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Nuevamente en los barrios, mezclada, coludida, parte de la gente de este país. Todas  esas miles de personas que tejen sus existencias desde paradigmas que aún tienen que ver con nuestras raíces indígenas, mestizas, tan de río, de laurel, de olor a tierra, de aromos y cielos que se asoman a mundos y estrellas fulgurantes. Paradigmas que aún, aún, tienen que ver con la huella, la memoria, el rastro lleno de ti y de mí.  Paradigmas que descansan en comunidades solidarias, que se miran, todavía, a los ojos, y plantan algún canelo en la plaza, tal vez dos pimientos, unos dedales de oro que les recuerdan a su país que se hunde en la niebla. Si se descuidan vendrá el paisajista de la “muni” a hacer jardines como las hacen en todas las comunas para ganar votos.

Lo hacen sin aspaviento. Si, incluso saber, que lo hacen.

Ellos y ellas no salen en los medios, mensajeros pueriles de malas noticias, ocultadores porfiados de la vida en Chile.

Por estos barrios ando olfateando, rastreando lo que somos, rastreando nuestras historias profundas, confirmando que aún somos, más allá del intento permanente de que dejemos de ser. Confirmo feliz, como un colibrí, que hay gente preciosa en tierra chilena.

Un viento sur se asoma por las rendijas de las vidas urgidas a convertirse en norte.

El sur se levanta como propuesta poderosa y silenciosa. Su poder es sutil, es otro, distinto al que conocemos por los medios nacionales.

Nuestra identidad es negada y mantenida en el más absoluto anonimato.

Para que olvidemos,

vayamos olvidando día a día, minuto a minuto,

quienes somos

porque esa impronta es peligrosa.

Es tan asombroso el vacío de personas en los medios de comunicación, en la oficialidad, en el aliento que sale por la boca de autoridades y personaje públicos.

Es el vacío de historias nacionales,

de poética,

de relato,

de belleza y de cotidianidad que va conformando identidad. Incluso cuando algo de eso se cuela, es, rápidamente, casi, casi, como un acto de defensa y preservación del sistema, convertirlo en show, en cifras, en una espectacularidad que metamorfosea todo y lo convierte en algo que no es.

¡¡¡¡Pero existe, doy fe, a pesar de la espada, a pesar del buldózer que arrasa con toda originalidad, (que viene del origen), que emerge del camino recorrido!!! Hay miles de organizaciones, agrupaciones, jóvenes que crean, ideas dando vuelta, redes alternativas, gente que hace cosas por los demás y por sus barrios, vínculos basados en la solidaridad y la risa, talleres culturales, personas que piensan, gente que sueña, seres humanos que aman y crean instancias únicas y especiales.

¿Cuándo se creó la fisura profunda, la grieta, entre la realidad humana y la que aparece y la que se está intentando forjar a sangre y fuego?

Adoro este trabajo en los barrios, todo vuelve a tener sentido y vivir es un acto chasconeado por un viento fresco, limpio y portentoso que trae las voces y miradas del pasado y anuncia que todavía tenemos matria-patria por delante.

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