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Sentada en una butaca, Gilda saca sus implementos de trabajo: esponjas, limas, esmaltes de uña, removedor de cutículas y otras tantas cosas que yo no conocía. Me masajea con una crema exfoliante mientras conversamos sobre lo complejo que es tener pie plano. Le contesto afirmativamente a su pregunta sobre el dolor de espalda y la falta de estabilidad, y mientras escucho su acento, le pregunto cuál es su país de origen.

-Colombia, soy de Bucaramanga, ¿lo conoces? – me pregunta mirándome con sus ojos negros muy profundos.

Conozco Colombia, Cartagena de Indias y San Andrés – respondo, y continuamos hablando sobre su tierra, sus raíces, lo linda que es Colombia. Me fue imposible no preguntarle por qué se había venido a Chile al escucharla hablar con tanta nostalgia.

-Me casé con un chileno, nos vinimos para acá y todo terminó. Resulta que él era depresivo, me decía que era bipolar, palabras que yo nunca había escuchado antes. En Colombia no existe eso, o al menos, yo nunca lo había escuchado. Allá las personas si se sienten tristes, salen a bailar. No hay depresión… ¿qué es eso de estar deprimido? Eso es muy chileno…

La escucho con atención y le encuentro mucha razón. Le pregunto si ella tiene una idea de por qué en Chile pasa eso. Por qué en Chile las personas están más tristes de lo normal, por qué hay tanta depresión…

-No lo sé mami – me dice.  –Yo creo que es porque acá la gente no sabe enfrentar la vida. Mi ex marido me decía que era depresivo porque su mamá no le prestó atención cuando pequeño. En mi familia somos 12 hermanos, ¿tú crees que alguno está mal porque no tuvo la suficiente atención de mi madre? Ella hizo lo que pudo, y todos somos felices. Estudiamos, nos perfeccionamos, hicimos nuestras vidas, enfrentamos nuestras penas. Cuando estamos tristes, es un momento específico, no es un estado permanente. No existe eso de la depresión. Allá si estás triste no vas a la farmacia a buscar antidepresivos, allá conversas con una amiga, sales de rumba… los doctores no te meten pastillas al cuerpo. Por eso yo no voy al doctor… imagínate… ¡tal vez acá yo tenga depresión!

Se ríe y me muestra sin pudor su sonrisa blanca que hace contraste con su piel morena. Es bella, de esa belleza “exótica” de la que hablamos en Chile al referirnos a nuestros hermanos centroamericanos.

-Yo me separé porque no pude estar con alguien que no puede disfrutar la vida, que se queda en la pena, en las pastillas. Me cuesta entenderlo, en Colombia no somos así.

Intento justificar la pena de Chile por el clima, por la dictadura, por el sistema. Pero me quedo corta, a mí tampoco me convencen esos diagnósticos. Es probable que sea la mezcla de todo un poco, una cosa casi biológica de mirar el pasto del vecino, siempre tan verde…siempre mejor que el nuestro.

-No te puedo responder tu pregunta – me dice. -No sé qué pasa con los chilenos….

Me despido, le regalo una sonrisa y le doy las gracias. Chao Gilda, espero que te vaya bien.

 

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