El más famoso escritor de viajes en tren, Paul Theroux, en unos de sus últimos libros: Tren Fantasma a la Estrella del Oriente comienza su texto así: “A los viajeros se nos considera osados, pero nuestra secreta culpa estriba en que viajar es una de las maneras más perezosas que hay en la vida para pasar el tiempo”. El viaje Temuco-Santiago en tren que hice el 21 de mayo pasado fue una demostración del placer de viajar como una opción de vida, un regalo antagónico a lo que es un mero traslado de un punto a otro, en este caso, el tranco cansino, especialmente en el tramo hasta Chillán a través de un día soleado de otoño por casi 700 kilómetros.
Hay pasajeros que volvían a leer después de años la revista Condorito, otros se instalaban en un coche comedor en permanente actividad, se oían múltiples letanías sobre las características de locomotoras, los viejos trazados de los ramales o lo bien que lo habían pasado los viajeros que se devolvían a Santiago -en el mismo tren que los había traído unos días atrás- después de haber turisteado por la región. Pero no solo hay mucha confraternidad al interior de los vagones, hay también quienes se detienen a mirar el tren al pasar, algunos deslumbrados por la sorpresa, otros a sabiendas instalados en los andenes de la estaciones o haciendo raids de fotografías.
El tren no es un medio de transporte más. Su antiguo esplendor ha quedado en el ADN del patrimonio cultural chileno. El tren es algo querido y añorado, su revitalización es clave para un país que aspira a entregarlos mejores medios para la circulación de personas y mercancías.
Ha terminado el viaje de 12 horas y se nos quedan entre tantas imágenes la de ese hombre que, arriba del techo, dejó por un momento de limpiar el cañón de la estufa para ver bien ese tren que cargaba tantos recuerdos de otros que pasaron. El viaje nos habla también de lo que estamos viviendo, que desde la salida del convoy hasta Renaico la última estación de la Región de La Araucanía la presencia policial fuera ostensible, y luego, a solo metros del viaducto del Malleco, los restos del descarrilamiento de un tren de carga provocado intencionalmente unos días nos demuestran que se justifica el operativo.
El silbato del “Temucano” señala que la aventura continuará.ejimi
El más famoso escritor de viajes en tren, Paul Theroux, en unos de sus últimos libros: Tren Fantasma a la Estrella del Oriente comienza su texto así: “A los viajeros se nos considera osados, pero nuestra secreta culpa estriba en que viajar es una de las maneras más perezosas que hay en la vida para pasar el tiempo”. El viaje Temuco-Santiago en tren que hice el 21 de mayo pasado fue una demostración del placer de viajar como una opción de vida, un regalo antagónico a lo que es un mero traslado de un punto a otro, en este caso, el tranco cansino, especialmente en el tramo hasta Chillán a través de un día soleado de otoño por casi 700 kilómetros.
Hay pasajeros que volvían a leer después de años la revista Condorito, otros se instalaban en un coche comedor en permanente actividad, se oían múltiples letanías sobre las características de locomotoras, los viejos trazados de los ramales o lo bien que lo habían pasado los viajeros que se devolvían a Santiago -en el mismo tren que los había traído unos días atrás- después de haber turisteado por la región. Pero no solo hay mucha confraternidad al interior de los vagones, hay también quienes se detienen a mirar el tren al pasar, algunos deslumbrados por la sorpresa, otros a sabiendas instalados en los andenes de la estaciones o haciendo raids de fotografías.
El tren no es un medio de transporte más. Su antiguo esplendor ha quedado en el ADN del patrimonio cultural chileno. El tren es algo querido y añorado, su revitalización es clave para un país que aspira a entregarlos mejores medios para la circulación de personas y mercancías.
Ha terminado el viaje de 12 horas y se nos quedan entre tantas imágenes la de ese hombre que, arriba del techo, dejó por un momento de limpiar el cañón de la estufa para ver bien ese tren que cargaba tantos recuerdos de otros que pasaron. El viaje nos habla también de lo que estamos viviendo, que desde la salida del convoy hasta Renaico la última estación de la Región de La Araucanía la presencia policial fuera ostensible, y luego, a solo metros del viaducto del Malleco, los restos del descarrilamiento de un tren de carga provocado intencionalmente unos días nos demuestran que se justifica el operativo.
El silbato del “Temucano” señala que la aventura continuará.
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