Compartir

Existir para un destino, esa fue la vida del Inca Garcilaso (1539-1616) que finalmente agrega  el título imperial a su nombre, cuando escribe los “Comentarios Reales de los Incas”. Su legado compenetra a su figura construida   desde la  literatura y a él como oidor directo del Imperio de Tahauntisuyo, pues era hijo de un padre conquistador y una princesa incaica. El escritor es conciente de las dimensiones de su obra lo cuál lo convierte en un Inca allende los mares….coronado en esa paz y quietud del retiro comarcal de Montilla en España

“Los Incas gobernaron  con sabiduría y son una civilización”, incluso llega a decir que introdujeron al dios similar al de los cristianos, situación que los haría digno de un trato igualitario de parte de los europeos. Su libro es un llamado de atención a los que han reconocidos como únicos  reyes  a los europeos y han despreciado la civilización que se encuentra en los territorios conquistados.

Reconocerse indio sumergido en las vertientes culturales y literarias de la época es sintetizar en lo textual lo que aun hoy 400 años más tarde no esta logrado. Si bien en la etapa fundacional de la conquista en que vive nuestro creador el mestizaje es rechazado tanto por indios como españoles, ese devenir entre ambas identidades, esa resolución final que a la manera de una partitura es ejecutada por la propia biografía del autor es la invitación a los peruanos –por ende extensiva a los latinoamericanos- a no olvidar a la civilización que existió y que en la fuerza de su recuerdo se aprisiona lo propio, lo distintivo del aporte de una cultura que según lo que el relata tuvo unos gobernantes que se impusieron a la barbarie y que si el conquistador hubiera valorado se habría preservado, pues lo que necesitaban era conocer la fe cristiana, pero sus costumbres, avances y organización era admirable y debió ser respetada.

La memoria  arcaica que se revitaliza en el texto es el mensaje poderoso de los monarcas pretéritos releído una y otra vez por las generaciones venideras, gracias a ese escribidor aprisionado de su destino.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *