Compartir

A pesar de que me carga el olor de Mc Donalds, debo reconocer que salva a la familia cuando estás apurado, o no tienes nada para comer en la casa, o no te has dado el tiempo de comprar insumos o hacer un menú, o necesitas urgente saciar el hambre de media docena de niños que atacan los juegos, y que se le salen los ojos para elegir el juguete del momento  y se mantienen extasiados durante todo este ruidoso proceso que parece ser el mejor de los panoramas, cuando de comer se trata.

Increíblemente Mc Donalds te da la seguridad que en cualquier lugar del mundo que te comes una Big Mac, es la misma,  casi como en casa; la globalización  gastronómica provoca fenómenos como estos, o como la comida Chifa en Perú, la globalización marca la evolución de las culturas hacia mezclas que están por conocerse, que se adaptan, son flexibles, y tienen que ver con un mundo sin fronteras, un mundo que las leyes humanas aún no regulan ni controlan, por muchos límites que se tracen entre los países, por más acuerdos económicos y políticos que se intenten sostener, los sabores y los olores de la gastronomía mundial avanzan en otra frecuencia, que no respeta fronteras ni idiomas, y constituyen otro ritmo de evolución; entra por nuestro sentidos, la disfrutamos, la digerimos, y forma parte de nuestra orgánica, por eso Mc Donalds es un imperio, porque se extiende orgánicamente hasta ser parte de nuestra cultura.

Otras culturas, como la mapuche, han tenido conciencia y claridad de la importancia de las cocinas en sus vidas, las rucas eran redondas, con fuego al centro, donde se cocinaba, como una célula, en torno a la que giran todas las actividades, la circularidad invita a la interacción, a la conversación, al “preparemos juntos” y compartamos la oportunidad de disfrutar una comida, con respeto, con tiempo, degustando, saboreando; los mapuches no son de muchas palabras, pero no son necesarias, saben estar, los hombres de la tierra hacen vida la sabiduría en sus catutos, en su muday, tradiciones que protegen compartiendo entre todos el proceso de elaboración, hasta sentarse y comerlo.

Pero bueno, hay que funcionar, y reconocer que la cajita feliz nos libera de invertir tanto tiempo  en todo el proceso que significa comer, ya sea solo o acompañado, fue creada para darnos más tiempo, que invertimos parados como zombies en la cola del local, y que también nos coarta de la oportunidad de enseñarle a los niños a elegir y moler una palta, y de la necesidad de saber organizarnos en una cocina, y si nos ponemos creativos también nos quita la oportunidad que los niños elijan el menú y sean capaces de prepararlo.

Pasamos de ideologías como la mapuche donde todos giran en torno a la olla, versus la americana, que porciona, individualiza, resuelve, automatiza, y divide en pequeñas cajitas felices todo lo que un niño necesita para estar saciado, un rato, con la comida, otro rato con el juguete. Y luego, todo a la basura, no dividimos roles para limpiar, lavar y reorganizar nuestras cocinas, ni hablar de reciclar, solo votamos a la  basura y que el planeta se haga cargo; luego nos quejamos de la indiferencia de los jóvenes, de las sociedades consumistas y prepotentes, y cómo podría ser distinto si somos depredadores al ritmo de la cajita feliz! no, la cajita en realidad es triste, porque simboliza ritmos de crecimiento de las sociedades  donde no es prioridad pensar en lo importante de la celebración de una comida como debe ser, con aromas, con interacción, con la feria, el casero, el supermercado, el menú, con picar cebolla y llorar…. “está listo!!!!!”.

Como sea, si comemos catuto o Big Mac, obedece a la evolución de los sistemas , sin ánimo de sólo criticar, que es lo más fácil, aparenta ser más sano observar como las sociedades se adaptan, los Mac Donald son una adaptación a la necesidad de tiempo, pero siempre hay un costo que es importante evaluar , no ganamos tiempo si perdemos la capacidad de estar presentes celebrando una comida, con conciencia, tal ves hasta agradeciendo, porque nos damos cuenta que ese nugget de pollo también tenía una familia, también es parte del todo, y también merece respeto.

Compartir

2 Comentarios sobre “La cajita infeliz

  1. Interesante comparación entre una cultura originaria, la Mapuche y una comida industrial. El tema también lo tocó el nortemaericano Michael Pollan en su libro “El Onmívoro dilemma” donde habla de como el sistema industrial de los fast food destruyen las granjas orgánicas y favorecen toda una cultura donde la naturaleza no importa ni tampoco la calidad de lo que se come. Al igual que tú, indica que USA está perdiendo lo que es la tradición de cocinar en familia. Muy bueno, me gusto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *