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“Clásico: Se dice del periodo de tiempo de mayor plenitud de una cultura, de una civilización etc. / Dicho de una obra que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia./ Perteneciente al momento historico de una ciencia o arte en el que se establecen teorías y modelos que son la base de su desarrollo posterior”. (Diccionario RAE).

“Clásica” es aquella obra que presta siempre al espíritu un servicio de máxima calidad”. (Pedro Salinas).

“Las necesidades de la puesta en escena cambian sin cesar y nuestra evolución exige un estilo Shakespereano contemporáneo. que cada día sea más Shakespereano”. (Peter Brook).

“El teatro clásico nos muestra cómo somos ahora en perspectiva con nuestro ayer, y este ayer con nuestro ahora”. (Eugenio Barba – Jerzy Grotowsky).

No hay nada más contingente que el pasado, ni nada más actual que las grandes obras de la “antiguedad”. Y entre los dramaturgos que logran cruzar con su obra tiempos y latitudes. pocos llegan a la altura del inmortal bardo inglés, autor de una de las obras paradigmas del teatro de todas las épocas: hablamos de William Shakespeare y hablamos de ‘Hamlet’.

Hamlet, el príncipe que después de la repentina muerte de su padre, el Rey de Dinamarca, encuentra a su tío Claudio casado con su madre, la Reina Gertrudis, mientras por las noches el fantasma del viejo Rey reclama que su hijo cobre venganza por su “cruel y antinatural asesinato”. Se desencadena así la serie de hechos que envuelven al joven en una espiral de muertes, mientras busca de restituir el equilibrio familiar y político roto por ese crimen que clama reparación.

Este mes de noviembre, la versión de este monumental clásico llegó a Chile en alas de la mismísima compañía fundada por Shakespeare, The Globe Theatre, para presentarse en las ciudades de Antofagasta y Santiago en forma gratuita gracias a la gestión de la Fundación de Teatro a Mil.

Esta gira, titulada ‘Globe to Globe Hamlet’, partió en abril de este 2014, cuando se cumplieron los 450 años del nacimiento de Shakespeare y culminará en abril de 2016, fecha en que se conmemorarán los 400 años de su muerte, siempre bajo la dirección de Dominic Dromgoole y Bill Buckhurst.

En Santiago, más de dos mil personas repletaron un sector del Parque Inés de Suarez, en Providencia, para asistir a una de las mejores versiones de este clásico que hemos podido ver en vivo y en directo. Doce actores en escena para dar vida a una versión completa (cinco actos) de la inmortal tragedia, en una puesta en escena de una vitalidad y frescura pocas veces vista por estos lados.

La concepción integral del montaje da cuenta de un conjunto artístico en gira, practicamente sin escenografía, con contadísimos elementos de utilería y una iluminación básica y precisa. Así, la calidad del espectáculo recae en un ciento por ciento en el desempeño de los actores. Todos se desdoblan  para asumir más de un rol en una versión de ritmo vertiginoso que equilibra -rozando la perfección- todos los elementos dramáticos y teatrales que contiene esta pieza.

De este modo, en escena los actores tocan instrumentos de cuerda y percusión (un claro guiño al estilo juglaresco), tanto para hacer música como para lograr efectos sonoros, sin obviar ante nosotros el hecho crucial de que estamos asistiendo a una “representación teatral” ya que tanto al comienzo como al final, y en algún momento durante el desarrollo de la obra, se dirigen al público en un claro efecto de distanciamiento Brechtiano.

La energía que cada cual imprime a su papel es la fuerza motriz que sostiene la representación. Aún los momentos de introspección están revestidos de una potencia que remarca lo extremo de las pasiones que están en juego (venganza, amistad, amor, lealtad, traición).

La “lectura” escénica de este Hamlet parte de la vitalidad y lucidez del personaje y del potente objetivo que ,desde un comienzo, este se pone entre ceja y ceja: vengar la muerte de su padre y así restaurar el orden quebrado por el alevoso crimen.

Este príncipe no languidece (como el de Lawrence Olivier) sino más bien se siente impulsado por una corriente energética que lo aproxima a la lectura que hizo el cineasta ruso Grigori Kózintsev en su filme de 1964. Esta joven vitalidad aproxima de mejor manera a nuestra época el conflicto humano y politico de la obra. Su lectura escénica nos resulta más política que “filosófica” o “existencial”; en este sentido nuestra aproximación, como espectadores del siglo XXI, resulta una experiencia ferozmente contemporánea.

Sentimos que este joven Hamlet carga en sus espaldas con la responsabilidad de develar un crimen tal como muchos de nosotros o nuestros semejantes lo hicieron en oscuros y cercanos tiempos históricos, en que nuestro continente se vio asolado por dictaduras varias que dejaron un reguero de muerte y dolor. En este hecho radica parte de la fuerza con la que esta versión cala en nuestro presente. Su mayor mérito, aparte del propiamente teatral, es que consigue hacernos sentir la total modernidad de la pieza, en ese punto es donde la puesta hace justicia a lo expresado por el director inglés Peter Brook (a quien cito en el encabezado de este comentario).

La fortaleza de Hamlet es la de todo gran clásico: es una obra que ha evolucionado a la par de los tiempos, parece escrita ayer porque nos habla de lo permanente en la condición humana, todo crimen rompe un equilibrio que ha de ser restaurado (llámese justicia, llámese venganza) y parte importante de nuestra historia como humanidad está teñida de hechos de esta índole, en toda época y en todo lugar.

“Globe to Globe Hamlet” nos recordó una vez más que quizás sólo hay una cosa fundamental que debemos resolver como especie humana: “Ser o no ser”, “el resto es silencio”. Esta fue una “clase” de arte teatral otorgada por esta afamada agrupación, heredera de una de las más potentes tradiciones del teatro inglés y que con su versión pletórica de vitalidad y energía, da fe de la enorme profundidad de la obra Shakespereana, que logra cruzar mares de tiempo para demostrarnos que nada hay más contingente que el pasado.

Sitiocero Cultura

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