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Manuel Castells, eminente sociólogo español nacido en 1942, en su libro, Comunicación y Poder, Editorial Alianza 2009, cubre amplias áreas que, partiendo de la estructura del poder, pueden aportar conocimientos prácticos relacionados a una mejora en el medio social del ser humano, cuyo progreso ha quedado atrás comparado con el avance material de las cosas de que ha sabido rodearse.

En la introducción de su libro, Castells manifiesta, dirigiéndose a una de sus colaboradoras, que debemos comprender a nuestro mundo para basar en esa comprensión la posibilidad de hacerlo mejor. Para mí, ésta es la idea que ha inspirado su propia labor de analista social. Él no trata de ser un “gurú” que enseña el camino ni un futurólogo que predice el cambio social. Él realiza con eficacia su proceso de investigación social y nos ofrece nuevas luces para comprender y mejorar nuestro mundo, utilizando el conocimiento científico y las posibilidades de las nuevas tecnologías de información y comunicación.

Considera que para mejorar la sociedad hay que comprender al ser humano que actúa por pasión más que por razón, y penetrar el poder en su rol de creador de las instituciones sociales que nos rigen, nos avasallan a veces, y dentro de las cuales se nos imponen los principios y valores de comportamiento. Él sabe que cambiar el pensamiento de una sociedad es tarea que requiere tiempo. Considera que el cambio empieza en la mente de cada individuo y que es ahí precisamente donde se origina el poder y las posibilidades del cambio social que puede mejorar nuestro mundo.

La pasión se sobrepone a la razón en nuestro comportamiento, dice Castells, lo que ya está plenamente aceptado por la neurociencia. El temor es para él, la pasión que más influye en el comportamiento humano. Es la debilidad nuestra que da las mayores posibilidades a la imposición del poder. Una debilidad heredada, porque somos hijos de cobardes, y si así no fuera, nosotros tampoco viviríamos, ya que nuestros ascendientes habrían perecido en tantos peligros superados que les permitieron sobrevivir al proceso de la selección natural. Vivimos porque nuestra especie temerosa pudo huir del acecho de los depredadores y de las catástrofes de la naturaleza.

Me permito reforzar este argumento del temor con el ejemplo de un tema que no toca Castells. La Iglesia ha basado su extraordinario poder en el temor durante todo tiempo. Infundió el temor en los primeros siglos de su hegemonía con las amenazas de una condena eterna en el infierno y con la ejecución de exterminios, muertes en la hoguera, torturas y encarcelamientos. Después, cuando la sociedad se decidió a limitar su poder material, no tuvo más que conformarse con sus amenazas de castigo eterno. Cabe aclarar que además de amenazas, también ha utilizado promesas de otra vida donde sus seguidores hallarán la felicidad, y un tercer ingrediente que manipulan con maestría, obras benéficas acondicionadas a las prácticas y creencias que prescribe.

Castells sabe ejercer la única función posible de un reformador social, la del sembrador, ofreciendo posibilidades motivadoras de reformas sociales como ideas que penetren la mente individual y actúen como semillas que algún día germinarán en una nueva conciencia social. Estas motivaciones se basan en el conocimiento y la comunicación, a través de los cuales se han desarrollado siempre las sociedades, pero hoy más que antes, con la preponderancia del alcance global que las tecnologías de información y comunicación ofrecen.

El poder básico social, indica Castells, se manifiesta por las relaciones que crean las instituciones sociales de acuerdo a los valores que las motivan. “Lo que se valora e institucionaliza está definido por relaciones de poder”. Poder que, en la capacidad relacional de la sociedad, ha permitido a quien actúa como detentor del poder, influir en las decisiones de los demás actores sociales, pero siempre a favor de sus propios intereses y valores.

Además del ejercicio de poder por imposición directa y por la amenaza de la imposición, el poder se ejerce por los significados que construyen los actores sociales con el lenguaje discursivo que guía sus actuaciones. Aunque la capacidad del poder está condicionada por la dominación derivada de su estructura de relaciones, no está condicionada por esta estructura relacional. En cuanto a los actores sociales, son tanto los individuos, como otros actores colectivos, constituidos por organizaciones, instituciones y redes sociales.

Estos sujetos de la actuación se manifiestan por medio de la acción de los seres humanos. “El poder no es un atributo sino una relación”, y a pesar de que las relaciones sociales son recíprocas, en las relaciones de poder siempre un actor es el que influye más sobre el otro, pero el poder nunca es absoluto.

Los sometidos siempre tienen algún grado de influencia y la posibilidad de la resistencia, la cual convive con el grado de cumplimiento y aceptación de quienes están sometidos al poder. “Cuando la resistencia y el rechazo se vuelven mucho más fuertes que el cumplimiento y la aceptación, es cuando las relaciones del poder se transforman”, y para que las condiciones de la relación cambien, se requiere un proceso de cambio, bien sea institucional o estructural. Es en este proceso donde podemos ejercer la acción efectiva para mejorar nuestro mundo.

Ante todo debemos rechazar los poderes que sofocan la libre actuación por el bien común. Debemos lograr el cambio social a partir del rechazo. Castells explica con citas convincentes que la acción debe ser legitimada con el consentimiento introducido por la comunicación social para lograr permear la mente de los individuos.

Debemos proporcionar un conocimiento racional a los actores sociales, un conocimiento que represente efectivamente sus valores e intereses. Un actor social penetrado por este conocimiento está dispuesto a participar en la estrategia para lograr los objetivos que lo favorezcan. Interviene en el conjunto de relaciones de poder integradas en las instituciones y organizaciones para el proceso de mejora social. Éste es el fundamento de las transformaciones sociales que ha encontrado el profesor Castells con sus estudios y observaciones.

El rechazo al poder para la mejora social es una etapa básica en la mejora social, a menos que aceptemos, como dice Castells citando a Tilly y Fernández Armesto, la ingenua imagen de una comunidad humana reconciliada, lo cual es una utopía normativa que la observación histórica desmiente. Para Castells “el poder para hacer algo es siempre el poder de hacer algo contra “alguien”, o contra los valores e intereses de ese “alguien”, los cuales fueron consagrados en los aparatos que dirigieron y organizaron la vida social.

Castells aclara que las sociedades no comparten valores e intereses, ya que sus estructuras han surgido de conflictos y negociaciones que se contradicen. Los conflictos en vez de acabarse, se detienen por acuerdos temporales y contratos inestables que se van transformando en instituciones de dominación. Esta transformación la ejecutan los actores sociales que logran una posición ventajosa en la lucha por el poder, aunque para hacerlo tienen que ceder un poco a los intereses comunes de los subordinados.

“El poder no se localiza en una esfera o institución social concreta, está repartido en todo el ámbito de la acción humana. Sin embargo, hay manifestaciones concentradas de relaciones de poder en ciertas formas sociales que condicionan y enmarcan la práctica del poder en la sociedad general imponiendo la dominación. El poder es relacional, la dominación es institucional.”

Concluyamos el análisis de esta mecánica del poder con una consideración. Por la imposición del poder para favorecer los intereses y la voluntad de unos pocos, a las mayorías sociales se les quebranta su libertad y se les niega una justa participación del bienestar que contribuyen a crear. Es una realidad del pasado que nos enseña la historia y es también la organización social que vemos en la actualidad: una mayoría en la pobreza, prácticamente relegada del progreso. El ideal humano que surgió en la revolución francesa, “Libertad, igualdad y fraternidad”, no se ha logrado, pero no debe perder su vigencia. Sigue siendo un sueño al que no se debe renunciar. Mantengamos el rechazo al poder que fomenta los privilegios de una minoría y hagamos que nuestras comunicaciones siembren en la mente de muchos la idea de una sociedad donde todos podamos disfrutar del progreso, y que nuestro mundo no sea la propiedad de unos pocos.

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