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A propósito del cisma ocasionado en Internet por la Stop Online PiracyAct  (SOPA), amén de la andanada de chistes e ingeniosas frases que evocan a la Mafalda de Quino, en lo personal se ha evocado al menos tres autores y sendas obras: Foucalt, Virilio y Watzlawick porque es la complejidad, y no una simple relación causal, lo que predomina en este fenómeno.

La obsesión desmedida por controlar la información, comunicación y vida de los actores sociales es inconsistente ya con nuevas tecnologías que, precisamente, se oponen al status quo y propugnan por erradicar la consigna de Vigilar y Castigar (Foucalt:1994) en la cual “la inspección funciona sin cesar, la mirada está por doquier en movimiento.”

Sin embargo, ante la cruzada por democratizar productos culturales como la música y el cine, los paladines del libre acceso pretendieron salvar la barrera hasta ahora infranqueable de la industria cultural(Adorno:1998) y su finalidad de lucro, en cuya cadena ni los propios artistas creadores ven la mayor ganancia sino unos cuantos distribuidores que, una vez más, concentran la información y el mercado.

Es justo en el enfrentamiento entre acaparadores, paladines y usuarios, que emergen los vengadores anónimos; así, se remite al filósofo contemporáneo PaulVirilio (1998) que en el umbral siglo XXI advirtió sobre la bomba informática y la amenaza de un accidente global no sólo local, susceptible de paralizar la vida de millones de personas.

Según parece, Virilio se quedó corto en sus visiones porque con el propósito de  restringir “piratería” en Internet, se involucró la censura de conversaciones e intercambios informativos o ¿sería esto último la verdadera finalidad? Y, en oposición-reacción a esta cruzada restrictiva se ha restringido, a su vez,  el acceso a portales que se asumen “de los malos”. En todos los casos, la libre circulación de información es la que lleva la peor parte, es decir, la libertad.

En este “Arte de amargarse la vida” (Watzlawick: 1989) la profecía de un suceso lleva al suceso de la profecía.  El anhelo de eliminar las barreras del consumo  para liberar las obras, siempre se hizo con  la referencia permanente –o desafío- de que desde el poder se generaría una reacción persecutoria la que al fin se ha cumplido.  Ahora, considero que como comunicólogos amantes de la expresión, es menester asumir una postura y pronunciarnos al respecto ¡no me gusta la SOPA!

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