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Siempre he creído en el principio de unión femenino-masculino.  Cómo no verlo si está presente en todas partes; incluso en las parejas del mismo sexo.  Fue natural entonces encontrarlo representado en las imágenes del budismo tibetano, con las deidades en cópula. En occidente, esa imagen se entendió como erotismo,  pero no es así. Habitualmente vivimos nuestra sexualidad  desde el apego; en la unión trascendental desaparecen las diferencias de uno y otro y no hay separación.

Aun así, ambos principios representan cualidades. Esto  se expresa en la sílaba EVAM , donde E es el gran espacio femenino y VAM la actividad que se desarrolla en su seno. El principio femenino está asociado a la vacuidad, a la sabiduría, y el masculino, al método y a la compasión.  Ese complemento es la base del camino espiritual. Sorprende esta visión, a contracorriente de nuestros patrones culturales.

Si miro mi experiencia, puedo reconocer un cierto equilibrio de los dos y una preferencia por ser mujer. Y en mi caso, no se trata de la maternidad que da a luz desde su cuerpo. Muy temprano elegí no ser madre.  No tengo una explicación para esto sino la sensación de un mandato de libertad y de responsabilidad,  que en mi historia puedo asociar al compromiso social –que me llevó a situaciones de riesgo- o espiritual -que implicó largos periodos de retiro difíciles de soportar si se extraña a un hijo.  Tampoco quise ser la esposa de alguien sino una compañera comprometida libremente.  Imaginé que era posible una relación sin mutuos sometimientos,  dos seres iguales gozando las diferencias. Sigo pensando que es la mejor manera de vivir: plantada en  el mundo desde una alianza amorosa.

Y me gusta ser mujer. Estar con otras en esa complicidad sensible y  ese lenguaje común.  Aún si todos somos capaces de desarrollar las mismas cualidades, debido a los patrones culturales recibidos tendemos a manifestar con menos miedo la ternura, la emocionalidad, la acogida, el juego. Y por tanto, nos sentimos cómodas en los espacios que construimos, y molestas  en los lugares de fuerte predominio masculino- los de todas las formas de poder sobre los otros.

Se nace mujer y luego una puede mirar y deleitarse con su propio rostro. Al difundir mi primera novela, la reacción más recurrente fue la de reconocer lo femenino. Hasta ahora, no me había interesado esa discusión de si existe o no una escritura diferenciada,  pero, al escuchar estos comentarios, me di cuenta de que se había expresado, sin intención, algo profundamente personal y que además valoro: el poder primordial de nosotras las mujeres.

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3 Comentarios sobre “Femenino-masculino

  1. Reconfortante ver reflejados ideas, sentimientos, sensaciones en tu texto. Además inspirador. A veces ocurre que quiero decir tantas cosas, pero por alguna razón soy incapaz de hacerlo. Compruebo que hay que buscar voces, escarbar, desenterrar, descubrir espejos y por ahí siempre emerge algo, se desata un nudo como por arte de magia.

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