en su entorno: cuatro avenidas, una autopista y dos líneas (1 y 5) de metro que se conectan en la Estación Baquedano.

Además se encuentran en su entorno la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y otras Universidades. Es también el punto de encuentro para uno de los sectores más dinámicos de la entretención y la gastronomía santiaguina: el Barrio Bellavista.

También es el lugar de paso obligado para  los que van al Parque Metropolitano y el Zoológico de Santiago.

Esa accesibilidad y los lugares que la circundan, son el elemento que alimenta el permanente y constante  deambular y tránsito de miles de personas por el sector. Siempre hay gente en Plaza Italia. De día son los estudiantes universitarios, en las noches son quienes se juntan para divertirse, los fines de semana, son las familias y en los días de celebración o ira, son  ciudadanos de toda condición.

La Plaza Italia también refleja los males  urbanos de Santiago: la agresiva omnipotencia de la empresa privada, capaz de construir un edificio con forma de equipo celular, sólo para señalar su poder y capacidad económica; la violencia  y la delincuencia, que caracteriza la Alameda cuando inicia su andadura hacia el poniente, el deterioro urbano de Avenida Vicuña Mackenna y una publicidad ostentosa y de mal gusto que ha logrado conquistar todo el  contorno de este espacio urbano.

Nuestra Plaza Italia es la reunión de cuatro espacios distintos: la rotonda que en su centro tiene el Monumento al General Baquedano, la Plaza Italia que tiene el homenaje de la colonia italiana a nuestra independencia (ese extraño león alado), la explanada de las Torres Turri (Explanada de Las Artes), y el inicio del Parque Balmaceda, que llega hasta el monumento en piedra del Presidente suicida que mira con dureza hacia el poniente de nuestra capital.

Ese enorme anfiteatro está cubierto de jardines, plazoletas, caminos de gravilla, escaños,  escaleras, lo que deriva que cuando los ciudadanos se congregan allí, destruyen las áreas verdes y el mobiliario urbano.

No resulta cívico ni estéticamente tolerable, ver siempre rodeado de vallas la rotonda de Baquedano, Al final y al cabo, los espacios de las ciudades son de sus ciudadanos.

Debería ser tiempo de rediseñar ese espacio, favoreciendo una explanada dura, que se haga cargo de lo que ese espacio es: el gran punto de encuentro de nuestra ciudad.

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