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Un tejido delicado de esta “ella” que asoma entre palabras.

Una impronta suave hecha de sugerencias sutiles que hablan de San Juanes voladores, dragones que acechan desde las tierras oscuras del alma, crímenes metafísicos, abrazos que se tejen en el secreto de habitaciones con olor a rosas, madres buenas que nos cantan canciones, canciones que sanan la tierra y nuestros corazones atribulados.

Y es el aroma de tu piel, mi piel.

Es el rito del “me desnudo”, “te desnudo” para entrar en otras comprensiones.

Es la pupila que observa, con su terciopelo de piel, el paso de la gente por nuestra historia.

Es así como lo hace esta Cádiz chilena, en tres o cuatro líneas de provocaciones que nos dejan pensando, sintiendo, olfateando el rastro de nuestro paso por este mundo, HOY.

Y desde el blanco secreto del papel,

el trazo rotundo y carbón del que comenta,

el que abre el otro lado del espejo,

hace sonar los tambores y tronar campanas inmensas que alertan.

Él muestra los dientes, ríe sin mesura, se indigna, se da golpes en el pecho para estimular el timo y tener defensas en caso de ser heridos, como los gorilas en la niebla preparándose para la gran batalla.

Gruñe, ladra.

Es nuestro propio gruñido que refunfuña y se enoja.

5 Segundos es la danza maestra de una “Ella” y un “Él”. Es la cópula amorosa de lo femenino y lo masculino. Ambos, desde sus propias aperturas, inmersiones, melodías, van descorriendo el velo e invitándonos al bosque a encontrarnos con el lobo, la caperucita y el cazador para comprender secretos de nuestros tiempos.

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