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En 1968, en México, un grupo de montañistas de la Universidad de Puebla tuvo que alojarse en el pueblo de San Miguel Canoa debido a una tormenta que los sorprendió camino a una ascensión. Acusándolos de comunistas, el cura incitó a los pobladores a castigar a los jóvenes forasteros. La turba se desató por la noche con un salvajismo y una crueldad propia de las multitudes sin personas ni razones, y los ejecutó a golpes. La película Canoa de Felipe Cazals recoge los hechos con rigor casi documental.

Hace algunos años, viajando por Guatemala, leí en las páginas interiores de un periódico una noticia muy pequeña, casi como de “hecho curioso”, que describía como una turba de indígenas habían ejecutado a una misionera luego de verla conversando con los niños. La comunidad estaba aterrada por las noticias sobre el secuestro de niños pobres para traficar sus órganos hacia países ricos.

Las turbas justicieras no son un fenómeno inusual en ciertas zonas rurales de América Latina y otros continentes, donde las instituciones encargadas de impartir justicia están muy lejos o el estado está casi ausente. En esas situaciones los caciques locales, llenan el vacío de las instituciones ejerciendo una “justicia” donde a menudo se mezclan intereses de distinto tipo, religiosos o morales o económicos, la conservación del poder o la aspiración a la popularidad, o incluso alguna enemistad ancestral.

¿Pero ese vacío institucional en “Banderas con Agustinas”, pleno centro de Santiago de Chile?

El video compartido en las redes sociales muestra una turba que celebra como un grupo de personas, de pantalón negro y polera azul, posiblemente el uniforme de algún local comercial del barrio, golpea, desnuda y ata a una persona a un poste con plástico transparente.

Al día siguiente en el Canal Televisión Nacional de Chile, que “profundiza” la noticia despachando desde al lado del poste de “los sucesos”, nos enteramos que se trataba de un joven de 16 años que le había robado a un anciano, y que permaneció más de una hora desnudo envuelto en plástico amarrado al poste. El periodista saca cuñas a las personas que están cerca del lugar, buscando enfatizar en “ustedes están cansados de la delincuencia”. Desde el estudio el conductor cierra: comienza con la frase “esto no debiera suceder”, pero lo justifica durante dos minutos.

En el caso del linchamiento de San Miguel Canoa, el discurso del cura prendió principalmente porque los medios de comunicación y el discurso político dominante habían creado el contexto de la paranoia hacia los guerrilleros y comunistas. En Chile, la sensación de injusticia, de que los delincuentes salen libres y sin condena, de que la justicia no funciona está tan instalado como lugar común que se hace difícil discutirlo. Es una narrativa que vende en el rating de los medios y en el de los políticos.

¿Cuáles son las cifras reales? ¿Cuál es la estadística de la impunidad? ¿Cuál es la proporción de las penas? ¿Cuáles son las causas de esos delitos? ¿Cómo funciona o falla la justicia? ¿Por un ejemplo de “quedó libre” cuántos hay de “fue castigado”, incluso injusta o excesivamente?

¿Serán los próximos ajusticiados ante el aplauso de las masas los dueños de la colusión de las farmacias o los ejecutivos de la Polar o los torturadores y violadores de los derechos humanos que caminan libres por las calles y realizan sus compras en el supermercado como cualquier ciudadano? ¿Hasta dónde estirarán la cuerda en la búsqueda del rating los medios de comunicación y en la cacería del voto los políticos?

Cuando en pleno centro de Santiago, a cuatro o cinco cuadras del Palacio de Gobierno y del Ministerio y Tribunales de Justicia, existe en los hechos o en la representación imaginaria una sensación de temor y de necesidad de justicia por mano propia similar a las de las zonas rurales remotas de América Latina es que algo está funcionando muy mal en las instituciones (medios de comunicación y sistema político incluidos) y en la sociedad toda. ¿Cuándo nos haremos cargo de iniciar una transformación profunda de la institucionalidad en lugar de mirar un acto de barbarie como  un “hecho curioso” y quedarnos callados porque el tsunami emocional aplaude la venganza de turba?

Recordemos que la turba no hace justicia, ni reflexiona, ni pondera, ni atribuye un castigo justo. En Bandera con Agustinas, vimos que la turba desata su rabia, cobra venganza, aplica la humillación y la tortura como castigo.

A comienzos de 2013 un personaje de la televisión fue acusado de “abusar de una menor” en el Casino de Viña. El linchamiento tuitero y mediático duró casi un día, hasta que se aclaró con el registro de las cámaras del Casino que la aproximación a la menor había sido la de cualquier adulto preocupado por ver una niña abandonada a altas horas de la madrugada a la entrada de un casino y que la madre de la menor había intentado aprovecharse de la situación. Si esto hubiese ocurrido en Huérfanos con Ahumada, quizás habríamos tenido a un “rostro” de la televisión castrado y quemado, atado al banco de madera de una plaza.

PS: Mientras terminaba de escribir este texto, otra turba atacó a dos personas en Ricardo Lyon con Providencia. Ayer cuando vi el tratamiento de los medios de comunicación a la agresión que describo más arriba, pensé que era indispensable levantar la voz ante el riesgo de que se pudiera volver a repetir reiteradamente…

PS 2: No estoy seguro si la brutal agresión a un señor que caminaba hacia su casa por Providencia (que reporta Mariluz Soto en “El salvajismo en la ciudad”) está relacionada directamente con los “linchamientos públicos” de la semana. Pero sí estoy seguro que tiene que ver con el asombroso silencio que han guardado el gobierno, las instituciones, las organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía frente a la creciente violencia que se instala en nuestra sociedad. (No menciono a los medios de comunicación, porque estos han hecho de la violencia un negocio).

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5 Comentarios sobre “La venganza de la turba y la ausencia de instituciones

  1. No estoy tan perpleja, pero sí abrumada frente a la información y el tratamiento de los medios. Siento que el país y particularmente esta ciudad capital se está transformando en una de esas ciudades de pánico y es mucho más violenta que otras capitales donde se habla de altísimos índices de inseguridad. Lo he notado a menudo en los últimos años; quizá habría que comenzar por repensar , sugerir, pedir, fuertemente a los medios que comuniquen las cosas de otra manera.

    1. La lógica del rating y el click distorsiona la calidad y la identidad de los medios de comunicación transformándolos en meros medios de transmisión masiva.
      En estos días están pasando en el cable la serie News Room y este tema ha estado muy presente. (Muy recomendable)

  2. Mauricio, cuando vi la noticia me quedé perplejo y sintiendo que ni valia la pena juzgar al amigo que la había publicado en Facebook con un “que buena, que sirva de escarmiento”. De qué serviria polemizar con el lugar común instalado que describes y sin manejar técnicamente el tema, las cifras, etc. Un amigo abogado me habia comentado poco tiempo atrás que tenemos un sistema judicial penal excesivamente garantista, pero conveniamos en que no existia punto de vista para decir si esto era conveniente o no, pues carecemos de una mirada “estratégica” desde donde juzgar. Me explico. Si el pueblo de Chile, de algún modo soberano, decide que es su aspiración poner los derechos humanos como un alto valor social que debe ser garantizado, estamos bien con un sistema judicial penal garantista. Pero entonces requerimos de una acción integral del Estado y todas las organizaciones para, desde la educación, la salud, el trabajo, las cárceles y la rehabilitación, las policias y los tribunales, hacer valer esa visión y resolver las brechas que arrastramos desde antes. Esa decisión soberana no existe, ni existen los mecanismos para tomarla. La democracia es insuficiente del modo en que la realizamos en nuestro pais y esa democracia está sobrevalorada, es otro lugar común. No le es posible romper el circulo vicioso en que se encuentra. Los esfuerzos por realizar una asamblea constituyente si me parece que van en la dirección ccorrecta para que nos demos esos mecanismos, pero al igual que con cualquier otra transformación que se proponga goza de una férrea y tenaz oposición.
    Ese dia que vi la foto de esa persona amarrada desnuda a un poste para su escarnio y humillación, me quedé callado y no hice lo único que a veces siento que tiene sentido, abrir estas conversaciones y mostrar otras posibilidades y dar punto de vista, enfrentar estos lugares comunes para desarticularlos y construir desde ahi otras posibilidades. En mi medio inmediato. Hoy te agradezco la reflexión, con la que concuerdo totalmente y aprovecho de comentarte este par de ideas que me parece que están relacionadas. Un abrazo.
    Arturo

    1. Gracias Arturo,
      Sí, lo primero que me pasó cuando vi el hecho y sobre todo el tratamiento de los medios fue pensar que esto se puede transformar en “moda siniestra” si por los menos no levantamos una voz de alerta.
      Qué buena tu reflexión sobre mirar el sistema. Efectivamente sucede que tanto los movimientos ciudadanos y políticos como las personas hemos perdido la mirada de conjunto y de largo plazo. Enfocados en el problema o interés específico, olvidamos, como dices, que por ejemplo la justicia y el delito no son separables de la educación, el desarrollo económico y humano, los medios de comunicación, etc…
      En ese sentido apoyo la Asamblea Constituyente, pero a veces me parece que está demasiado enfocada en “la elección y mecanismo jurídico” más que en la enorme conversación que debería desatar.
      Cada día creo más en la cultura y menos en las leyes como solución a los problemas.
      Un abrazo

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