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A nuestra futura Presidenta de Chile
Michelle Bachelet Jeria
Presente
De mi consideración: 

No hace mucho, en vuestro mandato anterior, tuvimos el privilegio de contar con usted para un gran proyecto de música con personas en riesgo social que dirigí entre el 2007 y 2008, junto a la directora de los conjuntos de Campanas de Isla Negra, y en Chile, Luz Albert, hija del escultor Tótila Albert. Antes de iniciar este proyecto colocamos en el Centro Cultural Palacio La Moneda, la obra “La Tierra” de este artista cuya reproducción fue donada por Claudio Naranjo.

En virtud de estos gratos recuerdos y de la labor cultural desarrollada por ese entonces, le escribo ahora. Es necesario incluir en la Constitución de Chile la música y la danza como un Derecho de forma tal que proteja a quienes defienden la formación musical en estas áreas, a los niños, jóvenes y adultos para que nunca más sean erradicadas de las escuelas y Liceos, suprimiéndolas, o sacándolas de la malla curricular por aumentar, arbitrariamente, las horas de Matemáticas y Lenguaje, y de manera espuria buscar puntajes en el SIMCE. Todo un círculo vicioso de rainting, que conocemos bien, para que las artes no alcancen ser un referente cultural y cumplan su cometido, de valiosa formación humanista, en los establecimientos educacionales del país facilitando el lucro. Así es, lamentablemente, lo que se ha hecho hasta ahora.

Apoyamos de partida, un cambio Constitucional en Chile. Y personalmente, he organizado un grupo en defensa de la Música y la Danza, sin desmedro de otras disciplinas artísticas.

La música, en particular, en nuestras existencias, es la base del crecimiento personal de cada ciudadano. Despierta emociones, como bien sabemos, energía, las capacidades de conexión y recuerdos con los sonidos de la naturaleza, de evocación con momentos estelares de la cultura nacional, el sentido de la belleza desarrollando en los niños y adolescentes la creatividad, ayudándoles en cualquier aprendizaje: científico, técnico o humanista. Como lenguaje de nuestra afectividad la música nos acompaña desde el quinto mes en el útero materno, donde somos proclives a entenderla de alguna manera, sentirla y apreciarla, además de percibir las emociones de nuestra madre cuando ella misma la escucha. Desde esta perspectiva, es la única de las Bellas Artes que nos afecta antes de nacer. Entre el año uno y los tres, en nuestro crecimiento, respondemos a ella activamente: la hacemos en nuestro interior emocional, la cantamos, la reproducimos a través de instrumentos y el movimiento, como arte nos impulsa a la danza permitiéndonos expresar nuestros estados emotivos. No se trata de aprender melodías y ritmos. Creemos que es necesario incorporarla plenamente a nuestras vidas como formación ciudadana, como lenguaje de colaboración, de redes, como el arte indispensable que nos forma, e impedir que se corte por decisiones económicas, cuando no se contratan en escuelas y Liceos, tanto subvencionadas o municipalizadas, un buen profesor de música que no tiene mucho que ver con entregar “conocimientos musicales” sino con ese ser pedagógico que alcanza la excelencia para transmitir a otros el amor por la música, haciéndola.

La música forma parte inclaudicable, y lo sabemos quienes hemos participado de ella desde pequeños, de nuestro ser escuchándola, apreciándola y formando coros o componiendo, de nuestro equilibrio emocional. Con él se puede convivir en una sociedad plenamente democrática como ciudadanos de primera categoría, donde todos accedan a ella, independiente si desean en el futuro, formar parte como intérpretes o especialistas, de su belleza. La expresión libre de los niños y adolescentes, sin acumulación de conocimientos, pues está superado pedagógicamente la concepción que los seres humanos somos “tábula rasa”, los integra al sentido país de la cultura, y de la humanidad. Promueve el desarrollo intelectual, auditivo, sensorial, del lenguaje y el movimiento. Cualquier niño que aprende música se expresa de otra manera en la sociedad en el futuro, logra autonomía, asume cuidarse a sí mismo y a los demás, como un compromiso ético y amplía su mundo de relaciones compartidas en el respeto irrestricto a los Derechos Humanos.

La Neurodidáctica y la neuroeducación nos corroboran que incorporarla a nuestra Constitución ampara a los ciudadanos en sus derechos básicos. De esta manera, el acceso de ella, a las mallas curriculares con muchas horas en los establecimientos escolares, facilitar el acceso a centros musicales e instituciones públicas que la brinden, como formación personal y fomentar el talento musical de todos los ciudadanos se torna una obligación moral.

Debemos armonizar los objetivos educacionales en el país. La música y la danza, el arte del movimiento, tiene el don de acercarnos unos con otros, estableciendo relaciones armoniosas con el entorno: respeto mutuo, valores, rescate de la confianza, participación responsable y abnegada lo encontramos en personas que han estudiado música y danza en sus primeros años y cuando jóvenes, perteneciendo a coros, danzas, grupos de oyentes, intérpretes. No deja de ser significativo que otros conocimientos, como las Matemáticas, las ciencias en general, y asignaturas humanistas como la Historia puedan ser aprendidas con facilidad si contamos con la música y la danza como base pedagógica: aumenta la concentración, despierta múltiples intereses, la alfabetización temprana se facilita, el lenguaje se enriquece, potencia la memoria, desarrolla la capacidad del aprendizaje de idiomas, e impulsa el control emocional con el cual convivimos adecuadamente, con nuestros congéneres.

La música y danza son indispensables para la formación ciudadana. No puede ser suprimida o mal diseñada, en escuelas y Liceos del país. Desde la Neurociencia podemos decir que nuestro cerebro cambia y es único, lo que quiere decir respeto por la diversidad y flexibilidad en los procesos de evaluación. Las emociones son muy importantes. A nivel educativo esto quiere decir que debemos generar climas emocionales muy positivos que faciliten el aprendizaje y entreguen seguridad a nuestros alumnos a través de una actitud empática como pedagogos para mejorar la atención. La novedad alimenta esta atención. Y es la música y la danza que utiliza estrategias prácticas para fomentar la creatividad. El ejercicio físico, como el arte del movimiento, impulsa la neuroplasticidad y la neurogenésis en el hipocampo respondiendo a él los neurotransmisores noradrenalina y dopamina que protegen el proceso de atención y gratificación. En este aspecto, la danza debería comenzar en el país, con un currículum público y amparado constitucionalmente, en las mañanas, no al final de las largas jornadas, y aburridas, despertando al niño y al joven, dándole poder emocional y creativo. Una práctica continua de la música y la danza optimiza el aprendizaje (asociado a la corteza prefrontal, lugar de las decisiones ejecutivas) entregando más espacio para memoria lo que permite aumentar la reflexión en las aulas. Necesitamos niños y jóvenes que piensen antes que acumulen y transmitan conocimientos como personas “entrenadas”. Educar no es eso. Es formar integralmente, a los seres humanos, reflexivos de los problemas de su entorno para solucionarlos. Jugar nos abre las puertas, aprendemos jugando, haciendo, somos curiosos, nos asombramos y con ello nuestro aprendizaje es motivado aumentando la imaginación. La música y la danza implican un aprendizaje, en este sentido, de saber tomar mejores decisiones. El arte siempre mejorará el cerebro. La música en particular promueve todos los desarrollos cognitivos. Como hemos dicho, habilidades socioemocionales, de aprendizaje del espacio, de autocontrol todo se logra con el arte, y en especial con la música aumentando nuestra capacidad de inteligencia. Somos seres sociales y por ende, nuestros cerebros se enriquecen en conjunto con otros cerebros, en funcionamiento. Cuando se descubren las neuronas espejo entendemos que el ser humano transmite la cultura a través de un aprendizaje por imitación. En este sentido, la música y la danza nos protege como sociedad de un aprendizaje competitivo, mal encauzado por intereses egoístas brindándonos las posibilidades de aprendizaje cultural por imitación de una sociedad sana donde las divergencias se sepan resolver con el diálogo y la reflexión profunda.

Al compartir estas reflexiones y hacerla partícipe de nuestra petición formal por un cambio constitucional que contemple la Música y la Danza como parte de su articulado, como un Derecho Humano, entendemos que la neurociencia cognitiva nos ha aportado en la comprensión que la educación, fuera de convertirse en gratuita y de calidad, debe reestructurarse en nuestro país, y no solamente estar restringida al entorno escolar, la escuela o los profesores, sino para formar ciudadanos en un mundo que cambia constantemente, con la mirada puesta en “aprender para aprender”, el desarrollo socioemocional, para ser protagonistas de las Artes del trabajo, de la convivencia y de la cultura.

Saludándola muy cariñosamente,

Moira Brnčić Isaza
Creadora y directora de la iniciativa “Sanar educando: una experiencia local de transformación poética” reconocida Good Practice in the World por Naciones Unidas, UN Hábitat, Nairobi, 2008 y 2010

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