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“Te ponen la venda. Con ella terminas / conversando / con otros ojos / que estuvieron antes / encerrados en este paño”. Anónimo, Campo de prisioneros Estadio Nacional.

La libertad no es un sueño -prologado por Julio Cortázar, compilado por Raúl Silva-Cáceres y Edgardo Mardones, con la colaboración de Jorge Calvo, que vuelve a ser editado es para reparar, volver a pasar por el corazón, re-construir el tejido roto de la historia que no tuvo expresión en Chile sino en círculos muy pequeños, underground, al inicio de la dictadura militar.

Este libro –en su volcamiento al mundo- no es una opción, sino consecuencia. Ese sólo hecho lo hace distinto. La consecuencia es derivada de una praxis política con profundo sentido humanista que pone como norte la libertad de un pueblo, en ese entonces, brutalmente oprimido por los militares, mancillado, oprobiosamente humillado.

La literatura no sólo es literatura. La literatura es una extensión de la realidad a otros soportes y formatos. En tanto acontece esa realidad de sufrimientos, la palabra adquiere una dimensión sagrada y hay que abordarla en esa dimensión.

Cuando esa armonía exterior existe, estas constantes biológicas debieran ser vertientes naturales en el interior del hombre, en sus mundos y submundos, en sus regocijos y expresiones. Cuando es vulnerada y lacerada esa armonía, la literatura y, especialmente, el poema y la canción se transforman en un acto insurreccional. Los quetzales cantan sólo en libertad. Cuando son apresados dejan de cantar y mueren. Al ser humano aún le queda la posibilidad de resistir. El poema y la canción son a la libertad como el agua a la vida misma.

La mala poesía como expresión valórica de una propuesta estética no existe, desde la academia y la erudición nos hacen creer que determinados contenidos y formas no alcanzan esa dimensión cósmica deseada y no logran constituirse en poemas. Siempre dudé de esa mirada magisterial, y después de leer La libertad no es un sueño, mayor es mi duda acerca de esa afirmación. En esta lógica y en esta estética, nunca será malo escribir poemas. Y en esta misma lógica, malo es fabricar armas.

Usando como caja de resonancia a Maiakovsky, muchas veces el acceso al poema es el último recurso y la única posibilidad. Se escribe, no para formar parte del cielo de las figuras estelares de la literatura universal, sino para aferrarse a esa tabla de salvación, “aquí estuve yo”. En el momento en que se produce esa acción, la palabra adquiere ese hábito sagrado, creo. Ya no es la palabra como palabra en un esquema y estructura determinado, sino que es la palabra habitando la vida misma, el pulso de la historia, los rigores humanos.

Claro que sí, somos en la dignidad del decir. Cuando no tenemos esa posibilidad es cuando estamos viviendo bajo la coerción de fuerzas que nos impiden manifestar nuestra dignidad (transformarla en palabra). Quizás ahora se podría decir, con mayor propiedad, que en el ser y decir se juega la condición humana. Ese es su espacio natural, su cancha. Tenemos esta condición de humanidad que exhibimos porque podemos decir.

Nadie, en propiedad y sano juicio, podría asesinarnos por decir, ni por escribir. No obstante, mirando desde el lado de la conciencia, por decir aquello que queremos decir bien vale la pena morir. Ofrendar la vida por decir aquello que no callaremos. En ese momento radical, la palabra alcanza dimensiones cósmicas: ya no es la palabra de uso diario, es palabra profética. Y desde mi modo de pensar, la palabra profética está disponible para todo aquel que le duele el otro, que se conduele con el otro y denuncia esas injusticias.

La palabra profética siempre habitó la literatura, se enamoró de ella y han vivido juntas desde el inicio de la lengua. Por otro lado el silencio, cuando se trata de temas históricos, es por esencia complicidad y encubrimiento. No-decir es una manera empobrecida de no-ser, es entregar las alas, es renunciar a ser. Más grave aún los pactos de silencio -cuando se trata de la justicia y reconciliación- son sedición y conspiración pura: se juramentan para guardar silencio (eludiendo la justicia) y de esa manera proteger a los conjurados (complicidad), la mayoría de ellos involucrados en violaciones de derechos humanos y delitos de lesa humanidad.

El no-decir tiene múltiples aristas. La fractura esencial del lenguaje radica entre muchos que son ahora no están: ser y no estar al mismo tiempo. El decir tiene una actitud ética, más aún si esas constantes expresadas aquí mismo, atentan contra la propia vida del emisor. La belleza del decir es quizás la más hermosa de las bellezas.

Corriendo los riesgos de ser, entonces, muchos poetas-profetas rompieron el cascarón del terror y escribieron, desde dentro y fuera de Chile, desde la cárcel, el refugio o la clandestinidad. La libertad, a través de actos de esta naturaleza, dejaba de ser un sueño para transformarse en una posibilidad: un hilillo de luz colándose por debajo de las puertas. Regresa al individuo esa conciencia natural que dice que no todo está regido por el poder gris, la tortura y la muerte.

Miles de circuitos integrados se modificaron en la condición humana, cuando los que resistían dijeron su palabra. Bendita lengua nuestra- parodiando a Gabriela Mistral. No éramos (Heidegger) seres para la muerte sino para la resurrección. Y la constatación de ese acto insurreccional, es este libro que con un bellísimo y urgente prólogo de Cortázar nos invita a reparar el Chile de ese momento, a ser plenamente y habitar el decir propio de la condición humana para escribir, en distintos niveles o intensidad si se quiere, nuestra palabra profética.

Estos poemas son nuestros (escritos por nosotros mismos, aunque no lo hayamos escritos ni vividos), adquirieron esa condición porque nos significan en toda su magnitud humana e histórica y porque fueron escritos cuando escribir era la única posibilidad. Algunos de los poetas que escribieron para este necesario libro y dejaron testimonio de su paso y de su opción política, ya no están. Se los llevó la noche de los tiempos, eufemísticamente, pero en lenguaje directo, habría que decir que fueron asesinados por la dictadura.

Este libro-documento debiera constituirse en otro objetivo transversal en la educación chilena. Para entender –desde el registro amplio de las emociones- los hechos históricos acontecidos al inicio de la dictadura militar cuando amar era un peligro, época donde se cometieron los peores y más horrendos crímenes, los poetas escribieron acerca de su circunstancia y contribuyeron al engrandecimiento humano.

Me maravillo y me alegro de tener la posibilidad de comentar este conjunto de poemas, escritos por aquellos que se jugaron la vida en el decir y que seguirán transitando por la natural pulsación humana de ser para el amor, la libertad, los sueños y la vida.

Donde sea posible la consagración de la palabra, ahí la poesía.

Libertad no es un Sueño, La
Autor: Varios autores
ISBN: 9569283009
Año: 2013
Edición: Signo Editorial
Páginas: 150
Formato: 16 x 21 cm.
Peso:
500 Grs.

Se encuentra disponible en la Librería del GAM, y en Librería Universitaria.

 

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2 Comentarios sobre “La Libertad no es un Sueño: la consagración de la palabra

  1. Fantastico e iluminador: decir es profetizar sostiene en este texto Gustavo Becerra, enorme poeta con la extraordinaria capacidad de pre-decir la incesante actividad de las palabras y los caminos que estas inauguran hacia escenarios futuros donde aguardan intactos los sueños, la libertad y la vida.

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