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El debate sobre la marihuana ha estado abundante en juicios de valor y muy pobre en evidencia empírica. ¿Qué dice la ciencia respecto de sus efectos en la salud? ¿Es viable su uso terapéutico?

La Unidad de Psicofarmacología de la Universidad de Bristol, en un artículo publicado en la revista especializada TheLancet (2007) señala que entre las sustancias psicoactivas, el cannabis es uno de los menos inherentemente perjudiciales para la salud, y ciertamente mucho menos nociva que el alcohol y el tabaco en dependencia y daño físico.

Escala de clasificación de los daños originados por las diferentes drogas (Fuente: TheLancet)
Escala de clasificación de los daños originados por las diferentes drogas (Fuente: TheLancet)

 

Desde un punto de vista médico, la marihuana es un medicamento valioso. Tal como lo ha informado la Oxford UniversityPress, con la marihuana se reducen ciertos tipos de dolor; tiene efectos ansiolíticos, anti-inflamatorios, antiespásticos, y mejora el apetito. Sus efectos adversos son también bien conocidos. Se puede precipitar ataques de ansiedad o incluso esquizofrenia en individuos susceptibles, aunque sorprendentemente, la media de la esquizofrenia en la población general no parece haber aumentado en paralelo con el muy amplio uso de la marihuana con fines recreativos. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) ha estimado que el cannabis es consumido por cerca de 166 millones de adultos, destacando que la dependencia al cannabis se ha observado sólo en el 9% de los grandes consumidores.

La investigación reciente ha demostrado que muchos de los efectos terapéuticos de la marihuana no se deben únicamente a los receptores cannabinoides CB1, cuya estimulación provoca la conocida psicoactividad del cannabis, sino también a la activación del receptor CB2, que no causa ninguna psicoactividad pero que atenúa la inflamación y disminuye la lesión tisular asociada a un gran número de condiciones patológicas de algunas de las enfermedades humanas más invalidantes, como la artritis reumatoide, la arterosclerosis, la tuberculosis o la fibrosis pulmonar.

En la mayoría de los países como el nuestro, incluyendo los Estados Unidos, la marihuana es una sustancia controlada (penalizada y sin ningún uso médico aceptado). Sin embargo, al igual que las personas, los países también pueden ser hipócritas. El THC (el principal constituyente psicoactivo de la marihuana), también llamado dronabinol, es un fármaco aprobado en los Estados Unidos y muchos otros países para varias condiciones médicas, en su mayoría como un antiemético (que impide el vómito) durante la quimioterapia y para mejorar el apetito en pacientes con virus de inmunodeficiencia humana. La nabilona, ​​comercializado como Cesamet, un análogo sintético del THC, es en realidad una droga con alto potencial de abuso y que también se prescribe para indicaciones similares.

Existe una gran cantidad de artículos sobre los efectos terapéuticos de la marihuana. Por ejemplo en Clinical Pharmacology & Therapeutics (2011) mostraron recientemente que “el cannabis vaporizado aumenta la analgesia en los individuos con dolor crónico”. En uno de los estudios más asombrosos publicado en PLoS ONE (2012) los investigadores concluyen que los componentes de la marihuana inhibirían la propagación del VIH ejerciendo efectos complementarios antivirales beneficiosos en las últimas etapas de la infección. En Molecular Cancer (2010) en un estudio en ratones señalan que el cannabinoide más abundante y potente en la marihuana, el THC, inhibe la proliferación de células cancerosasErbB2, resultados que proporcionan una fuerte evidencia preclínica para el tratamiento del cáncer de mama.

Como si esto fuera poco, un interesante estudio publicado en Noviembre de 2013 por la revista Clinical and Developmental Immunology ha encontrado que la activación de los receptores cannabinoides del cuerpo – algo hecho naturalmente por el cannabis – en realidad puede reducir el riesgo de disfunción eréctil en los pacientes con el colesterol alto.

Entre los detractores de la marihuana es usual escuchar que provoca psicosis y esquizofrenia, pero aquello ha sido recientemente refutado. En un artículo del Schizophrenia Research (diciembre, 2013) se concluye que el cannabis no causa psicosis por sí mismo, y que no se ha podido establecer si el cannabis puede interactuar con una predisposición genética para causar la esquizofrenia, es decir, es una especulación sin base empírica. Por el contrario, siendo desprovisto de su actividad psicotrópica, el cannabidiol podría ser un medicamento fiable para la esquizofrenia, especialmente en vista de su falta de efectos secundarios extra piramidales, tal como lo proponen en la revista especializada Drug Testing and Analysis (enero, 2013).

¿No son todas las pruebas antes mencionadas una muestra significativa del potencial “uso médico” de la marihuana? Quizás no es muy sabido que ya se está utilizando en el tratamiento de numerosas enfermedades, muchas veces con un éxito considerable. El prejuicio, la superstición, la ignorancia, e incluso la ideología han logrado arrinconar al cannabis a un lugar penalizado y satanizado. No se trata de hacer un llamado al consumo irreflexivo sobre la base de las bondades terapéuticas aquí esbozadas (de hecho hasta tomar abundante agua puede matar) sino que a atender con mayor rigurosidad a afirmaciones con base empírica más que a panfletos únicamente apoyados en miedos irracionales.

¿Tenemos derecho a descuidar un fármaco tan valioso? En mi opinión, no.

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Alguien comentó sobre “Las bases empíricas del uso medicinal de la marihuana

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