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Hace un tiempo me preguntaron por qué me gustaba tanto tomar fotografías. Por qué estaba obsesionada por tener un registro de lo que pasaba, sin que el momento inmortalizado fuera necesariamente un hito importante. Pensé en mis fotos de fin de semana, en las imágenes de mis mascotas, en las fotos que a veces saco en fiestas y comidas…y supuse que la respuesta tenía mucho que ver con mi incapacidad para recordar. Mi mala memoria. La explicación me convenció y cuando seguí indagando descubrí que quizá era cierta.

Me puse a escarbar en mi niñez y adolescencia y me encontré con lagunas importantes en mi memoria. Parte de mi historia estaba borrada…había recuerdos vagos, canciones, momentos muy específicos, pero nada muy claro. Mi intención hasta acá no es contarles mi historia personal, sino acercarme –desde mi experiencia- a una práctica que ha crecido enormemente gracias a la tecnología y la hiperconectividad: la publicación constante de fotografías aficionadas.

Yo siempre he sido buena para tomar fotos. Nada muy profesional y como antes les contaba, no es necesario que sean momentos específicos. A veces salgo a pasear y saco fotos al azar, que después guardo en carpetas con la especificación correspondiente: “Fin de semana del 22 de noviembre de 2013”, y listo. Como esas tengo miles, y cada cierto tiempo me preocupo de respaldarlas. También pasé por la etapa del Fotolog y ahora, en Facebook, debo tener carpetas de por lo menos 3 años atrás. Lo admito, es mi debilidad y al menos ahora ya tiene su propia explicación.

Pero más allá de mis obsesiones, lo que más me ha llamado la atención y lo que me hace sentir de otra generación, es el fenómeno de los selfies, o autofotos. Para explicarlo en simple, se trata de la típica imagen que nos autosacamos frente al espejo o con el brazo estirado, intentando encuadrar la toma para sacar la foto. Tanta importancia ha tomado esta simpática y muchas veces egocéntrica actividad que incluso la palabra selfie salió nombrada “palabra del año” por el diccionario Oxford. Importante ¿no?

El punto es que cuando supe sobre este concepto no pude dejar de preguntarme sobre las razones para ejecutar las famosas imágenes selfies. ¿Qué necesidad estamos satisfaciendo al sacarnos autofotos y publicarlas en las redes sociales? ¿Cuál es el sentido de este acto? ¿Es por amor propio?  O al revés, ¿por falta de amor y necesidad de reconocimiento? ¿Qué nivel de desconexión interior existe, que necesita ser re-conectado y re-conocido a través de los likes y los comentarios de los demás? ¿Qué estamos comunicando, qué queremos decir y qué esperamos recibir?

Quizá, tal como mis fotos de paisajes y comidas, sea solo una forma de no olvidar. ¿Tendrá que ver con el excesivo culto al cuerpo? ¿Con no querer envejecer, congelando nuestra juventud en estas imágenes?

Se me vienen varias preguntas y respuestas, pero mi intención es abrir el debate y dejarlos con este nuevo fenómeno. Y ustedes, ¿se han tomado selfies? Yo admito tener un par por ahí….

 

PD: este interesante artículo dice haber encontrado la primera selfie de la historia. Quizá, si hubiesen existido las redes sociales, este chiquillo hubiese sido muy popular…

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Alguien comentó sobre “Imagen, memoria y el fenómeno social…

  1. Me encantó todo lo que leí porque me sentí identificada en muchas cosas que dijiste. Mi tema de las fotos que también me encantan no es principalmente por un tema de ” falta de memoria” sino para dejar plasmado cada momento y luego cuando las revisas dices piensas lo bkn que fue ese momento y que bueno que haya registro de ello..si a todos nos pasan ciertas lagunas mentales eso es un hecho o no? XD
    Y por último quiero agregar que siento que las fotos que nos tomamos de “egolatras que somos” creo que sin duda son para que nos lo comenten, porque si no tuviese un “like” seria igual fome o no? creo que en nuestro interior sabemos que eso es asi, aunque lo neguemos mil veces XD

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