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La ciudad representa la culminación del progreso de la humanidad, el desesperado esfuerzo de los hombres y mujeres por asentarse en una tierra a la que están condenados sólo  a ser peregrinos sobre ella. Es en las ciudades donde la humanidad ha podido alcanzar sus estadios de desarrollo social, económico, político y cultural más elevados y es el lugar por el cual se ha posibilitado lograr verdadero bienestar.

Estas aglomeraciones de personas que comparten espacios, vivencias, esperanzas y problemas es una construcción social impresionante.

Las ciudades siempre han supuesto la convivencia en un mismo espacio y tiempo de varias dimensiones. La grandeza de las ciudades se produce en el instante en cuando logran resolver los problemas que las afectan de modo innovativo y creador.

Una ciudad nacida como un puro artificio político (como Brasilia y Washington), sólo logra cumplir su objetivo, cuando la dimensión social la dota de una épica que le da sentido a su existencia.

Las ciudades no sólo son las construcciones que la conforman, ni los espacios públicos que la organizan, sino que fundamentalmente las personas que  la habitan.

Santiago es una ciudad compleja, puesto que arrastra los graves problemas derivados de una geografía  arisca, que supone desafíos gigantes para sus habitantes. Es una cuenca que no posee una buena ventilación, su comunicación no es buena con la costa y tiene un  macizo cordillerano que la aísla aún más. Pese a tener uno de los climas más benignos del mundo, no es menos cierto que difícilmente podrá tolerar más habitantes que los que ahora tiene sin que colapse.

Santiago es una ciudad trágica, ya que sus habitantes suelen despreciarla (el apelativo de Santiasco con que suelen llamarla muchos de los habitantes ahorra comentarios) y porque quienes más la aman son inmigrantes, gente provenientes de otras ciudades más pequeñas del norte y sur, que siguen añorando sus localidades y que en el primer feriado largo la abandonan en tropel.

Pero lo más distintivo de Santiago, es que es una ciudad oculta, desconocida para sus habitantes. La sensación es que sus habitantes deambulan por ella como extranjeros.

Nunca me ha sorprendido que la mayoría de los santiaguinos jamás haya entrado al Cerro Santa Lucía, ni que haya subido hasta la Plaza Caupolicán, ni conozca el Palacio Hidalgo. En más de una ocasión he debido indicarle el camino al Cerro San Cristóbal. ¿Ha subido Usted a ver la Virgen un día después de la lluvia y comprobar la inmensa ciudad que se despliega a los pies de nuestro más hermoso Parque y empezar a descubrir  cada edificio?.  Ver a lo lejos el Parque O’Higgins, la cúpula, el Estadio Nacional, los edificios de Las Condes y Providencia, la Avenida Salvador, la Plaza Italia, el Edificio de Telefónica o el nuevo Costanera Center, admirar lo poco que va quedando del  Río Mapocho y las poblaciones y barrio de Recoleta, Conchalí y los nuevos condominios de Huechuraba. Puede pasar horas tratando de ubicarse en esa panorámica.

Todos los días son millones los santiaguinos que  pasan por la Alameda y no conocen la Iglesia de San Francisco ni han presenciado el hermoso espectáculo de ver penetrar la luz por las pequeñas ventanas en altura en esas colosales paredes de piedra de una edificación noble y sencilla que ha soportado desde terremotos hasta vándalos.

Siempre que venía a Santiago y pasaba frente a La Moneda, me preguntaba cómo sería ese adusto Palacio por dentro. Por eso fue tan importante que el Ex Presidente Lagos abriera el Palacio a la ciudadanía y es una tradición que debemos luchar por no perder. Que la sede del Gobierno sea un espacio público que los ciudadanos puedan recorrer es una de las señales más potentes de transparencia y civilidad. Hace poco yo recorría la sede de los Ministerios y entraba al Palacio de Hacienda (Teatinos N° 120) y se podía disfrutar del enorme foyer que es un deleite en los meses de verano. Ahora esta cerrado y el que entra  es registrado como un delincuente.

La ciudad se oculta a sus habitantes, por eso seguramente ni la cuida ni la respeta.

¿Cuántas veces  se ha detenido a visitar la Memoria Visual de una Nación?. Ese enorme mural de Mario Toral que adorna la Estación Universidad de Chile es una pieza de enorme valor artístico e histórico que muy pocos aprecian. Lo mismo sucede con las obras de Bravo en la Estación La Moneda. Las hay otras francamente lamentables (como las que adornan la Estación Parque Bustamante), pero las demás son  hermosas y asertivas (como el homenaje a la Ingeniería en la Estación Central, o la Declaración de los Derechos del Niño en la Estación República).

Santiago es una ciudad llena de tesoros y secretos. Nuestro centro histórico tiene edificios llenos de historia, como la Catedral, las Iglesias de La Merced, Las Agustinas, el antiguo Edificio de la Aduana (hoy Museo de Arte Precolombino, en Bandera), el Museo Histórico, las incontables galerías llenas de pequeños locales comerciales. Pero también hay barrios completos que están ahí, pero que muy pocos recorren y reconocen como partes vivas de una gran ciudad: el barrio Lastarria, los pasajes interiores en Avenida Providencia, el barrio Yungay, el eje Loreto-José Miguel de La Barra-Santa Lucía, Ismael Valdes Vergara. El Barrio Matucana tiene a lo menos cuatro edificios que son un regalo para el alma: El Museo de la Memoria, la Biblioteca de Santiago, Matucana 100 y la Quinta Normal.

Santiago es una ciudad llena de sorpresas en  sus edificaciones, como Las Gárgolas que adornan  casas en calle Lastarria, en Cienfuegos (en el Nº 51, donde antes estaba la sede de Colo Colo y ahora existe una dependencia de la Universidad Alberto Hurtado) y en multitud de otros lugares. ¿Ha visto las esculturas que rematan   edificios públicos,  en el centro cívico, en el Paseo Huérfanos y en calle Bandera?).

Esta ciudad oculta a sus habitantes merece ser descubierta. Pero quizás lo que primero debamos hacer es volver a encontrar a nuestros pobres, que no aparecen por ninguna parte.

Las escenas de la película Machuca que más llaman la atención es cuando los aviones militares pasan sobre La Dehesa y por ellas nos enteramos que el director tuvo que  modificar digitalmente el paisaje, para volver a instalar a los pobres que habitaban en ese lugar. Si, lo más dramático de  nuestra ciudad es que en los últimos 30 años, hemos expulsado de nuestra ciudad a los pobres, los hemos ocultado y los hemos enviado a los suburbios, lejos de todo, invisible al ojo inquisidor. De vez en cuando nos enteremos que hay pobres, pero rápidamente pasamos a otro tema. Mejor no ver lo que nos inquieta.

A los habitantes de esta ciudad nos duele Santiago, por eso la ocultamos y pasamos raudos por sus calles, quizás no queremos ver nuestros propios  fantasmas si la descubrimos.

 

 

 

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Alguien comentó sobre “La ciudad oculta

  1. Maravilloso escrito sobre una hermosa ciudad en la que tuve el honor de residir por poco tiempo, pero suficiente para valorarla por su belleza y orden, sin lugar a dudas los tiempos han cambiado y la ciudad ha sido modificada, pero su esencia perdura. Mantengo dos bellezas chilenas conmigo y el anhelo de visitar Santiago en algún momento cercano. Saludos Chile.

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