Compartir

¿Acaso nuestra capacidad humana sólo permite conocer lo que daña colectivamente nuestro sistema y organización humana, medir sus consecuencias, dialogar con quienes disponen de las soluciones, y sin embargo no obtener las soluciones efectivas que se requieren?

Un reconocido periodista, Moisés Naím, se pregunta si no hay poder capaz de imponer soluciones a ciertas situaciones como la crisis económica de Europa, el calentamiento global y las matanzas de Siria; a lo cual podemos agregar la violencia social, la corrupción impuesta por el narcotráfico, el hambre de África y de las clases más pobres del planeta, para tener sólo algunos referentes.

En su columna del periódico El País de España, el 28 de julio de 2012, Moisés Naím se pregunta qué tienen de común el calentamiento global, la crisis de la Eurozona y las masacres en Siria para que nadie tenga el poder de retenerlas. Son situaciones, como tantas otras que han venido ocurriendo a los ojos de todo el mundo y para las cuales siempre se encuentran soluciones pero sin el ejercicio efectivo del poder que las ponga en práctica.

Aunque Naím considera que alguien podría argüir que hay problemas en los cuales no todos nos vemos involucrados, el que sí involucra a todos es el calentamiento global del planeta, y es ahí donde él focaliza su tesis del fin del poder, no porque éste desaparezca, sino porque “cada vez es más difícil de ejercer y más fácil de perder, y quienes tienen poder hoy están más constreñidos en su uso que sus predecesores”.

Presenta como ejemplos de las nuevas limitaciones de poder a “el Papa, el jefe de del Pentágono, los responsables del Banco Mundial, Goldman Sachs, The New York Times, y cualquier partido político”. Dice que Vladimir Putin tiene hoy más restricciones como presidente de Rusia de las que tenía en su primer mandato o incluso como primer ministro, durante el turno que le dio a Dmitri Medvedev para que le cuidara la silla. Lo mismo sucede con Mahmud Ahmadineyad o Hugo Chávez, cuyo poder es aún enorme pero más precario que antes.

Con esos argumentos, Naím deduce “El fin del poder” como una tendencia que definirá nuestro tiempo. Anuncia que está escribiendo un libro al respecto y que lo terminará pronto. Sus ideas son interesantes y razonables, por lo que debe resultarnos lamentable que en la Sociedad del Conocimiento, cuando todos los humanos somos vecinos, estemos limitados sólo a ser testigos conocedores y deliberantes, pero impotentes ante las soluciones efectivas que necesitamos.

El hecho de que la gente en el poder tenga más restricciones que antes es una buena observación de Naím y deberíamos agregar que ello es digno de celebración por cuanto favorece el preciado valor de nuestra libertad. En tal caso, bienvenido el fin del poder; pero, lo lamentable es que no pueda imponerse la fuerza de la razón sobre las decisiones humanas.

¿Estará tan reducida la fuerza del poder como para que no pueda prevalecer la razón común en la corrección de situaciones que a todos nos perjudican? No creo que haya argumentos concluyentes para responder afirmativamente. Hay hechos para agregar a los ofrecidos por Naím, no para contradecirlo, sino para agregar nuevos aspectos a la situación planteada.

Ante todo debemos considerar las realizaciones innegables de las redes sociales en hechos como la Primavera Árabe y tantas otras intervenciones en los últimos años que han obligado a cambiar muchas decisiones gubernamentales e incluso a los mismos gobiernos. La opinión pública tiene hoy nuevas oportunidades de acceso al conocimiento y a la tribuna pública a través de la web, puede hacer escuchar su voz en todas partes, y no puede ser como antes, acallada o disminuida por el control que los gobiernos ejercían, directa o indirectamente, sobre los medios tradicionales. Ningún poder es más extenso que las redes sociales cuya intercomunicación abarca todo el mundo.

No pueden ser inútiles nuestras posibilidades de información y comunicaciones para discutir argumentos y mover a acciones que conjuren los males que a todos nos amenazan. El mismo hecho de la limitación del poder que manifiesta Naím, es causado, si no totalmente, por lo menos en parte por las redes sociales. Pero resulta también más fácil destruir que construir, se puede ser más efectivo en el rechazo que en la creación. Las redes sociales son un fenómeno nuevo en la humanidad, un instrumento poderoso que puede hacer realidad la utopía de la democracia, utopía aceptada como ideal de gobierno por los poderes tanto de derecha como de izquierda. Las redes sociales son un instrumento cuyo poder apenas conocemos como arma destructiva, pero seguramente nos iremos perfeccionando en su manejo como instrumento creativo.

“La práctica hace al maestro”, y lo que debemos hacer es apurarnos en la práctica positiva de las redes sociales. Este instrumento que ha sido tan efectivo en la crítica destructiva, debe sernos útil también para la construcción de una sociedad mejor, donde podamos continuar la existencia de nuestra especie amenazada con la destrucción del planeta. Es un compromiso en el que todos nos debemos incluir, y antes de que resulte demasiado tarde.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *