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Más que un artículo un homenaje

Es innegable el amor que nos dan los animales, en este caso especialmente los perros quienes son los que han formado parte de mi familia. Siempre que he paseado a mis perritas la gente les regala sonrisas, cariños y hasta palabras afectuosas. Los perros con su sola presencia hacen emerger emociones en las personas, porque se parece a un perro de la familia, porque es tierno, porque andaba buscando un perrito de esas características o solamente porque es un amante de los caninos. Muchas veces he pensado que la bondad y amor de los perros trasciende su pelaje y se instala en la sonrisas de las personas.

Llegan a nuestra casa y se toman nuestros corazones. Sus parpadeos se unen al ritmo de nuestros latidos y pasan a ser sólo uno. La primera en llegar fue Javiera, una bella y coqueta cocker spaniel, fue mi regalo de cumpleaños número 17, el compromiso era cuidarla y asumir una responsabilidad por muchos años. Como buena perrita de patio ladraba enérgicamente a los gatos, frente a nosotros, cuando no sabía que mirábamos hasta los pájaros se comían su comida. Aprendí a colocar vacunas óctuples, por lo que yo misma aplicaba esas dosis, ella se sentía segura cuando la llevaba al veterinario, siempre sentí que confiaba en mi criterio.

Cuando estaba preñada, los últimos días de dolor despertaba acostada al lado mío, y cuando iba a tener a sus cachorros me despertó antes para acompañarla. Fue toda la noche recibir a sus 11 perritos. Javiera me enseñó tanto de la vida y de los ciclos, de la naturaleza y cómo nos podíamos comunicar sin hablar el mismo lenguaje. Su postparto la dañó emocionalmente, quedó asustada y en muchas ocasiones el miedo la hacía escalar las protecciones para llegar a la ventana abierta y desde ahí se lanzaba al suelo. Tuvo que pasar más tiempo dentro de la casa.

Javiera - Septiembre 2011
Javiera – Septiembre 2011

En agosto de 2002 un avión la asustó justo cuando acerqué mi cara a su hocico, y sin querer me mordió, la cara se inflamó y mi gran dolor no era la herida en los labios, era la traición que sentí en ese momento. La pobre sabía, ella también estaba sufriendo y cada vez que me veía bajaba la cabeza y no me miraba, su pelaje se puso opaco, sus ojos no brillaban, mis papás no sabían qué hacer con ella. Finalmente, decidí que había sido un error y yo estaba dispuesta a perdonarla. Tuvimos que rehacer nuestros lazos, volver a mirarnos, reconocernos y sentir nuevamente nuestros latidos al mismo ritmo. Acompañó todos mis momentos más importantes y fue la primera en hacer una fiesta de bienvenida cuando llegué de mi primer día de trabajo.

“Javiera era una dulzura, asustada de la lluvia, de los gritos de los niños, de los globos y hasta del viento, sus miedos la llevaban a escalar y lanzarse de cualquier altura para escapar, eso dañó mucho sus caderas, hasta que un día, a sus 12 años, no las pudo levantar más. Con urgencia llegamos al veterinario, no estaba bien y ya no se recuperaría. Era yo quien debía decidir si seguía viviendo o si comenzaba su eterno sueño… su carita estaba disfrutando nuestro último momento solas, me besaba las manos y su colita no paraba de moverse. Una fractura en su columna hacía irreversible su condición, ya habían comenzado las infecciones y se pondría peor. Mi corazón gritaba, mi piel se endurecía sólo de pronunciar las palabras, mis ojos estallaron en llanto. ¿Quién era yo para decidir eso? ¿Con qué derecho decidía por ella? Luego comprendí que Javiera esperaba que yo tomara la decisión correcta, nuestros años juntas la dejaban confiar. El doctor me explicó el proceso pero yo sólo miraba los ojos de mi pequeña Javiera, recordándola en aquella caja de cartón, cuando decidí amarla y recibirla en mis brazos… comenzó a cerrar sus ojos, suavemente, me besó la mano por última vez y mi respiración se detuvo con la suya…”
Javiera vivió desde Abril 1999 hasta Marzo 2012

 

La Beba llegó a alegrar principalmente la vida de mi mamá, nunca habíamos tenido un perrito dentro de la casa (de esos que se suben a los sillones y a las camas) pero contrario a lo que imaginábamos tuvimos que comprometernos a que ella sólo se movería por el piso y nada de subir a los lugares que ocupaban los humanos. Compromiso que sólo cumplíamos cuando estaban mis padres en la casa.

La Beba es la tercera generación de toda una familia de caniches que viene desde mi Tía abuela, así cada integrante mujer de mi familia ha adoptado a alguna representante de generación. La Beba transformó a mi mamá, le enseñó sobre cómo educarla, le mostró toda su habilidad e inteligencia para hacer su relación más fácil, era muy ordenada y obediente, todo lo que mi mamá necesitaba. Rápidamente se ganó el cariño de todos, donde estaba mi mamá, había una pequeña sombra blanca y peluda a su lado. La beba iluminó la vida de todos y nos mostró una dimensión de relación que hasta ese momento no conocíamos. Aprendió a bailar para recibir una galleta de perro y hasta le enseñó la acrobacia a uno de sus primos perrunos.

Beba (izq) panchita (der) marzo 2012
Beba (izq) panchita (der) marzo 2012

Fiel y leal acompañó a mi mamá a todas las mudanzas y se adaptó a todos los cambios, siempre presente y paciente. Observaba a mi mamá a cada momento, le dedicaba todos sus respiros y pestañeos. Su obsesión eran los muñecos, todos, los arrastraba desde donde estuvieran hasta su cuna y comenzaba a lavarlos incansablemente. Con un olfato a prueba de chocolates, hacía temblar el árbol de navidad, justo cuando todos salían de la casa, sigilosamente quitaba -con un detalle que hasta ahora no comprendemos- el envoltorio y sacaba todo el chocolate de su interior. La evidencia la escondía en su cama.

Tuvo a los tres años su primera y única camada, su instinto de madre era superado por la adoración a mi mamá por lo que trataba que los cachorros no hicieran ruido y ella mantenía todos sus hábitos de higiene. De ahí nació Panchita, no por Francisca, sino por la enorme pancita que tenía la Beba con sus cachorros aún en el vientre y que nos mostraba para hacernos comprender su molestia por tan abultada barriga.

Beba con sus cachorros - Septiembre 2003
Beba con sus cachorros – Septiembre 2003

Nunca se enfermó y nunca se le hubiese ocurrido hacer gastar dinero a mi mamá, así de disciplinada era. Ella conoció y comprendió a mi mamá en corto tiempo, sabía hasta donde podía llegar, cuáles eran los límites y cuando mi mamá la tomaba en brazos para hacerle cariño… era la perrita más feliz del mundo.

“Dejó de respirar, corrimos hasta el veterinario dándole respiración boca a boca y apretando suavemente su pecho para estimular los latidos del corazón, mientras los nuestros se debilitaban al no ver reacción… de la nada un perro apareció, era grande, y nos acompañó hasta el veterinario que está a la vuelta de mi departamento, se sentó a esperar con nosotras para luego dejarnos en la puerta de la casa al regreso. Los doctores trataron de reanimar a nuestra dulce caniche pero los esfuerzos fueron en vano… la sala de espera nunca me pareció tan grande y blanca como aquel día, el dolor estaba presente en cada respiro, cuando vi al doctor regresar con cara triste, ya no escuché más, sólo leí los movimientos de sus labios y comprendí lo que no deseaba escuchar, un grito lleno de dolor llenó la sala de espera, mis ojos no paraban de llorar, apreté los dientes y pensé “Esto no nos puede estar pasando, tan repentino” y el dolor más grande se apoderó de mi corazón… habíamos perdido de nuestra Beba”
(relato de mi hermana Natalia y mi mamá)
Beba vivió desde Enero 2003 hasta Febrero 2014

Panchita es la única que vive actualmente, es la que ahora disfruta del amor de toda mi familia, tiene una personalidad increíble y es la que me regala el amor más profundo. Tenerla en mis brazos son los momentos de mayor paz, sus siestas son eternas y cuando la despertamos vuelve a lanzar su cabeza a la almohada para seguir durmiendo, busca todas las excusas y hace los sonidos más increíbles para que nadie se levante de la cama, si alguien se levanta rápidamente corre a otra habitación en búsqueda de más regaloneo. Aprende rápidamente las nuevas dinámicas familiares y es capaz de alargar una enfermedad con tal de recibir más amor. Camina levantando su pata izquierda a destiempo de las otras 3 y cada vez que está pidiendo que le hagas cariño levanta la pata delantera derecha. Tiene epilepsia y quizás esa inseguridad es la que me ha forzado a disfrutar cada día con ella. Nuestra conexión ha superado todas mis expectativas, a pesar de ser muy muy chiquita de tamaño ha sido la enfermera en muchas ocasiones de mi hermana, odia el computador y teléfono por ser los culpables de quitarle mi atención, disfruta los fin de semana de levantadas tarde y siempre está dispuesta a jugar. Algunos dicen “esta perrita nunca maduró” porque se comporta a sus 7 años como un cachorro, no creo que sea madurez sino que ella vive desde el amor que regala.

Panchita jugando a la pelota
Panchita jugando a la pelota

Para muchas personas la experiencia de vivir con uno o varios perros es inolvidable, las historias comunes, el proceso de conocer al otro, saber cuando está a gusto o a disgusto, cuando tiene cara de sueño o cuando está buscando su pelota porque tiene ganas de jugar. Los perros entregan su corazón a la familia que los cuida, toda su atención día y noche es para estos humanos de dos patas que les dan comida, abrigo, cariño y cuidados.

No podríamos vivir sin los perros, los humanos no seríamos los mismos.

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4 Comentarios sobre “Huellas de amor

  1. Mariluz
    Un lindo homenaje
    Son todos aspectos nuestros que no podemos olvidar, pero que olvidamos tan seguido y necesitamos tanto.

    Saludos y gracias
    Gustavo

  2. Que lindo Mariluz!!! Me llegó al alma porque no podría concebir la vida si un perro…He disfrutado del amor y compañía de Matías (1984/1994, nació un año antes que yo, así que era mi hermano mayor :)), Ñoña (1993 / 2005), Bobby (1990? / 2001), Dinosaurio (2000 / 2011) y mi adorada Nina (2005-) que es mi alegría y que a sus 8 años, al igual que tu panchita, adora jugar a la pelota… Que más noble y sincero que un perro! Que afortunadas de tenerlos en nuestras vidas…Saludos!!

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