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Después de una muy anunciada visita (la segunda a Chile), John Maxwell Coetzee, el premio Nobel de Literatura en 2003, está a punto de entrar al auditorio de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica, Campus El Comendador para más señas. Tan solo faltan los auspiciadores del encuentro, que se da en el marco del seminario “La Ciudad y las Palabras” del Doctorado de Arquitectura, para que el sudafricano de hermética fama se sitúe frente al podio donde leerá dos capítulos de “The childhood of Jesus” (“La infancia de Jesus”), que habla de la relación entre un hombre que recoge a un niño para el cual decide buscar una madre.

El público espera ansioso. Estudiantes de letras y lectores apasionados; uno que otro filósofo; escritores en ciernes y algunos fogueados, publicistas. Una vez que la primera fila está completa aparece en escena Coetzee vestido de impecable terno azul, camisa clara y corbata roja.

Como no hay traducción simultánea, el público ha recibido previamente fotocopias del texto que presentará el autor. Pero Coetzee lee en forma pausada en un inglés perfectamente comprensible y resulta mucho más atractivo escuchar y ver su lectura dramatizada que mirar el papel. Silencio casi reverencial en la sala llena; tan solo se escucha a intervalos el pasar de las hojas.

Luego de un largo aplauso al finalizar la lectura, los más entusiastas dejan sus sillas casi de inmediato para hacer fila frente al escritor. Han dicho que solamente firmará un libro, pero varios llevan tres o cuatro, lo saludan de mano, le hablan y hasta se sacan fotos con él. Desmintiendo su fama de arisco, Coetzee los deja hacer.

En Bogotá, donde había estado dos días antes, fue más pródigo y leyó un discurso contra la censura. Era que no: el director de los programas de creación literaria de la Universidad Central de Colombia viajó a Australia  –donde vive el escritor– y le propuso que visitara su país. Al Nobel le gustó la idea y participó en un seminario de tres días dedicado enteramente al análisis de su obra (8 al 10 de abril) por parte de 26 escritores, lectores, críticos literarios, editores, periodistas, profesores universitarios y ensayistas. Además, el homenajeado recibió el título de doctor “honoris causa” de Humanidades y Letras de la Universidad anfitriona, por ser considerado “un paradigma de la creación literaria y del humanismo de nuestra época”.

La obra

coetzeediario¿Qué ha hecho el escritor sudafricano en su 73 años de vida para merecer tal elogio? Ganador de dos premios Broker, el más prestigioso de la literatura en habla inglesa, y del Premio Nobel de Literatura, J M Coetzee es según algunos críticos el más importante escritor vivo en lengua inglesa en la actualidad. Además de enseñar literatura y de escribir ha sido un defensor consistente de causas como la libertad de expresión El año pasado junto a escritores como Nadine Gardimer (también sudafricana y Premio Nobel), firmó una declaración contra un proyecto de ley de protección de información sobre el Estado impulsado por el partido gobernante, por considerar que establecía las bases para la censura de prensa. No es de extrañar entonces que su conferencia en Bogotá haya abordado ese tema.

Pero son muchos los motivos que lo convierten en “personalidad destacada” (como lo llamó mi vecino de asiento en el salón de la UC). En sus novelas toca temas básicos de la existencia, como la infancia, la soledad, el abandono, el sexo, la exclusión, la muerte, el autoritarismo político, el abuso de poder. Su escritura está llena de referencias eruditas – a filósofos, políticos, científicos- y a menudo se ríe de sí mismo.

Coetzee también se arriesga navegando entre diferentes estilos o formas narrativas y tan pronto escribe a la manera de un clásico ruso como Dostoiewski , como exige un complejo ejercicio de lectura a tres bandas contando historias paralelas. Es el caso de “Diario de un mal año”, donde se alternan ensayo y narración intercalando las opiniones de un escritor sesentón, el señor C y su visión sobre una mujer joven y sensual, Anya.

Todo comienza en una lavandería, donde C conoce a Anya, portadora de un vestido asombrosamente corto: “Mientras la miraba me invadió un dolor, un dolor metafísico, que no traté de reprimir. Y de una manera intuitiva ella lo supo, supo que al viejo sentado en una silla de plástico del rincón le ocurría algo personal, algo relacionado con la edad y la tristeza de las cosas. Algo que a ella no le gustaba en particular, que no quería recordar, aunque era un tributo a ella, a su belleza y frescura, así como a la brevedad de su vestido”, escribe C. En este libro Coetzee despliega humor y cita a Borges, García Márquez, Montesquieu . C se pasea por muy diversos temas como la gripe aviar, Al Quaeda; el asilo en Australia, Tony Blair, el envejecimiento, el erotismo. Pero son solamente pretextos del autor para seguir la relación paradójica entre C y Anya.

La tentación de la carne es también la causante de todos los males del protagonista de “Desgracia” (1999), donde narra la historia de un hombre de 52 años que debe abandonar su carrera académica por vincularse sexualmente con una de sus alumnas (“Por cometer actos impropios  por diseminar su simiente vieja, cansada, simiente que no brota, contra naturam”). Tras el escándalo se refugia en el campo, en el Cabo Oriental, con su hija Lucy y allí se encuentra con la violencia racial post término del régimen colonial blanco. Como trasfondo, el miedo, no solamente a la venganza de los nativos por tantos años de humillación, sino también a la muerte, la degradación. Al mismo tiempo los personajes se enfrentan a la culpabilidad y la falta de esperanza que solamente se redime  a través de la compasión por el mundo animal. Por esta novela Coetzee ganó su segundo premio Booker y se hizo conocido a nivel internacional. También le costó acusaciones de racismo de parte de miembros del Consejo Nacional Africano, el partido gobernante de Sudáfrica.

En “El maestro de Petersburgo”(1994) se apropia de la figura y el estilo de Dostowieski para hacer un relato ficcionado sobre el retorno del escritor ruso a su patria, con el fin de reconstruir los últimos momentos de vida de su hijastro Pavel, acusado de revolucionario y asesinado por la policía secreta. El tono logrado, su interpelación a las lógicas totalitarias (la zarista, la del grupo al cual pertenecía Pavel) el cuestionamiento a la formalidad de las relaciones afectivas (una vez más) resultan notables.

Igualmente remecedora es “Infancia”, novela interpretada como autobiográfica, donde el autor da cuenta de un modelo de educación déspota y falaz y de una relación parental marcada por el distanciamiento, teniendo como fondo la Sudáfrica del apartheid.

“Elizabeth Costello” muestra otra cara de la realidad: la de una novelista que debe enfrentar el complejo entramado del mundo editorial que a través de sucesivas conferencias y entrevistas que debe conceder como parte de su quehacer literario, es develada en sus roles de madre, amante y escritora. Una figura que puede ser muy cruel, pero a la vez es víctima de si misma. Casi al comienzo del libro, el hijo de Elizabeth, que la acompaña debido a su  avanzada edad, se pregunta “¿Qué clase de criatura es en realidad su madre?”. La respuesta dista de ser amorosa (tampoco lo fue ella en su infancia). “No es una foca: no es lo suficientemente amigable. Pero tampoco es un tiburón. Es una gata. Una de esas gatas grandes que hacen una pausa mientras evisceran a su víctima y te miran con ojos amarillos y fríos desde el otro lado del vientre abierto en canal”.

La biografía

¿Qué clase de criatura es Coetzee? Hay ciertos datos reveladores sobre su carrera literaria: el que su tesis de doctorado en lingüística computacional en Austin (antes estudió literatura y matemáticas Ciudad del Cabo) haya versado sobre una obra del irlandés Samuel Beckett es uno. El haberse desempeñado durante tan largo tiempo en la academia, como profesor e investigador, podría ser otro (.para no depender de su obra literaria como fuente de ingresos “es decir, no tener que complacer a un público voluble”, dijo recientemente). Desde luego resulta relevante el hecho de haber nacido y crecido en Sudáfrica, como parte de una minoría blanca. Y también es decidora su inmigración a Australia en 2002.

Quizá lo más cercano a una biografía sea “Verano”, donde la vida secreta del autor – muerto en la ficción- es revelada por cinco mujeres que jugaron un rol importante en su existencia. Aquí no solamente hay un ajuste de cuentas con su pasado sino también con esa parte de su existencia transcurrida en Sudáfrica e Inglaterra. Vincent, un investigador, recoge los testimonios, y Coetzee aparece sutilmente entre notas al texto

La biografía real, la autorizada, la escribió un sudafricano estudioso del afrikaans que no alcanzó a ver publicado el libro, J:C Kannemeyer. El biógrafo lo describe como un hombre meticuloso que ha llegado a corregir hasta 14 veces sus manuscritos (“Desgracia); un hombre intensamente reservado, que pese a haber sufrido experiencias muy dolorosas nunca ha abandonado el rigor de la escritura. Alguien que en su juventud leyó poetas latinoamericanos como César Vallejo, Octavio Paz y Rubén Darío.

Existe también la versión de literatos sudafricanos quienes lo consideran una especie de falso profeta que no se compromete demasiado con la realidad del país donde nació y vivió gran parte de su existencia, y en cuya construcción de los personajes pertenecientes a la mayoría negra no aparece consultada ninguna persona de ese origen.

Coetzee ha dicho que la tarea de un escritor es inventar historias y no andar diciendo lo que piensa acerca del mundo. Sin embargo, en 2004 no quiso recibir un título honorario de la Universidad de Harvard debido “al abuso estadounidense de prisioneros iraquiés en el campo de Abu Graib. 

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2 Comentarios sobre “Hora y media con Coetzee

  1. Coetzee es un escritor maravilloso, y felicito a la editorial argentina que promocionan su obra, las fuentes literarias que atraviesan su escritura para acercarlo al público, más allá de sus fieles lectores.

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