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Ayer me interné en el jardín crecido y oloroso de mis grandes amigos Osvaldo y Nubía, amigos encontrados en los años en que la oscuridad amenazaba con comérselo todo. Ellos, los perseguidos de otrora, vivían en medio de la fragancia de la tierra aún juntos, aún queriéndose. Victoriosos.

En los recodos grises de los 80s, en noches largas en las que cortaban la luz y sonaban, desde distintos puntos de Santiago, disparos, gritos, carreras y cacerolas que cantaban su canto metálico: “Libertad para Chile”; nosotros, después de guardar la nuestra,

nos instalábamos

durante el espacio eterno de un toque de queda que duró quince años,

a con-versar y “VER” el mundo que soñábamos y que ya construíamos en el modo concreto de querernos, cuidarnos, mirarnos, comer y todo lo que constituía la vida. Uno de los rasgos de ese mundo era la libertad y la Igualdad. ¿Qué es la libertad, la igualdad? ¿Cómo bailamos entre muchos de manera libre e igualitaria? ¿Libertad individual, libertad social?

Al llegar a su casa, en el corazón de ese enjambre de jazmines, entre el follaje agreste, apareció la hija de Nubia, la Betsy, mi amiga de los ojos más grandes.

(Esos ojos miran ávidamente el mundo desde que la conozco.) Miran, bailan, laten y acarician. Su cabeza está llena de luz y conocimientos y estar con ella,

desde el Madrid del exilio en el que nos avizoramos por primera vez,

hasta ahora

es un torrente de placer y risa, iluminaciones y la certeza de que hay mucho más que un universo. De su boca, una vez más, emergieron mundos, libros, ideas transformadoras, las preguntas, cada vez más desnutridas a nivel colectivo. Ella la rastreadora de respuestas nos aportó lo que otros, en otras latitudes, se están planteando.

Es el espacio cálido de su living, con una mesa llena de delicias y amor a torrentes, fluyó, entre estos cuatro seres diferentes pero iguales, la con-versa como si todos los años que han pasado desde las otras con-versas no hubiesen existido y estuviéramos, donde mismo, haciéndonos las mismas interrogantes, como si todo lo que hay que resolver de fondo estuviese aún pendiente, donde lo dejamos, al inicio de la avalancha libre mercadista que ya se entronaba en ese entonces y que amenazaba con el fin de las identidades culturales, la comunidad, los sueños, el tejido social, la democracia.

Y volvimos a con-versar de lo que siempre habitó nuestros encuentros: ¿Quiénes somos y desde esa certeza de identidad, cómo hacerlo para ser felices todos juntos? ¿Cómo es el mundo que soñamos? ¿Hacia dónde queremos caminar en la claridad de que nuestro caminar debe contener la imagen que nos inspira?

Cada uno y cada una aportamos nuestras conclusiones y nuevas preguntas a la luz de los nuevos temas de hoy. Revisamos los viejos textos que daban respuestas. Cada uno y cada una puso en el caldero libros, cuentos, anécdotas, indignaciones, teorías científicas, emociones, inquietudes. Metimos las manos, tocándonos la yema de los dedos, revolviendo, mezclando, riendo (siempre riendo), saboreando, encantándonos con la mezcla del otro, de la otra. Pequeña comunidad tejiendo, en círculo, con lo mejor de cada uno, de cada una, el futuro concreto.

Ya en mi casa fue inevitable preguntarme por la ausencia de tejido social, de la con-versación colectiva, la desaparición de la comunidad, de la empatía, del todos juntos, del bien común pero, sobre todo, la ausencia de sueños que iluminen, que nos impulsen a caminar, a levantarnos, a juntarnos, a configurar éticamente nuestro presente, que nos pongan a reír y nos permitan sentirnos lo que somos, humanos, humanos, humanos.

Señores y señoras candidatas, más allá de las soluciones concretas y prácticas frente a los mil desafíos del presente, más allá de lo pésimo que es el contrincante, de lo traidor, inepto o lo que sea, está la indispensable visualización del país y el mundo que queremos habitar. Quisiera verlos, junto a comunidades cada vez más amplias, alumbrados por el cariño, con los ojos brillantes, imaginando, soñando, sintiendo el hermoso mundo que nos espera si podemos VERLO y SENTIRLO, en lo profundo del corazón,  entre muchos y en comunidad. Yo voto por el retorno del SUEÑO QUE ILUMINA E INSPIRA

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