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Anoche tuve un sueño…

Soñé con un mar turbulento y un barco.

Mi barco era de madera de los antiguos árboles del sur.

Tiene velas blancas que parecen alas al viento.

Tiene un mascaron de proa.

Es una mujer de largo pelo y grandes pechos.

En mi sueño él navegaba a la deriva.

Entonces se abrieron los cielos y llovió, llovió y llovió. Los lagos se colmaron.

Se humedeció la tierra de este país y mi barco poco a poco enmendó el rumbo.

Un rumbo frágil aún.

El venía lleno de mujeres. Mujeres grandes y chicas, gordas, flacas, negras, rucias. Habían mujeres sabrosas, deslavadas, buenas para reírse, otras tristes y lacónicas, corajudas, miedosas, lindas, feas, cabezonas. Todo tipo de mujeres.

Venían con sus risas, sus sueños.

Venían con sus libros, con las ollas, los floreros, con grandes murales.

Conversaban, discutían, comían pan con palta.

Se oían carcajadas con todos los dientes al aire, había olor a cazuela, matas de romero, una pizca de lavanda.

Y de pronto mi barco entró con todas las mujeres por el río Mapocho.

Ellas venían a amujerar el país.

Amujerar la cultura, la política, el trabajo, el amor.

Amujerar el poder, la casa, los secretos…

¿Escuchan? Se oye el rumor. Se acerca.

Viene llegando desde el cielo,

desde el sur, desde el Chacao,

desde Ahumada con Huérfanos,

Conchalí, Arica, Panguipulli.

Viene, desde el fondo de la tierra,

la cocina, la picada, la pista de baile.

Desde la cama compartida y la cama solitaria,

desde los aires del norte,

desde todos los volcanes.

Viene llegando desde los sembrados, las carretas,

lavaplatos, desde el este y el oeste,

desde el diario, los jardines, las consultas, los

despachos, los suspiros, los sueños, las sonrisas…

desde el corazón de Chile,

Llegamos, estamos aquí,

EL GRAN DESEMBARCO DE LAS REINAS DEL MAMBO.

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