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Septiembre no solo será el mes de la cueca sino también el  de la Cumbre del Lujo, que espera recibir una concurrencia con bien provistas billeteras. Sobretodo esto último, porque la idea de los organizadores, la Asociación de Marcas de Lujo, es vender y no solamente mostrar. El programa anuncia un almuerzo- magnífico- una exposición de caballos árabes y un desfile de modas, entre otros acontecimientos.

No es la única iniciativa anunciada en torno a  la dichosa palabra. La  semana que acaba de pasar fue anunciada  una futura ampliación en un mall de Las Condes, para  tiendas de artículos  caros. Lo sorpresivo no es el tema del derroche, ya que hace bastante tiempo que existen locales de marcas  exclusivas, en Nueva Costanera o Alonso de Cordova, donde los compradores o compradoras eligen lo suyo sin aspavientos. También hay un mall en La Dehesa destinado a consumidores de mayor ingreso. Lo único nuevo es la pretensión de “masificar” el consumo de lujo.

La RAE (Real Academia Española) define como lujo lo siguiente: Demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo; abundancia de cosas no necesarias; todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo.

La idea de tener un amante de lujo o un hijo  de lujo no calza con ninguna de las anteriores. ¿Entonces qué? La lista es larga e incluye desde una cartera u otros artículos menores de la marca Louis Vuitton, por ejemplo, hasta los autos Aston Martin, Ferrari o Maserati; pasando relojes Patek Philippe, Omega, Rolex o Cartier;  vestuario de firmas de alta costura; perfumes, cremas y otras bagatelas, cuyo precio fluctúa entre los siete mil  y el millón de dólares. Aunque también queda lo opción de comprar monederos en vez de carteras, o un cinturón de marca, rebajando el gasto a los mil dólares. Ahora, si alguna señora quiere quedar bien para el Día el Padre o un caballero quiere complacer a una dama  no será tanto gastar tres millones en un reloj o una cartera…

En un país donde el debate sobre el sueldo mínimo exaspera los ánimos más templados parece increíble.  Pero no: Chile tuvo una facturación en este mercado de 323 millones de dólares en 2011 y un crecimiento cercano al 15%.en relación a años anteriores.  Y se espera llegar a los 557 millones en 2012,  porque la venta de autos cuyo costo supera los 150 mil dólares (75 millones de pesos) ha tenido un incremento sostenido desde 2006 (de once a 140).

No cantemos victoria. No somos el país que más gasta y tampoco la realidad latinoamericana se condice con la de los países desarrollados, donde un porcentaje mínimo de la población compra artículos muy caros de manera habitual.  Y los menos desarrollados, pero muy ricos, donde un grupo todavía más pequeño invierte cantidades muy  grandes de dinero en verdaderos lujos (conocí en París a una mujer inteligente y políglota que acompañaba a las señoras de un emir árabe a visitar los talleres de alta costura, abiertos exclusivamente para ellas,  donde adquirían los carísimos vestidos que usarían puertas adentro; y en Alemania, cerca de Stuggart, una orfebre chilena guardaba una verdadera fortuna en piedras preciosas en su casa del siglo XVIII, a la que acudía una selecta clientela para comprar sus diseños exclusivos de collares o anillos).

En  Perú nos llevan adelanto: en Lima se inauguró hace un año un centro de compras donde es posible comprar marcas exclusivas como Carolina Herrera, Salvatore Ferragamo y Calvin Klein (el Jockey Plaza Shopping Center, en el distrito El Surco). No en vano ellos fueron virreinato y nosotros apenas capitanía general… aunque el boulevard  de marras lleve el sello de capitales chilenos.

¿Quiénes son los compradores de lujo? Los que se han dedicado a explorar el consumo de este tipo distinguen tres segmentos: en primer lugar están las clases pudientes de los países desarrollados, que gastan en el llamado lujo absoluto (bienes y servicios) de manera cotidiana; luego están los ricos y altos ejecutivos, que compran frecuentemente. Finalmente está la clase media que de vez en cuando “se da un lujo”.

En Chile hay de todo y ejemplos variados. Desde el señor que decide celebrar un acontecimiento familiar comprando un crucero de seis meses para él,  su mujer y sus seis hijos hasta el que corre en solitario a velocidad del rayo en su Maserati, ya sea en los faldeos del cerro San Cristóbal (por La Pirámide) o en la autopista).

Está la pareja exitosa que se va de safari a Sudáfrica y aloja en carpas superchic  asistidos por un personal selecto; la chica de la farándula, posible candidata a consejal, que se deja arrastrar por el suelo por un animador en un programa de televisión para poder lucir unas cuantas carteras de Louis Vuitton; la  ex miss universo que tuvo que olvidar sus pretensiones de convertirse en primera dama; el futbolista que accede a un contrato millonario (y el manager que maneja sus contratos); el animador de televisión muy bien pagado y un segmento de la población que gana entre cinco y doce millones al mes, donde se encuentra a ministros y sus asesores, parlamentarios, publicistas y y todo tipo de aspiracionales que buscan estatus, como por ejemplo trabajadores de las minas  del norte muy bien pagados.

Los nuevos ricos y los viejos pobres

Es en este último segmento, el de los aspiracionales, donde más crece el consumo de lujo en América Latina,  según dice una experta como Gabriela Guerschanik, fundadora de la Asociación de Marcas de Lujo en Chile. A ellos se les llamaba anteriormente “nuevos ricos”, y eran  mirados con suspicacia por los aristócratas de viejo cuño, por ser ostentosos, carecer de educación y tirar la casa por la ventana.

 Se trata de ricos sin pedigrí, millonarios de sopetón, gente que no ha tenido una familia poderosa en el pasado ni una educación ricachona desde la cuna. Los nuevos ricos son, ante todo, ricos asustados de perder la brújula de un estatus que nunca merecieron, escribe en su blog una española indignada; entre otras cosas, porque esos nuevos ricos actúan como virtuales herederos de la Inquisición, cuando se trata de perseguir a los falsificadores de marcas que amenazan su estatus, poniendo al alcance de la masa productos que se ven iguales a los originales, o  a quienes exigen mayores sueldos pretendiendo acortar la brecha económica y social.

El problema es que el mal trato se extiende a otros ámbitos. A comienzos de año, en enero, se comentó con escándalo un reglamento del Club de Golf Las Brisas de Chicureo, que exigía que las trabajadoras de servicio doméstico llevaran uniforme mientras estuvieran en ese dominio;  mientras que en otro lugar de estas características  le fue prohibido  bañarse a una nana en la piscina destinada a los propietarios.

En aquella ocasión el historiador Cristián Gazmuri, señaló en una entrevista con CNN que antaño no existía esta relación despectiva que hay ahora con el personal de servicio, porque los patrones tenían una relación de cariño con las “mamas”, traídas directamente del campo del cual eran propietarios. “La clase burguesa que emerge hace 50 años y se consolida durante el gobierno militar, que comienza a tener grandes fortunas, trata al personal de servicio como subordinados” dijo Gazmuri. Añadió, que esos nuevos ricos pueden llegar a formas de ostentación ridículas, pero que era de esperar que a la larga, Chile teniendo cinco siglos de tradición de sobriedad recuperara este buen hábito.

Otros historiadores no piensan lo mismo y atribuyen esa “sobriedad“ a la pobreza de esta lejana colonia, cuya distancia con la metrópoli era la causa de que las mujeres estuvieran siempre retrasadas en la moda y que los constructores levantaran falsas fachadas para ampliar la altura de las casas;  algo así como el celular de palo que llegaron a usar algunos cuando recién aparecieron estos aparatos; o el blackberry comprado en el persa, la Vuitton de fantasía de Pamela Díaz (que al menos no ocultó su origen).

Dicen que no hay que comparar peras con manzanas- o cerezas con fisalis, esas bayas pequeñitas ricamente arropadas en sus pétalos – pero a mí me gustan los números y hay una pregunta para la que no he encontrado respuesta: Si 148 mil chilenos han salido de la indigencia, por el hecho de vivir con más de 36 mil pesos al mes, ¿cuántos y gastando qué cantidad de dinero han entrado al consumo de lujo?

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