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Mi nieta habla de tubérculos, también preciosuras como perros olfateando atardeceres violetas. El gato mirándose en el charco, narciso perfecto que ronronea, suave, en sus brazos, preciosura mía.

También es tiempo de rábanos y nuevos pasos de baile. Luceros se toman la geografía de sus ojos. Mi niña se pone vestidos y colores, se pone corazón nuevo que va galopando.

Una rosa sosteniendo el pelo porfiado.

Las manos calientes.

Las pestañas rizadas y toda una seguidilla de conejos, palabras radiantes desbordadas de risa. No hay astro de los cielos abiertos que no se detenga a mirarla, potranca asustadiza, feliz.

Entonces es la estampida de mariposas para ella.

Mariposas y una pantera rápida que la lleve en su lomo lustroso.

Mi nieta crece, palito de bambú flexible que se mece con los vientos de esta primavera.

Ella tiene opiniones y preguntas.

Ella mira el mundo.

Pienso que también fui mi nieta en algún tiempo remoto. Pienso que mi abuela, la mulata de los ojos de águila, me miró desde el corazón de la ternura y eso la impulsó a tomar banderas, salir a la calle, luchar porque las cosas cambiaran para mí, para su nieta que habitaría el mundo un día. Para que yo, su nieta, heredara un universo luminoso que la abrazara. Que yo tuviera oportunidades celestes que ella no tuvo, sólo las soñó.

Ella marchó para que yo pudiera votar porque ella creía que el voto podía llevar su voz a los espacios donde se definían leyes y caminos. Conquistar el voto universal fue tarea de años y empeños ardientes, glaciares, colectivos, solitarios. Dejó calles ensangrentadas y flores nuevas.  Construyó identidad y cultura.

Mi abuela con sus pechos de princesa, se abalanzó por avenidas con otras y otros, fue golpeada y apresada para que yo, su nieta, pudiera votar en tierra chilena.

Me recuerdo, joven de 18 años recién cumplidos, ávida por ir a las urnas, ser parte del rito ciudadano y votar. Quería expresar mi parecer, mis miradas e inquietudes a través de ese voto que me esperaba por primera vez gracias a mi abuela. No fue posible. La brutalidad, las armas, la violencia ejercida desde el estado, la intolerancia sin tregua, impidió que la nieta de la Josefina luchadora votara a sus 18 el año 73.

Mirando a mi nieta, tataranieta de esa mujer flaca que salió con sus banderas de abuela despierta y dispuesta a tesones para mi, pienso que seguiré votando, ocupando todos los espacios posibles con mis sueños para mi Almendrita que crece. No cederé el congreso, la calle, los sindicatos, las federaciones, La Moneda, no cederé ningún espacio posible donde pueda hacer escuchar mi/nuestra voz, mis/nuestros sueños de luz, desde donde se puedan generar transformaciones que abran el mundo para mi nieta pajarita inquieta. Que tal vez el voto no basta y que también saldré a las marchas, como lo he hecho, me organizaré con otros y otras tras los cambios que hagan del mundo un mundo donde mi niña crezca bella desde el alma, que me sanaré cada día para estar lista para habitar ese mundo, que le exigiré a los candidatos por los que voté que cumplan promesas, que conversaré con los y las otras para abrir mundos, que derrotaré la indiferencia, que me conectaré, te miraré, que amaré, amaré y volveré a amar lo que me rodea aprendiendo, cada minuto de mi vida de abuela que envejece, la generosidad, la solidaridad, el respeto por la diversidad, la humanidad. Josefina, te doy las gracias por tu empeño y te digo, seguiré votando por ti y para mi Almendrita.

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7 Comentarios sobre “Yo voto a pesar de todo y por todo

  1. hermosos tus recuerdos. La verdad concuerdo contigo en que hay que votar pero x quien,,,segun yo no existe un interlocutor verdadero como candidato representante de nuestras necesidades como nacion…

  2. yo sé que no puedes contestarles a todos pero quiero que sepas que eres grande como persona como profesional la mejor pero hoy en día buscan actrices jóvenes y que sean osadas no buscan la experiencia el carisma yo te extraño mucho un beso y que Dios te bendiga a ti y toda tu familia

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