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“Tanta luz salió de tu boca
y la dulzura de tu voz llenó mi voz
tantas palabras enredadas en el alma
se quedaron en mi mente y quieren todas celebrar
la perfección de tu cantar”
(Tu voz, Marta Gómez)

 Esta historia comienza donde otra termina. Aunque si somos capaces de  observar reposadamente, daremos cuenta de aquello que en la naturaleza es una verdad indiscutible, un axioma: que todo ocurre en ciclos, independiente de si lo vemos y queremos ser parte de ello.

Cuando la reflexión inicial se convirtió en palabras, éstas en oraciones y las mismas en párrafos hasta llenar unas cuantas hojas; la historia vio la luz como resultado de un viaje, como tantos otros, de mis padres a mi Hogar junto al mar, y de las miles de cosas que me generan ellos y su extraordinaria vida. Además, ese fin de semana estaba toda agitación social por ser el día de, y eso, igual me puso pensar sobre sus historias que tanto ocupan mi mía propia. Hoy, cuando termino de revisar lo escrito, no contaba con la partida de una de las madres aquí contadas, hace sólo unos días acompañamos a mi Madre y fuimos testigos directos, presenciales y vivenciales, de aquello que significa mirar tu historia directo a los ojos y tener que hacerte cargo con lo que tienes. Mi Madre una vez más nos dio cátedra, la vimos quebrarse varias veces, pero quebrarse no es signo de debilidad, es signo de lo vivo que puedes estar y de ahí generar hacer cosas extraordinarias. La muerte no es sino una nueva oportunidad para los que seguimos vivos.

Entonces, todo partió más o menos así. Difícil hablar de las madres de mi familia sin sentir que las estoy exponiendo y el temor a que se pueda descontextualizar lo que se quiere contar. No son menos los que se quedan sólo en las formas o cómo es el mensajero, desconociendo por completo aquello que se quiere comunicar.

La síntesis de las historias comienza así.

La madre de mi Madre regaló a ésta, o algo por el estilo, cuando mi Madre era una recién nacida. Del padre, si te he visto ni me acuerdo. –Cuando tuve uso de razón ya estaba en esa familia- decía. Fue recibida por una pareja campesina que no podía tener hijos en ese momento. Que la madre de mi Madre no haya querido o no haya podido criarla siempre será parte de las historias a las cuales nunca accederemos en su totalidad, porque las historias están construidas por las perspectivas de quienes las cuentan, y estos a su vez, están llenos de filtros de los cuales ni siquiera pueden dar cuenta. Una de las veces que hablamos sobre su vida me dijo –Antes no habían las ayudas que hay hoy para las mujeres que no podían tener sus guaguas, yo prefiero que me hayan regalado a que me hayan abortado o muerto quizás-. Se me apretó la garganta al escucharla, apreté fuerte los dientes y sentí que podía llorar en cualquier momento.

Lo cierto es que a mi Madre le tocó duro desde su concepción. Rechazada por sus progenitores, aceptada por una pareja desconocida, fue criada con el rigor que exigía el campo en esos años, mucho trabajo desde que pudo ponerse en pie y “servir para algo”, hasta las fuertes golpizas que le propinaban cuando las cosas no salían como le habían dicho u ordenado que hiciera, o definitivamente, cuando su ganas de ser niña y por tanto de correr, jugar, saltar, se imponían a todas las responsabilidades asignadas.

No conforme con esta suerte, los raros hilos del destino, para bien o para mal,  quisieron que las pérdidas fueran la impronta más fuerte de su vida. Su papá de entonces murió irónicamente de un ataque cardiaco al entrar a una farmacia. Su mamá de ese entonces se volvió a casar con un hombre más joven y tuvo una hija biológica, mi gran tía Minda.

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Los maltratos no cesaron, pero por esas cosas finas y delicadas del equilibrio que tiene la vida, en sus vaivenes muchas veces inteligibles, este nuevo señor la cuidaba, protegía y salvaba de las palizas de antología; por eso y otras cosas, se ganó el nombre de El Papi y nosotros con los años lo llamamos Abuelo y lo vivimos como tal, pese a que los apellidos no juntaban ni pegaban. Aún le recuerdo en las mañanas que solía llegar con su olor a campo y sus palabras y presencia que desbordaban nuestra pequeña casa. Me encantaban esas mañanas.

Mi Madre se reinventó. Y en la Universidad aprendimos que se llamaba Resiliencia la capacidad que emerge en algunas personas frente a la adversidad de sus historias y que les permite reinventarse en positivo. Mi Madre recuerda a esta mamá como su Madre. Cuando tuvo la noción de que una mujer no quiso asumirla como hija, ella optó por volver a considerar como su MADRE a quien al menos tuvo la intención de darle un techo, no vio los golpes, las pellejerías, el maltrato. Vio su casa, sus animales, su vida, su historia. Sobre esa parte una vez me dijo – uno elige con que parte se queda, he sabido de gente que se perdió en el trago, se deprimieron y no sé qué más, yo elegí quedarme con lo positivo, siempre pa’ delante, que esta vida vale la pena y no nos vamos a echar a morir por cosas que ni siquiera podemos cambiar.

Debo ser enfático y volver a dejar en claro que la vida ha sido dura con mi Madre, porque junto a todo lo que le estaba pasando, cuando tenía unos 15 o 16 años, para un 20 de Noviembre, durante una fiesta en que en el campo todos los creyentes católicos acuden a la fiesta religiosa de los curitas de la Misión; ese día la camioneta en la que viajaban se volcó y murió su Madre, mientras ella iba a parar al hospital con un diagnóstico grave. Ese día lo terminó de perder todo, aunque uno siempre se puede romper un poco más…

La otra síntesis…

La madre de mi Padre lo concibió a éste con un señor que era de allí del sector donde ellos vivían.  El punto es que ella estaba casada con otro señor. Entonces, su marido, quien supo de lo ocurrido, decidió resolver la situación eligiendo convertirse en el Padre de mi Padre, con todo lo que ello implica, pues cómo dije en otro escrito, en el campo prácticamente no existe la vida privada y cosas como ésta son del total dominio público.

La decisión de este señor implicó que con los años pudimos tener el mejor Abuelo que un nieto puede tener y mis Padres, al tenerme, consideraron que era un acto de justicia que yo llevara su nombre, no se imaginan el orgullo que eso me ha generado con los años.

La madre de mi Padre crió a sus hijos con voluntad de hierro, en contraposición de carácter dócil y sensible de mi Abuelo, con los años, quizás como era de esperar, terminaron viviendo en lugares diferentes, no sé si oficialmente separados; una hemiplejia de mi tía que vivía en la ciudad, facilitó que cada uno pudiera estar en espacios diferentes y se entendiera la situación como adecuada; son los eufemismos que tiene la vida en algunos momentos para explicar lo obvio.

Mi Padre, siempre cercano a su madre,  se fue con ella a la ciudad buscando un mejor futuro que aquél que el campo no prometía. De ahí en adelante, su vida de hijo creo que fue repartirse entre su madre y mi Abuelo, ella viviendo cerca nuestro y mi Abuelo un hombre de campo.

Como era de esperar, cuando mi Padre conoció a mi Madre, decidiendo vivir juntos, este monumental hecho  se convirtió en la prueba de fuego para su diferenciación y autonomía, claro que ello no es tan fácil cuando tienes una madre de carácter fuerte y decidida a no soltar al retoño que más cerca siente dentro de su intrincada historia. La pelea fue ruda y socavada. Las batallas tuvieron diferentes escenarios y las estrategias fueron los rumores y la manipulación emocional. Supongo que mi viejo estaba atrapado, aturdido, paralizado por los todos los mandatos incuestionables que hay hacia las madres y los años de vivirlos en carne propia. Al final, la que defendió con todo su hogar fue mi Madre, sólo una mujer con coraje puede hacerle frente a otra de iguales condiciones.

Y al igual que en el imagen del choque de dos titanes, los resultados son devastadores, el punto es que ni Padre ni los que estábamos alrededor teníamos algo de semidioses, todo lo contario, simples y contradictorios mortales. Con el paso del tiempo, habríamos de darnos cuenta que estos hechos ahora lejanos, sumados a otros más lejanos aún y a otros que habrían de ocurrir a partir de ahí,  habrían de marcar profundamente la vida de todos nosotros. Nadie escapa a su propia historia, y lo que es peor, da lo mismo si la conoces o no, ella siempre te alcanza, te abraza, te envuelve.

Muchos años después, una noche en que ya no me daba susto poder invitarle una cerveza a mi viejo me atreví a preguntar, qué opinaba de su madre y todo lo que había hecho mientras vivió. Cómo es lo habitual en Temuco y sus largas noches de invierno, llovía y hacía frío. El bar La Petit tenía muy pocos parroquianos  como era esperable para un domingo por la noche. Mi padre miró al techo como buscando las palabras adecuadas, o quizás, para disimular la emoción que se vuelve líquida en sus pequeños ojos claros, y en un tono emocionado me contó que esperó hasta el último momento de vida de su madre, para que ésta le contara el porqué de su historia, de su situación de hijo bastardo, una explicación que le habría ayudado a darle sentido a todas las penurias que de niño tuvo que vivir y aguantar por ser hijo de quien era y sobrellevar  que todo eso sea de conocimiento público. Sin embargo, la respuesta no llegó nunca, la señora se murió y con ella todo posibilidad de encontrar una respuesta con sentido para mi Padre. Él nunca se pudo revelar, el mandato de veneración y obediencia han sido cadenas de las que creo que hasta hoy quedan vestigios, aunque yo nunca se lo digo, puedo darme cuenta cuando algún hecho del presente lo remonta al pasado y mira al cielo buscando las palabras o quizás disimulando la emoción.  A mí me pasa lo mismo.

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A mi Padre también le toco muy duro.

A mis padres la vida los forjó a fuego vivo. Algún movimiento de astros les hizo coincidir en el trabajo, en sus penas, en sus abandonos, en sus heridas, en sus secretos, en sus silencios. Ambos conocían las historias del otro, pero dudo que alguna vez se hayan detenido a conversarlas reparadoramente. Cuando se conocieron se reconocieron de inmediato y como les pasa a quienes que tienen historias de mucho dolor, no fue necesario conversarlas en ese momento, aunque igual olvidaron hacerlo más tarde. Sus ganas de hacer algo distinto, de pertenecer, de tener una historia común, una historia ordinaria, una historia como la de todos, les llevó a optar por ellos.

Lo que pasó después es otra historia, tuvieron tres hijos. Y aunque a veces dudo que éstos hayan alcanzado todo lo que ellos querían para sus vástagos, les han amado profunda e intensamente en todos sus  procesos, en sus vicisitudes, en sus contradicciones, en sus elecciones, las acertadas y más aún en las que erraron.

Hoy por hoy, desde mi propia paternidad, intuyo que los padres siempre esperamos más de los hijos que lo que ellos pueden o querrán hacer; o quizás, los padres siempre queremos cosas para  nuestros hijos que ellos se esfuerzan por hacer diferente, que bueno que así sea, de esa manera todos tendrán la oportunidad de reescribir sus propias líneas y no estar obligados a caminar el mismo camino que otros ya hicieron, por eso mis Padres, cada uno en su estilo y con propios énfasis, han querido que tengamos claros quienes somos y de dónde venimos.

Ellos nos criaron como pudieron y con lo que tenían, hoy sé no se la hicimos fácil porque para suerte de ellos salimos inquietos a morir. No fueron pocas las veces que nos mantuvieron a raya a punta de palos. ¿Que si eso fue bueno o malo? Cada uno es libre y tiene la obligación de sacar sus propias conclusiones en estas relaciones únicas y singulares, lo que si es cierto, es que nadie escapa a su historia, ni a la de sus padres, ni éstos a los de ellos, estamos llenos de cosas incompletas y de otras que brillas como piedras preciosas, somos contradictorios por historia, no sé si por naturaleza. Somos fieles a nuestra historia, aquí para hacer familia los lazos de sangre no son importante, aquí lo que manda es la libertad de elegir a quien se quiere querer. Ya mis viejos que nos enseñaron con sus vidas, que padres no son los que engendran, padres son los que te crían, yo añadiría, a los que te crían con amor.

Para ir concluyendo, de mi Madre que más les puedo decir, que la vida me ha dado las posibilidades, las estrategias y yo también las he buscado y generado para poder mirarnos a los ojos y reconocernos como Madre e Hijo. Renuncié hace años al mandato de quererla  sólo por ser quien me concibió, la quiero porque luego de repasar nuestra propia historia decidí, así como ella años atrás, libremente quererla y no sé si eso sea lo mejor, pero me siento más completo optando que siguiendo lo que dice la corriente. De mi Padre, bueno, trato de seguir su senda de cerca, no la misma, una diferente, pero siempre preguntándome cómo resolvería mi viejo en mi lugar y no crean que siempre hago lo él haría, muchas veces he hecho exactamente lo contrario.

Ya les conté, en nuestra casa no nos ordenan los lazos sanguíneos, tratamos de guiarnos por la libertad de elegir a quien queremos mientras vamos caminando por esta vida.

 

 

 

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