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En estos dos años como tantos otros seguidores, he ido una otra vez a Youtube.com tras los registros del grupo y del solista, de ahí a las noticias que dan cuenta de los partes médicos o varios artículos de especialistas hablando del legado musical de ese glamoroso rock star llamado Gustavo Cerati, habitante de un sueño profundo. Los que tenemos como banda musical de nuestras vidas su música la hemos apreciado muy intensamente en esa vigilia.

Respecto a esos tiempos, sin duda que hay visiones contrapuestas en Chile, tenemos la de mi alcalde, que al inaugurar los nuevos vehículos de seguridad ciudadana añoraba el orden en todos los ámbitos que por entonces se apreciaba en la ciudad. Está de más decir que Temuco no estuvo ajeno a las manifestaciones en contra de Pinochet siendo la más recordada el “Temucazo” que puso punto final a las visitas del dictador a la ciudad.

En esa contraposición vivíamos, de un lado los que detentaban y apoyaban el contexto autoritario y del otro, los que estábamos por buscar la vía más rápida para el retorno a la democracia. En eso llegó la irrupción de lo que se llamó el “rock latino” que desplazó a la música contestataria de las peñas y de los cassettes que circulaban de mano en mano. Se puede decir que Los Prisioneros eran nuestro estandarte de rebeldía callejera. Sus recitales eran una suerte de prolongación de las “protestas” de entonces. “La voz de los ochenta” o “¿Quién mató a Marilyn?” eran más bien himnos que nos afianzaban en la lucha por recuperar la democracia y la dignidad. Mientras que Soda Stereo era la reivindicación más íntima del hedonismo asociado a la magnificencia de la sexualidad y la relación corporal, la audacia sensitiva de la intimidad y el dejarse llevar por los sentidos.

Para nosotros, que por entonces estábamos despidiéndonos de nuestra juventud de militantes, marcada por la toma de partido contra la banalidad y exitismo material que pontificaba el modelo económico neoliberal, el conjunto argentino era una vía hacia sensaciones hasta entonces autocensuradas.

Como se ha dicho, impresiona de Cerati la elegancia, el glamour, ese toque de seducción que en él es tan natural, una reivindicación de la cultura material diríamos desde “esos raros peinados nuevos” con esa guitarra siempre protagonista. Con una voz envolvente e inconfundible Soda Stereo arrasó en toda Latinoamérica. Cómo no citar aquí cuando en el pequeño auto de mi entrañable amigo Ricardo con nuestras parejas de entonces y mi papá ochentero de años, perseguimos a Soda por las calles de Valdivia o su recital en Temuco que nos extasió y que se escuchó a kilómetros de distancia en esa cálida noche de febrero.

Pasaron los años, un día llegó el final de Soda pero la figura de Cerati mantuvo su vigencia. Conservando los preceptos estéticos básicos continuó una búsqueda musical orientada por su vocación vanguardista, pero a la vez lo suficientemente digerible tanto para los antiguos seguidores como para las generaciones posteriores, alzándose entonces como una suerte de último ícono incuestionable del rock de esta parte del mundo.

Esta temporalidad suspendida de Cerati, este estar y no estar, ha pasado a ser una sostenida compañía para su amplia gama de seguidores quienes podemos frecuentemente escuchar sus canciones en la radio o buscarlo en internet para hacerle la preguntade rigor: ¿Qué sueñas, Gustavo?

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