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De 1970 a 1973 era otro Chile, eso ya lo sabemos. A decir de Julio Zegers  un cantautor muy escuchado  durante esos años,  el paso del caminante existía y el camino se hacía camino al andar. Pero al parecer,  también todo estaba escrito y se avizoraba. Cuando era niño y miraba por el ventanal la lluvia de Temuco,  “Los Pasajeros” recorrían la casa, con su misterio inherente y jamás dilucidado.  Sin ánimo de hacer exégesis, es evidente que  esta especie de mago anunciaba con suaves melodías lo que vivíamos y  lo que vendría.

Dormíamos acaso fuera del hogar que fuimos, en  un tiempo luminoso que anunciaba borrascas, nuestras siluetas se despertaban bajo el sol y no lo sabíamos: ¿Avanzábamos, arrastrábamos en su negación al pasado o sólo estábamos ahí, al decir del poeta justamente  “transidos entre la muralla y la intemperie? :

“Hoy que la pradera va cambiando de color,
que una silueta se despierta bajo el sol,
que va o que viene o se detiene… ¡qué sé yo!

Son cuatro jinetes que la salen a esperar,
cuatro caminos que la llevan hacia el mar,
cuatro estaciones las que debe atravesar
para regresar al lugar
del fruto que maduro ha de encontrar.

Y cual pasajero de algún tren
estoy viviendo en el andén
mientras la máquina me lleva a mí también”.

Lo que está muy claro es que nos saldrían a esperar los cuatro jinetes del apocalipsis: la victoria, la guerra, el hambre y la muerte. Habíamos triunfado como comunidad, pero ya vendrían las tribulaciones. Éramos pasajeros y anden, casa y personajes,  lugar y sujetos, y todo se iría, desaparecería como en  el tornado de Oz. Sin embargo, después del paso de los jinetes regresaríamos al lugar, al fruto maduro.

Un poco antes de “Los Pasajeros” Zegers ya había ganado el Festival de Viña del Mar con “Canción a Magdalena”,  allí el sonido de los clarines anunciaba una buena nueva, ¿por qué clarines?, investigando someramente estos instrumentos sólo son  tocados por las bandas militares. Magdalena cual una Virgen del Carmen baja de los cerros al mar para que las calles se inundaran de color y su  pueblo dormido despertara al amor.

“Y Magdalena vendrá
caminando del cerro hacia el mar
mientras su pueblo dormido
sueña volverla a encontrar.

Y Magdalena vendrá
ya la tierra se llena de sol
mientras los campos floridos
van saludando su voz.

Hoy ya se oyen los clarines,
van anunciando por fin:
es Magdalena que viene
caminando muy cerca del Tacuil.

Hoy la ciudad amanece,
va despertando al amor,
pues Magdalena aparece
inundando las calles de color”.

Sin tener el lenguaje  tan concreto de “Los Pasajeros” acá el cantor también anuncia violencia y redención. Y más bien  redención a través de la violencia. El despertar de la ensoñación que niega el lugar, el pasado y lo que nos constituye,  a través del sonido de las bandas militares. Nada se podía re encontrar  entonces sin pasar por aquel dolor.

Se podrá decir y extremar el análisis de que Zegers a la luz de sus anuncios, era un cantautor íntimamente reaccionario, sin embargo yo no lo creo, probablemente le pasó lo que a pocos hombres y mujeres de su tiempo les sucede. Que sin pertenecer a plan humano alguno, son capaces de intuir el plan superior de la historia, la belleza presente  y la tragedia futura para un nuevo renacer. El sólo fue un médium de voces lejanas que en su deambular fantasmal nos contaban nuestra vida.

Todo esto para preguntarnos, ¿cuál es la letra que anuncia lo que hoy somos y lo que vendrá? “Lo que consideramos avances y triunfos, nos retrotraerán al pasado indeseado?, ¿o por lo mismo, si ensoñamos, arrastramos ese pasado y llamamos desesperadamente a los jinetes, a Magdalena?, ¿se irá todo, nosotros y el lugar en el tornado de Oz?

Yo no lo sé, no soy Zegers, ni siquiera su fantasma, pero te hago las preguntas, para que te hagas las preguntas…


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