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Después de la marcha convocada por los estudiantes secundarios, el jueves 8 de mayo, pensé en  la imagen usada por el polítólogo argentino y ex Secretario de Cultura José Nun, para describir el paso al protagonismo de actores secundarios en procesos de cambio social: “La rebelión del coro”. Ese fue el título de un libro escrito en los años 80 revisitado recientemente por autores que analizaron movilizaciones sociales de 2011, cuando decenas de miles de estudiantes mantuvieron energizado el país, mostrando la cara fea del proceso de desarrollo económico y social, que durante dos décadas fue custodiado por la Concertación y luego reforzado por Piñera.

Fue al mirar, desde un murete en el bandejón central de la Alameda, a la multitudinaria columna que avanzaba desde la Plaza Italia hasta Nataniel para encaminarse a la Plaza Almagro, cuando recordé aquello  de la rebelión del coromirando ese desfile pluridiverso y mayoritariamente joven, agitando las consignas que no pierden sentido. Allí estaban los colegiales de uniforme azul y los de gris, de colegio privado; las chicas estilosas sin uniforme; los futuros teólogos con un cartel alusivo al salmo 84 -ese que pide justicia para el pueblo subyugado-, el señor mayor con un cartel hecho a mano -las letras dibujadas con gran trabajo sobre cartón-  diciendo lo que muchos pensamos: no sigan inyectando recursos en un Parlamento desprestigiado y hagan un cambio verdadero a la Constitución.

Y también estaban en la marcha los que pedían el dinero del cobre para la educación, los que expresaban su chatura con la burocracia y “sus migajas baratas”; los y las profesoras pidiendo que se les pague la deuda histórica. Estudiantes de derecho, medicina, arquitectura, trabajo social, antropología; militantes  de partidos tradicionales y anarquistas, que después se enfrentaron a coligüazos. Muchachas haciendo ondear su bandera en solitario;  colegialas mirando el rama.

Fueron 40 mil según Carabineros y 120 mil según los organizadores. Cifras más o menos, no hay duda que el descontento no ha amainado y que las promesas de cambio aún no convencen. Que el “Llegamos para quedarnos” de Francisco Figueroa, dirigente de la Fech durante 2011, sigue vigente, porque (parafraseando a Figueroa) la foto que sacaron los estudiantes de la sociedad chilena  es fea y obscena. Entonces, la marcha del jueves pasado también ha sido un mensaje: Eyzaguirre Nicolás, el ministro de Educación, podrá tener muñeca política  para negociar, pero  los estudiantes tienen silla propia para sentarse a la mesa.

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Alguien comentó sobre “El coro sube al escenario y agarra silla

  1. Así como lo describes, preciosa, preciosa la marcha, colorida, entrenida, unos reclamando y pidiendo una cosa otros otra, todas solicitudes verdaderas, necesarias, pero sabes..¿ que se ha obtenido a lo largo de los años con estas marchas “absolutamente lícitas y preciosas, coloridas entretenidas”, aparte de los oportunistas de siempre candidatéandose, de esas marchas salieron 2 ilustres.. y después… desmanes, destrozos, caos, vamos sacando lo peor de nosotros, mostremos de forma descarnada nuestras carencias sobre todo de PRINCIPIOS, VALORES, DESTROZEMOS, NADA DE LO CONSTRUIDO ME REPRESENTA.. digo yo no sería bueno darle un poquito de tiempo a las actuales autoridades??? por favor

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