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Laura ha vuelto y aunque esta es la segunda vez que visita Chile desde 1973, desde aquel viaje han cambiado tantas cosas en Santiago que se asombra y se emociona. Se siente conmovida por el enorme pez que cuelga a la entrada de las salas de espectáculos  del Centro Cultural Gabriela Mistral, realizado por artesanos de Chimbarongo, que le recuerda el comedor del edificio UNCTAD, ubicado en el subterráneo donde hoy se encuentra la sala de exposiciones. “Había tanta gente allí, era un ambiente tan alegre, como amoroso,” nos dijo recordando aquellos días en que ella cursaba talleres de literatura en la Universidad Católica y en los cuales el país era gobernado por una coalición de izquierda, la Unidad Popular.

Más tarde, mientras avanza por Providencia y el auto  que la transporta cruza Eliodoro Yáñez, intenta descubrir el departamento donde habitó con su hermano- un destacado periodista -y su cuñada: “Ahí estábamos para el golpe cuando llegaron a allanarnos. Rompieron todo”, susurra.

Camina por el Cerro Santa Lucía y le da pena la privatización del Castillo Hidalgo. En Bellavista se junta con escritores amigos y en el Museo Recoleta Dominica se asombra por la belleza del patio interior del antiguo edificio/convento. Tres días es muy poco tiempo pero más que visita este viaje tiene casi carácter de “escapada”, porque en Venezuela están a dos semanas de elegir un nuevo Presidente y porque la esperan sus alumnos de taller y postgrado en la universidad.

Laura Antillano volvió a Chile, después de una primera estadía en 1998, pero el suyo no fue un viaje para recrear la nostalgia sino, al contrario, para ver el presente y mirar hacia el porvenir ya sea hablando sobre el estado de la escritura contemporánea venezolana de mujeres o refiriéndose a la vinculación entre Gabriela Mistral y Bolívar traducido en su versos, crónicas y ensayos.

Coincidiendo con un nuevo aniversario del natalicio de Gabriela Mistral la escritora venezolana, presentó en el Salón Refectorio del Museo de la Orden de los Dominicos, en Recoleta, el libro “Gabriela Mistral: padre Bolívar, recados de la América nuestra”, con los escritos bolivarianos de Mistral compilados por el poeta Jaime Quezada.

En el texto que escribió a modo de prólogo, Laura sintetizó la contundente visión americanista de nuestra Premio Nobel: “Su pasión latinoamericanista es absolutamente translúcida en su obra poética como en sus ensayos o artículos de prensa, ello describe su posición ante el mundo y es un hilo conductor de su pensamiento”, señala (…) El sueño de Bolívar se sustentaba en la construcción de una gran nación que unificara este territorio de la América del Sur. Gabriela Mistral nos hablará abiertamente de ello en su texto titulado El grito, publicado en la prensa mexicana en 1922: Maestro: enseña en tu clase el sueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Divulga la América, su Bello, su Sarmiento, su Lastarria, su Martí. No seas un ebrio de Europa, un embriagado de lo lejano, por lejano extraño, y además caduco, de hermosa caduquez fatal.”

Mistral, nos recuerda la escritora venezolana, fue una adelantada y anticipó en el siglo pasado lo que a nivel continental se ha producido a comienzos de este siglo. Lo que parece increíble es que en nuestras escuelas se siga ignorando el aporte de nuestra Premio Nobel al pensamiento crítico sobre el Estado, el poder, las relaciones continentales o sus apuntes sobre la educación . Como bien dice Laura Antillano en la presentación al libro de Quezada es en la convergencia de maestra y escritora donde Mistral se conecta con las  ideas de Simón Bolívar, “puesto que detrás de su afán docente estará el firme deseo de hacer de sus alumnos seres conscientes de su entorno americano, identificados con su paisaje, sus rasgos étnicos y culturales, sus lenguas y su proyecto latinoamericanista”. Todo lo contrario de lo que ha predominado en nuestra educación, que mira hacia Estados Unidos y Europa preferencialmente.¿Será por eso el olvido o su reducción a los “Piececitos de niño” y las rondas infantiles?

Paralelos

Como Mistral,  Antillano escribe poesía, pero es en la prosa donde se inscribe la mayoría de su obra: cuentos, novelas, crónicas, ensayos. Y aunque figura en antologías de literatura infantil y juvenil su público es amplio y también sus intereses.

 

Su carrera literaria comenzó temprano y ya estaba publicando a los 18 años. En 1977 ganó el 33° Concurso de Cuentos del Diario Nacional –equivalente a El Mercurio de Chile- con su cuento “La luna es pan de horno”, texto donde relata la conflictiva relación entre madre e hija. Lo escribió a la muerte de su progenitora,  la reconocida pintora Lourdes Armas – de un tirón, usando el estilo epistolar. Hasta hoy, a más de 30 años de su primera edición, se le acercan jóvenes para decirle cómo ese libro cambió su vida.

Actualmente tiene más de 40 publicaciones (poesía y prosa) incluyendo cuentos, guiones para cine y televisión, compilaciones para niños, y novelas para adolescentes y adultos. Algunos de sus libros se han trasformado en clásicos que se leen de generación en generación, como por ejemplo, “Diana en tierra de wayúu“ (sobre una de las etnias más importantes de su país), o  “Las aguas tenían reflejos de plata”, donde habla del pasado de piratas dueños y señores del Caribe.

Además de escribir literatura Laura es columnista. Un libro con sus crónicas publicadas en los diarios más importantes de su país fue presentado en 2011 bajo el título de “Crónicas desde una mirada conmovida”. Entre sus textos, que abarcan más de tres décadas- desfilan acontecimientos como el golpe de estado en Chile ; la guerra de Irak, los bombardeos en Sarajevo; la violencia en Colombia, el concurso Miss Universo y las ganadoras venezolanas; el desastre de la central nuclear en Fukushima; o el terremoto de febrero de 2010 en Chile .

Junto con todo aquello, Antillano tiene vocación de maestra (y en esto también se hermana a Mistral) y da clases de post grado sobre literatura en la Universidad del estado de Carabobo y talleres de lectura y escritura en la Fundación La letra Voladora, que creó convencida de que la literatura es un elemento esencial para el desarrollo de las personas. Por eso, durante su estadía en Santiago presentó una sólida ponencia sobre escritura contemporánea de mujeres en Venezuela, para un taller de Cuento Latinoamericano que se imparte gratuitamente en la embajada de su país.

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Laura ha vuelto, pero en verdad nunca se ha ido del todo; porque su cercanía con Chile se ha mantenido a lo largo de los años, desde aquella breve residencia en Santiago, período en el que conoció a Luis Domínguez (su profesor en un taller de literatura), a Miguel Rojas Mix , a Quezada; fue un tiempo en el que paseó por el Parque Forestal, la calle Villavicencio y la mítica “Casa de la luna Azul” . Su conexión con el país actual sigue muy viva y se interesa tanto por los nuevos autores, como Alejandro Zambra, como por la generación más novel de cineastas, como María Paz González. Sigue  atenta a las movilizaciones estudiantiles y se pregunta por nuestra próxima elección presidencial.

Ahora ya está de regreso en su país preparando un nuevo encuentro sobre literatura y cine – el 8° de una saga ininterrumpida – iniciando otro período de talleres en la sede de La letra Voladora y participando activamente en la campaña por las elecciones presidenciales. Porque ella no es de esas escritoras que se encierran en una torre de marfil. No, claramente.

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