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Mucho se ha hablado del Matrimonio homosexual, de la adopción para homosexuales o simplemente de la orientación homosexual.

Para muchos es un acto de coraje encarar a la sociedad con todos sus estigmas y decir a viva voz que gustan de las personas del mismo sexo, o de ambos; Para otros también es una enfermedad, un virus o una moda. Es posible que jamás se logre conciliar ambas partes y siempre existan detractores de nuevas leyes más progresistas que permitan la unión civil y los derechos correspondientes a personas que no comparten sus preferencias sexuales, así como aún hay personas conservadoras en sus valores que rechazan el divorcio.

En este contexto de bipolaridad valórica, no sólo hay diferencias sobre lo que ocurre al interior de las camas, sino que también las hay en temas tan variados como la marihuana, el aborto, la eutanasia o la pena de muerte. Es en estos debates en donde se enriquece la democracia y se fortalece también (aunque pareciera que es todo lo contrario, especialmente en Chile) la tolerancia.

A la persona homosexual, que es el tema que quiero abordar principalmente, no se le puede negar el coraje que posee al admitir una conducta tan vetada y mal vista por las sociedades conservadoras, hipócritas o anticuadas (llámelo como usted quiera) como la nuestra. Hay que poseer un valor tremendo al aceptarse uno mismo y saberse diferente al resto. Reconocer la condición y saber de todos los impedimentos, burlas y comentarios que rodearán a tu persona desde aquel momento es sólo capacidad de mentes abiertas y dispuestas a aceptar su destino y naturaleza. Puede uno estar de acuerdo o no con la homosexualidad, pero no se puede negar lo realmente subversivo que se debe hacer para tomar una decisión así de manera pública.

Ahora, cuando se sale del closet o se rompe el cascarón del miedo, la persona homosexual se va a enfrentar a un mundo duro, en especial para él. Aparte de las diferencias de clases, económicas, culturales y sociales; deberá lidiar con su verdad que se transforma muchas veces en una cruz, cuando se vive en un país que ni siquiera reconoce el hecho de tener diferentes opciones sexuales. Chile solamente ve parejas heterosexuales, el homosexual chileno está en un vacío legal que no lo ignora por completo, pero lo discrimina.

Este salto hacia adelante (o para atrás según sea su concepción de la realidad) de aceptación no sólo es difícil para el homosexual, sino que también para toda su familia cercana, cuando esta condición se asume de manera pública y sin pudor. Muchos padres no aceptan la situación o les cuesta un montón: algunos prefieren ocultarlo como se ha hecho de manera tradicional con el típico ejemplo del tío soltero o la solterona de la familia, otros optan por negarlo y no ver más al hijo; y otros lo aceptan ayudando al hijo con el peso que tiene el reconocimiento y la discriminación social. Pese a la opción que se elija, no es fácil para nada, más aún cuando las generaciones anteriores han sido criadas con paradigmas antiguos y poco progresistas.

Mi reflexión acerca de este tema me ha llevado a concluir que el Estado (o el mercado si le gusta más) ha dejado de lado a estas personas, asumir una orientación sexual que socialmente es reprimida y recriminada no es tarea fácil, más aún para adolescentes que recién se han dado cuenta de su naturaleza, ni tampoco lo es para su familia. La persona homosexual que, aparte de ser discriminada por ley y ser privada de entregar y disfrutar del amor tal cual es, está abandonada por el Estado en la ayuda psicológica necesaria para dar éste paso al igual que su familia. Que no se confunda la visión que le estoy dando a la homosexualidad, no la pretendo poner como una enfermedad del AUGE para que sea cubierta, sino que esta preferencia personal de la conducta sexual es un tema tan trascendental y portador de un nuevo paradigma que las instituciones y la sociedad han quedado kilómetros atrás y ya es el momento de dar el salto, no sólo en reconocer a estas personas, también en ayudarlas a salir adelante junto a su familia, porque no es fácil emocionalmente aceptar de forma pública y permanente esto, ya que se teme la respuesta que nos pueda entregar esta la sociedad amenazante que hemos creado, en la cual viven recluidos desde homosexuales hasta peruanos, bolivianos (Sí, en Chile se discrimina).

Faltan políticas públicas que ayuden a la sociedad a repensar las formas de pensar para que le den un impulso a la aceptación de estas conductas sexuales históricamente naturales. Falta reconocimiento legal, otorgamiento de derechos básicos, ayuda inicial para aceptar la condición de la persona, para él y su familia;  y también prohibir los programas o bombardeos televisivos que ayudan a favorecer la discriminación (así como se hace con el racismo).

Hoy Chile y América Latina lo construimos todos, somos partes de una sociedad que no se debe quedar atrás en estos temas, debemos abrirnos a políticas inclusivas y no discriminadoras.

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