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“La palabra entonces no es necesaria, pues que el sujeto se es presente a sí mismo y a quien lo percibe. Es el silencio diáfano donde se da la pura presencia”. María Zambrano

En nuestra época, en general se sostiene, que la palabra no puede conquistar todos los territorios de la comunicación y algunos de ellos son sólo inteligibles desde el silencio. La muerte nos hace guardar silencio y la vida muchas veces también.

En este punto, ahondaremos en la filosofía, para comenzar a definir el silencio, desde esta perspectiva. El aporte de esta ciencia, nos permitirá tener una mirada de un especto de la comunicación no verbal, desde este lugar, el hombre también ha construido su pensamiento, su actuar y, por ende, su comunicación con los demás.

A modo de representación, citaremos a variados autores y tendencias filosóficas actuales, para revisar sus planteamientos  sobre el silencio.

La filosofa, Mónica Virasoro, señala que la primera imagen del silencio es  la figura de Antígona: “La heroína del silencio, muere por callar, por salvar la honra de la casa de los Labdacos” [1] Antígona, resuelve su conflicto por medio del silencio. Transformándose, según la autora, en uno de los primeros personajes que sacrifica sus ideas por la honra de los otros.

Esta imagen, también nos recuerda el uso del silencio en el film “El Lector”[2], donde la actriz británica, Kate Winslet, calla en el juicio final  para no asumir públicamente su analfabetismo, que es traducido como ignorancia y deshonra pública. La perplejidad de la audiencia, es palpable en los casos mencionados.

Así, Sócrates buscaba crear perplejidad entre sus discípulos, al respecto, los filósofos Kierkegaard y Heidegger postulan: “La perplejidad es una actitud sana, ella lleva al silencio y a la espera, invita a la paciencia, es otra forma del claro”[3]

También, Heidegger, nos “Induce a callar para dejar que el ser nos hable”[4] Para los pitagóricos, el silencio era señal de discreción y autodominio, simbolizando, Pitágoras, la actitud silenciosa del sabio. Al respecto, Bacon nos dice:

“Los hombres conversan por medio de lenguajes, pero las palabras se forman a voluntad de la mayoría, y de la mala o inepta constitución de las palabras surge una portentosa obstrucción de la mente. Ni tampoco las definiciones y explicaciones con que los eruditos tratan de guardarse y protegerse son siempre un remedio, porque las palabras violentan la comprensión, arrojan a la confusión y conducen a la humanidad a innumerables y vanas controversias y errores” [5]

Para el autor, la palabra es un canal confuso que, necesariamente, perturba y ensucia la comunicación, pues estas, son un mal traductor, que violenta la comprensión, y están destinadas a la confusión y el  error permanentemente.

A su vez, Max Scheler, representante de la fenomenología comprensiva, caracteriza al individuo por su capacidad de silencio, diciendo: “La comprensión de uno mismo, que es la primera condición requerida para que una persona pueda hacer entender a otra (….) lo que es, lo que piensa, lo que desea, lo que ama, etc., depende y muy estrechamente de la técnica del silencio” [6]

En cierto modo, el silencio tiene tanta relevancia como el discurso en el comportamiento humano. Nora Marks Dauenhauer, a partir de sus estudios sobre el significado ontológico del silencio en filósofos como Hegel o Husserl, entre otros, nos comenta que:

“En primer lugar, cualquier acto, ya sea de habla como de silencio, es un incompleto y no autónomo desde el punto de vista significativo; en consecuencia, el habla o el silencio completos no pueden ser una actuación (performance) humana. En segundo lugar, no existe ninguna razón ontológica para considerar el habla superior al silencio: ambos contribuyen recíprocamente al significado del otro: en tercer lugar, al ser todos los actos del lenguaje indicativos (según Husserl) no pueden contener en ellos mismos la auténtica y completa significación: en consecuencia ni el lenguaje ni el silencio pueden considerarse signos convencionales” [7]

De estas palabras, podemos deducir la dependencia mutua, que tienen la palabra y el silencio, como también, la total jerarquía que tienen ambas, sobre la otra, su dependencia las sitúa en un mismo lugar,  el silencio, como la palabra, son soportes de la significación del  otro.

Algunos pensadores del siglo XIX y XX, consideran que el silencio es algo irracional, que debe ser superado por la racionalidad propia del habla[8]. Este ejemplo es expresado por Wigenstein, quien optó por la renuncia a la palabra, pero no porque ya no tuviera nada que decir, sino porque ésta ya no le servía. Francis George Steiner nos explica:

“El más grande de  los filósofos modernos fue también el más profundamente dedicado a escapar del espiral del lenguaje. La obra entera de Wittgenstein comienza preguntándose si hay una relación verificable entre la palabra y el hecho. Lo que llamamos hecho pudiera ser acaso un velo tejido por el lenguaje para alejar al intelecto de la realidad. Wittgenstein  obliga a preguntarse si puede hablarse de la realidad, si el habla no será solo una especie de represión infinita, palabras pronunciadas a propósito de otras palabras” [9]

Es decir, la búsqueda de la palabra exacta, de la tentativa de decir lo indecible, nos lleva a una palabra que es hija de la otra, nos aleja de la realidad,  que esta construida por nuestro lenguaje, el que es dependiente de sí mismo, cómo expresar algo que podría ser el reemplazo del pensamiento, una suerte de superposición permanente de palabras sobre palabras sin fin. María Zambrano, nos habla sobre la palabra y el silencio diciendo:

“La palabra no tiene posibilidad de surgir (…) la quietud puede ser asimilada, en este caso, a la acción; ella es también acción en el polo opuesto, el polo positivo, es un estado del ser. La palabra entonces no es necesaria, pues que el sujeto se es presente a sí mismo y a quien lo percibe. Es el silencio diáfano donde se da la pura presencia” El lenguaje le esta encomendado el moverse dentro de la imaginación (…) lo que no es palabra es sueño.” [10]

La palabra, no es necesaria para María Zambrano, el silencio, es el lugar donde se manifiesta la gran presencia del ser, la gran gesta de todo, la palabra es  su proyección y su sueño. La quietud, nos entrega el origen y el polo opuesto, a la acción. El inicio de todo lo que será proyectado. Por ende, el sujeto es presente, y será percibido por los demás, en su quietud y silencio, máximos.

La luna tiene siempre el poder de transmitir la levedad, su silencio es recordado en este poema de Leopardi, que dice: “¿Qué haces, luna, en el cielo? Dime, ¿Qué haces silenciosa luna?, Surges de noche y vas, contemplando los desiertos, y luego desapareces.”[11] ¿Podremos explicarlo, con palabras? La existencia y la presencia del ser humano, parecieran ser más limpias o más esenciales en el silencio, pues la palabra es explicativa e interpretativa. Algo que puede ser observado sin intervención alguna, por ende, es infinito como un teatro negro donde se puede aparecer y terminar en el mismo punto.

Las conversaciones sobre el silencio inician con Hacia una definición del silencio (1)

[1] Virasoro Mónica De ironías y silencios, Gedisa 1997.  P. 171.

[2] The Reader, Dirección Stephen Daldry  USA 2008 124 min

[3] Tejedor Campomanes Cesar. Introducción a la filosofía. Ediciones SM  Madrid 1995. 39 p

[4] Ibid., p. 42

[5] Apud Reyes (1990:13)

[6]  Scheler, max En Naturaleza y formas de la simpatía Editorial Losada. Buenos Aires 1994 p 74

[7] (Dauenhauer 1980:117)El autor destaca como autores representativos a las investigaciones fenomenológicas a Picard, Heidegger, Merleau-Ponty y Marcel

[8] (cf. Dauenhauer 1980:87-89)

[9] Tejedor Campomanes Cesar : Op. Cit. p. 74

[10] Ibid., p. 41

[11]Gicomo Leopardi canto nocturno de un pastor errante de Asia

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12 Comentarios sobre “El silencio (2) como concepto filosófico

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