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Este mantra que viene repitiéndose por varios años y que ha logrado ilusionar a miles de jóvenes que se ven ya en cargos de relevancia, debiera ser analizado desde otra perspectiva que no sea solamente la gran cantidad de dinero que recibirán al finalizar su carrera.

Ante todo, debemos quitarle a estas palabras cualquier tinte que lo asocie con alguna corriente política, única forma de entender que se trata solo de un mantra que finalmente se convierte en frustración para quienes logran obtener por fin la ansiada Carrera Profesional, o el Cartón, como decían los abuelos.

Por un lado, hay que tener en cuenta que en nuestro país hay personas que desde el vientre ya vienen con carrera, cargo y dinero asociado a su desempeño, sea cual sea este. Asimismo, viene la contraparte en aquellos que no logran acceder, sea por la razón que quieran, a una oportunidad de ser Profesionales; gente con un alto grado de  frustración y escasa o nula autoestima impuesta por la sociedad actual, que valora más lo que eres que a quien eres, muchos de ellos con gran capacidad intelectual.

Durante el año, la prensa se encarga de promover varias veces la encuesta de las carreras más lucrativas que las Universidades, estatales o Privadas ofrecen, copándose obviamente en primer lugar aquellas que reportarán grandes beneficios económicos, sin importar para nada la vocación o aptitud de quien la estudia. Es así como encontramos cada vez y con mayor frecuencia a personas realizando labores propias de su profesión quienes declaran a diario estar cansados, sin tiempo, aburridos, etc., (considerando exclusivamente a aquellos que han logrado trabajar según su propio esfuerzo, distante de los que tenían desde el primer año su cargo y renta ya asegurada).

Hablamos de discriminación, la condenamos y muchos rasgan vestiduras para señalar que esto es cosa del pasado, algo que muchos siguen creyendo, pero que en la realidad del día a día no es efectivo.

¿Alguien ha realizado una encuesta que diga cuantas personas, ya egresadas deben trabajar en labores muy distintas a lo que por años estudiaron y que les representó un gran gasto, en lo económico y personal? Muchos terminan en cargos que representan un ingreso muy bajo, pero que aprovecha todas las enseñanzas adquiridas con su esfuerzo. Lean, vean los anuncios de trabajo y para cada uno de ellos se solicita un título universitario; vamos a la renta y observarán que tendría que trabajar durante muchos años solamente para equiparar lo gastado. No es el caso de aquellos que ya lo tienen todo antes de recibir su diploma, los que en un par de meses ya todo ingreso es ganancia y no recuperación de lo invertido. Guste o no, es una realidad.

Con un pensamiento básico, sabemos que los hijos de, médicos, arquitectos, abogados, etc., ya tienen un cupo dentro de la empresa, sin concursos ni sorteos.

Ahora viene el camino difícil del cual comenté anteriormente y que trata de aquellos que son primera generación; si no han conseguido una buena cuña, venderán sus conocimientos y sacrificio a un precio que es realmente una burla, pero que deben aceptar y sentirse orgullosos de haberlo logrado. Son los que mueven el sistema. Deben vestir bien, vivir en un lugar adecuado, formar parte del círculo de ejecutivos, lo que se logra mediante el endeudamiento sin freno ni control que ofrecen las tarjetas de crédito, los préstamos o líneas de crédito capaces de proveer lo que nunca se tuvo, ni que por sus ingresos son capaces de obtener.

Bombardeados a diario por todos los medios de comunicación posibles, orientados a incorporar a este grupo de jóvenes profesionales al sistema de consumo, es imposible quedar indiferente. Aquellos que optan por ser quienes realmente han sido siempre, son marginados socialmente y como nadie quiere esto, nuevamente se ven en la obligación de ingresar al sistema de las deudas, llamado “crecimiento país”.

Muchos reirán al leer tamaña declaración, pero nunca se han preguntado la razón principal de consultas psiquiátricas y apoyo psicológico que deben recibir los profesionales discriminados, los no valorados, quienes con igual o mayor esfuerzo obtuvieron su licenciatura. Tan real es esto, que nadie ha decidido incorporar las enfermedades mentales producidas en el trabajo dentro de la cobertura de una Enfermedad de Origen Laboral, (Ley 16.744), pues sería un reflejo nefasto en este ámbito.

Siempre he tenido la curiosidad de saber cuántas consultas psiquiátricas particulares se realizan al año por motivos laborales. Ese dato claramente debe existir, pero sería un pésimo negocio darlo a conocer.

Hay que agregar a todo que ya no basta con obtener el título a través de la EDUCACIÓN GRATIS Y DE CALIDAD, ahora elprofesional debe competir con quienes han conseguido realizar un MBA o un Doctorado, (ambos de alto costo y no considerados en ninguna de las propuestas sobre educación). Que ocurre entonces, nuevamente hay profesionales de primera, segunda y tercera categoría; regreso al comienzo del mantra.

Nadie, o al menos que se sepa, ha propuesto una educación basada en las aptitudes y capacidades de cada individuo, donde se exprese toda su vocación, energía y mejoramiento de lo que trae en su ADN, que lo dignifique y reciba un salario capaz de satisfacer las necesidades básicas para mantener una familia, la educación y salud; un real crecimiento económico y cultural. (Las aptitudes y capacidades son modificadas luego mediante cursos de capacitación).

No hay que dejar de lado que se consideran inteligentes sólo aquellos que deambulan en el área de los números, olvidando que los únicos premios nobel que hemos conseguido tienen relación con las letras y las artes, que incordio.

Salarios justos y reconocimiento a cada labor desempeñada es el camino. Basta de estigmatizar a las personas por el trabajo que realizan. Un profesor gana por lo general el 10% de lo que recibe un médico, ingeniero, etc., y es a ellos a quienes le dedicó su tiempo, vocación y entrega de conocimientos para formarlos.

Es inconcebible, una Asesora del Hogar, quien cuida nuestros bienes más preciados, los hijos y nuestra casa, un Guardia de Seguridad, que vela por nuestro bienestar mientras descansamos, un Policía, que arriesga a diario la vida en nuestro favor, son los últimos de la cascada de beneficios, rentas y reconocimiento. Agrego a ello, que la nueva juventud, que será profesional, en un gran porcentaje se avergüenza de lo que son sus padres, puesto que la sociedad se ha empeñado en denigrar solapadamente cualquier labor que esté fuera del marco del profesionalismo enfermizo del que somos presa. Desde el comienzo de los siglos, siempre ha existido un servidor y un servido, no podría ser de otra forma, pero lo que no se debe perder de vista es la dignificación de cada trabajo, como las piezas de un fabuloso reloj, donde desde el cristal hasta el último tornillo cumplen una función que lo hace funcionar perfectamente, todos son importantes.

Cuando nuestros hijos comprendan que no es necesario ser biólogo marino para pescar lo que comemos, ingeniero agrónomo para cosechar una papa, ni un destacado arquitecto para diseñar una ampliación en nuestra casa, volveremos a tener grandes escritores, buenos maestros de escuela, grandes artistas visuales y musicales, todos realizados ejerciendo su labor. Si les preocupa lo del lucro, no hay que temer, siempre estará presente alimentado por aquellos que necesitan demostrar al resto lo que no son en realidad, ahí estará presente y la verdad es que no son pocos los integrantes de este círculo.

Por último, no quiero dejar la sensación de que estoy en contra del estudio y los profesionales que nacen cada día gracias a él, sólo que pretendo dejar claro que la verdadera vocación nos hace profesionales. Seamos cada día más orgullosos y dignos de ser quienes somos, con nuestras capacidades y cualidades únicas de las que hemos sido dotados, dejando de lado lo motivado exclusivamente por el tema económico; crecer como persona es lo único que importa.

El mayor legado que podemos dejar a nuestros hijos, además de la educación formal, es que tengan claridad de lo que son, sus cualidades y aptitudes, enorgullecerse por ellas e inculcarles lo maravilloso que es conseguir una felicidad interna que los acompañará siempre. Piensen por un minuto el mejor recuerdo que tengan de sus padres y lo entenderán.

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