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¿Quién estás siendo? Esa es la incómoda/maravillosa pregunta que una amiga siempre me hace cuando nos juntamos. De la mano de su interrogante me ofrece la posibilidad de ser muchas cosas y con intensidades distintas dependiendo de cuándo son nuestros encuentros. El gran etcétera estático parte con soy mujer, madre, amiga, amante, comunicadora, periodista…El otro camino es meterse en caminos sin veredas ni señalizaciones.

Cuando mis hijas eran pequeñas, el ser su mamá fue un rol que llenaba intensamente mis opciones. Aunque nunca dejé de trabajar profesionalmente, quise vivirme a concho la alegría infinita de amarlas. En ese tiempo el “ser mamá” el rol que seguro mejor definía lo que estaba siendo. Sin embargo, recuerdo un viaje a Finlandia en que tuve que estar lejos por dos semanas. A medida que me alejaba en el avión, mi pena profunda por la distancia física que aumentaba, iba dando espacio a otras Victorias, otras conversaciones y otros encuentros.

Algo similar ocurre con las categorías que usamos en el lenguaje. Las utilizamos para clasificar algo pero las dejamos archivadas permanentemente sin volver a cuestionar lo que estaba al interior o las implicancias de esas opciones. Así como el quiénes somos puede definirse con distintos grados de rigidez o flexibilidad, también las formas en que entendemos el mundo pueden variar muchísimo. El experimento que hizo la fotógrafa brasileña Angélica Dass es un buen ejercicio de apertura.

En mundo globalizado en que todavía algunos siguen caracterizando a las personas según su color de piel, el proyecto Humanae es una gran invitación. Su propuesta es un catálogo de pieles humanas que clasificó según la gama de los colores Pantone. El resultado es una subversión a nuestros casi siempre rígidos códigos. Ni los afroamericanos son negros, ni los chinos amarillos, ni los rusos blancos. Por el contrario, la enorme gama de fotografías de personas del mundo nos regala un deleite de la diversidad y flexibilidad.

Alucinante es pensar que incluso en una misma cara hay muchos colores diferentes. Por eso esta artista trabaja su propuesta primero tomando fotos bajo las mismas condiciones de luz y luego seleccionando el color específico que tienen sus narices. A partir de ahí selecciona el color correspondiente al código Pantone. La nariz es esa parte sensible de nuestro cuerpo que va transformándose con el paso del tiempo, las emociones intensas, las copas de vino y, por supuesto, con el aroma de la primavera.

Esta herramienta de exploración que es el proyecto Humanae donde se cuestiona y se busca identidad tiene otro gran atributo: no tiene límites. Cada cierto tiempo, se realizan convocatorias abiertas para personas que quieran ser fotografiadas. Hasta el momento más de mil personas han participado y a muchas más han animado a hacer nuevas apropiaciones y relecturas de la propuesta.

Hoy que estamos siendo y construyéndonos también desde identidades digitales, nos faltarán colores y necesitaremos muchas mezclas. Al mismo tiempo, en el encuentro con otros, vamos igualando nuestras tonalidades.

 

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