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Hoy llegó hasta mi ventana un pájaro tornasolado, seis mujeres que volaban, sus cabelleras convertidas en nubes pasajeras. Llegaron algunas abuelas despiadadas, coroneles mustios, gitanos zarrapastrosos con las últimas maravillas del mundo, todos vagaban por espacios abiertos buscando al Gabo que decidió partir en un coche por senderos polvorientos. El auto iba lleno de flores exóticas que asomaban por las ventanas y el maletero. Un par de mulatas en el techo que iban lánguidas y risueñas danzando la rumba de la muerte feliz. Insectos, mariposas soberanas, ejércitos de rebeldes y soñadores que dejaban a su paso pétalos y fragancias de una selva profunda que hoy se vistió de colores y canciones para honrar al Gabo, majestuoso, caliente, bestia salvaje de la tierra que nos regaló las mejores historias, descifró nuestros tiempos, nos hizo viajar por oscuras dimensiones de laberintos escondidos… siempre con una antorcha encendida, siempre apostando por la resurrección y la vida. Ay mi Gabriel de las tierras cálidas, salvaste el mundo de las cifras, administradores, tecnócratas grises sin el tercer ojo abierto, ingenieros intentando estructurar el caos y la creación, contadores sumando y restando, expertos. Nos llenaste de huracanes, entramos contigo al ojo certero de todos los remolinos gozando el movimiento. Qué placer indescifrable sentí/sentimos mientras tus manos vagaban embriagadas por mi/nuestra piel que leía. Que latidos apurados despertaste con tu lengua saboreando algún marisco, alguna fruta suave, la carne mía y de la una sandía colorada. Solo lo imposible tuvo existencia en tus libros, solo lo imposible me configuró como pájara silvestre latinoamericana, negra, india, blanca, irremediable mestiza de todos los tiempos a través de tus palabras sagradas.

Gabriel nos embelesó, ¡cómo nos embelesó! con sus crónicas de la magia, con su territorio que lo incluía todo en un gesto diurno: sueños, muertos, política, imaginación, documento, mística, revolución. Sus ojos, esos ojazos brujos, penetrantes, vieron el otro lado de la existencia, ese lado que hoy no ven ni descifran los oscuros que se han quedado sin lo invisible y esencial.

Gabriel García Márquez, me despido… levanto el alma para abrazarte y agradecerte, agradecerte, agradecerte el haber compartido este pedazo de historia, por tus libros, por tu boca sabrosa, por las luchas, por la delicia de leerte hasta el fin de los días.

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