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Al igual que muchos, no puedo negar lo latero que era escuchar a mi abuela el día martes por la mañana pidiéndome que sacara la basura. Si no fuera por la adrenalina que corría por el cuerpo al escuchar a los señores del camión gritar- ¡baaaasuuuura!

El acercamiento ocurrió a los 7 años, fue la primera vez que me vi enfrentado a una especie de boca mecánica, capaz de tragar cualquier resultante reposado del fin de semana, con su hedor característico, lo sé porque luego de lanzarla y con el permiso de los recolectores,  los restos del pestilente líquido quedaban en mi cuerpo acompañándome hasta el baño, del que tampoco me podría escapar estando con mi abuela. Con el pasar de los años, todo este proceso espiritual daría paso a las preguntas más ingenuas como: ¿donde irá a dar toda la basura de estos camiones? ó ¿donde fue a parar toda la basura que he lanzando con júbilo desde que tengo 7 años? muchas preguntas, solo un par de respuestas.

El día a día de la basura.

Hace poco más de un mes me topé en un programa de TV abierta con la declaración de 3 recolectores. Uno de los invitados relató cómo un día, al sacar la bolsa con basura de una casa, un perro apareció y le mordió la pierna, dejándole una gran herida, al advertirle sobre lo ocurrido, el dueño de la casa y del agresivo perro, lo insultó, diciéndole que eso pasaba por acercarse tanto, como si su trabajo fuera irrumpir  la privacidad de las hogares, comentaba el recolector. En el fondo la mordida y los insultos son una pequeña muestra de la relación discriminatoria y desinformada que tenemos con los facilitadores del retiro, que por lo demás, evitan convertir los lindos antejardines en vertederos express. Todo esto se hizo patente cuando los recolectores iniciaron una huelga para exigir mejores condiciones laborales, que a mi entender, exigía algo más, quizás buscaba reivindicar merecidamente el rol fundamental que tienen en el ciclo de “consumo acelerado del país”.

Chile es considerado  como uno de los  países latinoamericanos que más basura arroja al tacho, y lo peor, el incremento del reciclaje de residuos domiciliarios se mantiene estancado. Lo que aquí parece esconderse, es un aumento del consumo exacerbado, desde obsoletos panfletos entregados en la calle, pasando por las botellas PET, hasta los electrodomésticos, todo parece ser parte integrante de un mecanismo ciego de compra, usa, reemplaza y bota el viejo. No vamos a entrar en el detalle de; cuanto demora en degradarse, más bien lo que busco es ¿cuánto dura el producto en nuestro poder antes de desecharse? Pues, el sólo hecho de reciclarlo, por sí solo, me parece pobre, conformista y mediocre. Cada vez que tengo la oportunidad de comentar algún plan de reciclaje en un colegio del país, insisto en la botellita de jugo que mi madre, con devoción, me enviaba todos los días, la misma botella renovando sólo el contenido v/s la abominable montaña de packs de juguitos que asoman en los carros del supermercado.

Ahora me pregunto; ¿qué  nebulosa cubre las conciencias y acciones de las madres y padres del país? ; Sólo un enorme conformismo, alumbrado a ratos por la necesidad de reciclar todo lo consumido. Sepa usted que la estrella del reciclaje, a nivel mundial, se la llevan los países que son capaces de desechar menos, es decir, de consumir responsablemente, ya que no basta con ser consientes, “debemos actuar en conciencia”.

Volviendo al triste relato de los recolectores, me queda un amargo sabor a desconocimiento e ignorancia relativa. Si aún hoy 2013, somos capaces de desconocer la labor de quienes montan el camión de la basura, ¿qué valor le asignaremos al reciclador?

Camión recolector de basura - Fotografía de Mariluz Soto

Todo este teatro descansa en un premisa elemental, por más que nuestros reclamos y exigencias vayan a dar directo a las autoridades y empresas del sector, la realidad cultural de nuestro país no cambiará sin un mínimo de respeto al otro, sin empatía por la labor desempeñada, asumiendo que cada zancada al desarrollo que da Chile, traerá otros males, que combinados con los nuestros, serán muy difíciles de erradicar.

La boca mecánica vomita

Un día de tanto comer, la boca mecánica enfermó, al final de su trayecto laborioso y putrefacto no dio más y wuaaa !, el estomago de aquel enviado del dios basura estalló, vomitó todo lo triturado y sin glamour nostálgico arrojó todo lo que tenia, todas las glorias del consumismo citadino repartido por kilómetros cuadrados de basura, depositados al final del viaje en una boca mayor, algo así como la “Boca Madre del consumismo”, la cual no tuve que bautizar, pues ya tenía nombre y apellido: relleno sanitario, algo así como la hoguera de las vanidades del modelo de consumo actual, capaz de tragar todas las satisfacciones misceláneas de la gallá, pero que para mala suerte de los comensales, tiene los días contados para cumplir con su vida útil, y no se extrañe si en algún momento le instalan uno al lado de su casa, más que mal alguien debe sacrificarse para seguir alimentando los sueños de la burbuja consumista de la pujante clase media chilena. ¡No diga que no le dije!

 

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