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A menudo he escuchado a diversos “profesionales del lenguaje”, junto con educadores, referirse a la comunicación como una propiedad encarnada. En mi interés por el estudio del cuerpo y las relaciones humanas, sin lugar a dudas, la comunicación emerge como un fenómeno a observar. Para ello me hago la pregunta ¿Qué tiene que ver el cuerpo con la comunicación?

Al buscar respuesta a mi pregunta, primero que todo, he tenido que asumir que si concibo la comunicación como el manejo de símbolos que se permite en la propiedad lenguajeante de los seres humanos, tengo que asumir también que el lenguaje es un instrumento corporal. Por lo tanto, bajo esta concepción, de idas y venidas simbólicas, me vería obligado a comprender el fenómeno, que cotidianamente conocemos como comunicación, como traspaso lineal de información y procesamientos de bits de datos, donde los procesos mentales son entendidos desde la idea de la representación simbólica.

Inicialmente he tendido a rechazar esta propuesta. Debido principalmente a la escasa contribución que el agente humano en la experiencia supone desde esta perspectiva. Mi cercanía a las ideas enactivas de cognición, me llevan a desechar la teoría de la manipulación simbólica reglamentada, como explicación del ocurrir del fenómeno de comunicación y lenguaje. Y por tanto he intentado responder a mi pregunta inicial, tomando en cuenta la importancia de la experiencia humana.

Naturalmente los humanos, estamos incapacitados de acceder a un mundo pre-existente, y tampoco podemos conocer mediante representaciones. Los humanos participamos directamente, gracias a nuestras acciones, en la emergencia de significados, en la creación de mundos. Nuestra capacidad cognitiva está enactivamente corporizada. El conocer, como fenómeno biológico, permite la construcción de saberes experienciales como formas creativas de significación enactiva,  que corresponden a nuestra historia biológica y consensual, a nuestro sentido. Esta acción encarnada, funciona a través de redes sensorio motrices como una regularidad exhibida en la conducta del sujeto y en correspondencia corporal con el medio.

Por lo anterior, al hablar de comunicación, no podemos dejar de lado la experiencia del agente humano. En la observación de la dinámica de interacciones, hablamos de comunicación (cotidianamente), cuando lo que observamos es un fluir de coordinaciones conductuales como una sincronía corporal recurrente.

La palabra “conversar”, proviene del latín “conversari” que significa dar vueltas en compañía. Etimológicamente y también de manera práctica, sabemos que la conversación y la comunicación, suponen la existencia de un ego (yo) y un alter (otro), que interactúan y se relacionan en su condición humana lenguajeante.

Diseñadores conversando en OpenD
Diseñadores conversando en OpenD

El cuerpo en esta interacción, posibilita al lenguaje, pero el lenguaje no ocurre en el cuerpo, sino que ocurre en la consensualidad de las coordinaciones conductuales. Ahora bien, si se entiende el lenguaje como un modo de vivir en compañía de otro u otros, debemos agregar que el vivir juntos, el co-vivir, no se limita únicamente a la presencia física-corporal, sino que se da en diferentes haceres conductuales, como cambios de posición o forma respecto al medio. Las conductas son por tanto, la relación que distinguimos entre los sujetos y el medio.

Sabemos que las conductas son distinguidas también, desde las disposiciones corporales que constituyen una emoción. Por ello acepto que es la emoción la que funda la conducta. En el fluir de sentires y haceres vamos dotando de significado el mundo fenoménico que enactuamos, permitiéndose cambios en nuestra corporalidad de acuerdo a los gatillamientos posibles de la interacción y relación. Los humamos tenemos perspectiva y vivenciamos un excedente de significación de acuerdo a diferentes configuraciones relacionales.

Al hablar de la experiencia como corporización fenoménica del vivir, afirmo que en la ontogenia de los seres humanos se van apareciendo diferentes configuraciones corporales coherentes a las interacciones y relaciones que el sujeto vivencia. El cuerpo como superficie humana de la vivencia da cuenta de su presencia en las relaciones de transformación. El cuerpo es la forma más directa de ser hombres y mujeres posibilitando el fluir fisiológico, en una coherencia estructural con el medio que lo acoge y que permite tales cambios. Las transformaciones corporales dan cuenta de que la condición humana es corporal-relacional.

Los encuentros de las personas con su medio gatillan cambios estructurales que se manifiestan en su corporalidad y que incluso están determinados en ella. Ahora bien, los cambios conductuales como otra dimensión humana, no están determinados en la fisiología del organismo, pero si están permitidas por las condiciones del mismo. La vivencia del ser humano no está contenida en su corporalidad pero si es su corporalidad la que hace posible la vida en relación.

Parque Botánico Buenos Aires 2009 - Fotografía de Mariluz Soto
Parque Botánico Buenos Aires

Todo lo que hacemos, y todas nuestras diferentes maneras de vivir, aparecen incorporadas en nuestra corporalidad presentándose en nuestras acciones. De esta manera, podemos reconocer los miembros de diferentes sociedades y diferentes culturas a través de las diferentes maneras en las cuales ellos manejan sus cuerpos. Crecer en una sociedad y cultura dadas, supone adquirir una manera particular de ser una corporalidad. Por su parte David Le Breton [1], refiriéndose a los estudios de Maurice Leenhardt, nos describe como en la cultura de los Canacos, el cuerpo, toma las categorías del reino vegetal. De esta forma los canacos no conciben al cuerpo como una forma y una materia aislada del mundo, el cuerpo es más bien parte de éste, participando por completo de la naturaleza constituyendo así una identidad de sustancia con la misma.

Cuando se afirma que las transformaciones corporales se dan de manera contingente al fluir de las interacciones del sujeto, se comprende entonces que los dispositivos de control, tanto desde los sistemas que constituyen la anatomopolítica del cuerpo humano como aquellos que dan origen a la biopolítica de la población, son gatilladores de transformaciones corporales que se evidencian en la manera en que las sociedades y sus individuos vivencian y manejan sus cuerpos. Así, la identificación y caracterización de una red de conversaciones que constituye una cultura, puede darse por la manera en que sus participantes viven sus cuerpos, esto es, desde su propia estructura, su anatomía, hasta sus manifestaciones corporales, como gestos, usos y técnicas.

La implicancia que tiene el lenguaje sobre nuestra condición corporal, es justamente que llegamos a ser en nuestros cuerpos según, el empleo del lenguaje en el cual crecemos [2]. De este modo mientras vamos aprendiendo sobre los usos del lenguaje, vamos creando modos de vida de acuerdo a las circunstancias de nuestro vivir.

 

 

[1] Le Breton, D. (2002). Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión.

[2] Maturana Romesín, H., & Nisis de Rezepka, S. (2004). Transformación en la convivencia. Santiago: J.C Sáez

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